sábado, 2 de mayo de 2015

Vidas Secreteas Cap. 12

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de S. Meyer y la historia es de Lucy Monroe yo solo la adapte para su disfrute.

Capítulo 12


A la mañana siguiente, Bella se despertó sola en la cama. Se abrazó a la almohada de Edward, inhalando su aroma, deseando que su ausencia no le causase dolor.
Él se había marchado a Atenas hacía dos horas, no sin antes despertarla con suaves y tiernas caricias que habían acabado en un clímax tan exquisito que la había hecho llorar. Pensar que se había ido a la cama decidida a no hacer el amor con él. Aquella determinación no había sobrevivido el primer beso de él por la madrugada.
Llamaron a la puerta y una empleada entró con una bandeja con el desayuno que Edward le había pedido. Se sentó en la cama y la mujer le puso la bandeja sobre las piernas. Luego se dirigió a abrir las cortinas, dejando entrar el brillante sol griego antes de marcharse para que ella desayunase sola.
Bella comió mecánicamente la fruta, las tostadas y la loncha de beicon, frustrada por la forma en que su cuerpo la había traicionado. Ahora mismo le latía al recordar el placer compartido.
Al acabar de comer, se duchó y vistió, considerando mientras su situación de forma pragmática. ¿Qué había cambiado, al fin y al cabo? Ella había sabido que él no la amaba cuando accedió a casarse con él.
Se dirigió a la cómoda y levantó la delicada figurita de porcelana. Recordó con absoluta claridad la alegría que había tenido cuando él se la había comprado.
Edward había guardado aquel recuerdo de tiempos felices, había guardado su ropa y había llevado todo allí, a la casa de su familia, suponiendo obviamente que ella viviría allí alguna vez. Por más que le hubiese hecho una promesa a su abuelo, aquello no era motivo para guardar todas sus cosas, las cosas que ella había dejado en una ofensiva pila en el suelo.
Tenía dos opciones: buscar la verdad y hacerlos infelices a los dos o aceptar la realidad. Tener un matrimonio de conveniencia. Después de todo, ya no era Isabella Dwyer, sino Bella Cullen, su esposa y una mujer con una familia de la cual él podía sentirse orgulloso.
Pensó en los años vacíos que se avecinaban, convertida en un apéndice de la vida de Edward y en aquel momento decidió que no aceptaría pasivamente aquel papel.
Porque lo amaba, no lo dejaría nunca, pero no se dejaría pisotear. Él había dicho que haría lo que fuese para que ella estuviese feliz, ¿qué diría si ella le dijese que quería volver a trabajar como modelo después de que naciese su bebé?
¿Qué diría si ella le dijese que aquello la haría feliz?
No dijo nada.
Se la quedó mirando del otro lado de la cama, con una expresión indescifrable en los ojos verdes, el desnudo cuerpo derecho y por una vez sin ninguna señal de deseo.
Bella se estremeció al sentir su fiereza, que le llegaba en oleadas.
-¿Tienes algún inconveniente en que retome mi carrera después de que nazca el bebé?
-¿Y dejar a tu hijo en manos de una niñera? -preguntó él, los puños apretados.
No, maldita sea, no era lo que ella quería. Quería darle de mamar, estar allí cuando dijese su primera palabra, cuando diese su primer paso.
¿A dónde la habían llevado sus confusos pensamientos de la mañana?
-No tengo por qué aceptar todos los trabajos. Puedo dejar las pasarelas y los anuncios y dedicarme sólo a las fotografías.
-Puedes abandonar tu profesión del todo -le lanzó una mirada de enfado-. Eres mi esposa, no tienes necesidad de trabajar.
Ella se aferró a la sábana que la cubría, estrujándola con la mano.
-¿Quieres decir que te niegas a dejarme hacerlo?
Él se frotó los ojos con el mismo aspecto de cansado que en Nueva York.
-¿Me harías caso si lo hiciera?
-Viviré mi propia vida, si te refieres a eso.
-¿Cuándo no lo has hecho? -dijo, metiéndose en la cama y apagando la luz antes de echarse de su lado dándole la espalda.
Evidentemente, era el fin de la discusión.
Ella también se acostó de lado, intentando tomar una postura cómoda. Se había acostumbrado a la seguridad de los brazos de él mientras dormía. Ahora, los separaba el ancho de la cama. Sintió que los ojos se le llenaban de ardientes lágrimas.
No quería retomar su carrera de modelo. Era algo que había hecho porque no contaba con otros recursos para ayudar a su familia. Había amenazado con hacerlo para enfadar a Edward porque él no la quería. Además, tenía la esperanza de que él la aceptara como era, pero había fallado miserablemente.
Había buscado la forma de aplacar el rechazo que había sentido como Isabella Dwyer, la amante. Qué estúpida. Había logrado más de lo mismo. Las ardientes lágrimas se filtraron entre sus párpados apretados y las sorbió.
Un súbito calor la envolvió y se sintió rodeada por sólidos músculos masculinos.
-No llores. Soy un imbécil. Si quieres retomar tu carrera, no te lo impediré.
-¿Edward?
-¿Quién más iba a ser? -rió él, arrebujándola contra la curva de su cuerpo.
-Ya sé que eras tú... me sorprende lo que dices -deseó que la luz estuviese encendida para poder verle la expresión. ¿Sería en serio?
-Estoy acostumbrado a salirme con la mía.
-Lo sé -dijo ella con una sonrisa que él no pudo ver.
-A veces soy arrogante. Odiaba cuando tu trabajo te alejaba de mí, pero no debo ser egoísta. No te lo impediré si eso es lo que necesitas para ser feliz.
-¿No te avergonzarás de que tu mujer sea modelo? -tanteó. ¿De veras había odiado estar separado de ella?
-¿Por qué iba a estarlo? No me avergonzaba de ello cuando eras mi amante.
-Era diferente. Tú mismo lo has dicho.
-Dije muchas cosas de las que me arrepiento -dijo él, apesadumbrado.
-Mamá tendrá un patatús.
-Yo me ocuparé de ella. Cree que soy Dios después de que le devolví la casa.
-¿De veras? -dijo Bella y el resto de sus lágrimas se trocó en risa.
-Claro.
-Enciende la lámpara, quiero verte -esperó a que la suave luz de la mesilla iluminase la sinceridad de sus ojos azules para preguntarle- ¿De veras me apoyarás si vuelvo a mi carrera de Isabella Dwyer?
-No -dijo él, con el rostro serio-. Puedes volver a tu carrera, pero sólo como Bella Cullen. No me negarás acceso a ningún ámbito de tu vida.
La altanera afirmación debió enfadarla, pero en vez de ello, la llenó de alegría.
No la amaba, pero la respetaba.
-No quiero ser modelo -reconoció.
-Entonces, ¿por qué me has dicho que querías ser modelo?
-Necesitaba saber si aceptabas a aquella mujer, la que se quedó embarazada. Cuando me pediste que me casase contigo, era Bella Swan...
-¿Creías que si volvías a tu carrera con tu otro nombre te volvería a rechazar?
-No, por supuesto que no -pero estaba confusa, hecha un lío desde descubrir lo de la segunda promesa-. No lo sé.
-Nunca lo olvidarás, ¿no? -se dejó caer en la almohada, cubriéndose los ojos con el brazo-. Nunca olvidarás mi estupidez. No confiarás nunca lo bastante en mí como para volverme a amar.
-Tú no crees en el amor -le recordó ella-. ¿Por qué no me dijiste que le habías hecho una segunda promesa a tu abuelo? -susurró, sin poder contenerse.
Edward se sentó de golpe, los ojos llameantes.
-¿Por eso me has hecho pasar el infierno de creer que querías volver a una carrera que siempre fue más importante que yo?
-¡Eso no es verdad, yo te quería!
-Pues no confiaste en mí -se bajó de la cama de golpe-. Me mentiste cada día que estuvimos juntos.
-¡Y tú me diste la patada como si hubiese sido un montón de basura! -le gritó ella, sorprendiéndose ante su falta de control.
-Siempre volveremos a lo mismo, ¿verdad? -respondió él, el rostro demudado, los hombros hundidos. Se dio la vuelta.
De repente, ella saltó de la cama, vibrando con la rabia reprimida durante meses de angustia y desesperación.
-¡No me des la espalda, bastardo!
-¿Qué has dicho? -preguntó él, volviéndose hacia ella.
-Nada peor de lo que tú me dijiste aquel día en Chez Rene -lo acusó ella.
-No te dije nada aquel día.
-Con palabras no, pero me llamaste prostituta con la maldita joya ésa que querías darme de despedida.
-Había comprado la pulsera antes del ataque al corazón de mi abuelo. Pensaba dártela para demostrarte mi afecto. Luego, debido a mis estúpidos celos, se convirtió en otra cosa. Pero si no confiabas en mí antes de que yo traicionara nuestro amor, ¿cómo puedes traicionarlo ahora? ¿Quieres decir algo más?
Ella negó lentamente con la cabeza. Ya había dicho suficiente.
Él asintió con la cabeza.
-No puedo dormir aquí esta noche, junto a una mujer que me odia. Iré a la habitación de invitados. No puedo estrecharte en mis brazos sabiendo que soportas mi contacto por nuestro hijo.
-No te odio -dijo ella sintiendo que el corazón se le contraía. ¿Cómo podía pensar que rechazaba su contacto? Deseó rogarle que no se fuese, pero las palabras se le resistieron-. ¿Por qué no me mencionaste la segunda promesa?
-Sabía que pensarías que por eso había ido a buscarte. Quería que te dieses cuenta de que era yo quien te necesitaba -abrió la puerta y se marchó.
Las palabras de Edward se repitieron una y otra vez en su mente. «Me mentiste», «Nunca confiaste en mí», «Me odias», «No necesito ese amor». Amor. Había dicho que ella había traicionado el amor de los dos. Lo sabía.
Mientras ella gritaba como una verdulera, él había reconocido que la amaba. ¿La amaría todavía, después de la forma en que ella lo había rechazado una y otra vez desde su reencuentro en Nueva York?
Ella sí que lo amaba.
Lo amaba, pero no había actuado como si lo hiciese. Ni cuando estaban juntos en París, ni cuando él había reaparecido en su vida. No había sido sincera con él, no había confiado en él. ¿Qué tipo de amor era aquél?
El único amor que ella conocía, el amor condicionado y con límites. Sus límites habían surgido del temor, pero le habían hecho a Edward tanto daño como los que su madre le había impuesto a ella. Ella había querido recibir amor incondicional, pero no estaba dispuesta a darlo. ¿Sería demasiado tarde?
Entró al vestidor y encendió la luz con un propósito en mente: tenía que haber algo entre su lencería... de repente recordó el camisón que Edward le había comprado cuando llevaban dos semanas juntos. Con su corte imperio y sus metros y metros de delicada gasa fruncida bajo el busto, era el único que le valdría en su estado. Se lo puso y luego se cubrió con una bata, no fuera a ser que se cruzase con alguien o la grabasen las cámaras de seguridad.
Edward le había dicho que estaría en la habitación de invitados. Saliendo al pasillo, se dirigió a la puerta y probó el pomo, que cedió al girarlo. La cama estaba vacía, pero sintió la presencia de él como si lo viese en la oscuridad.
Se hallaba junto a la ventana, sujetando con la mano la cortina. Se había quitado la bata y sus torneados músculos la tentaron con su magnetismo animal. No podía dejarlo ir nuevamente de su vida.
Él se puso tenso, pero no se dio la vuelta.

-No quiero seguir discutiendo. Ahórranos mayores disgustos y vete. Por favor.

7 comentarios:

  1. Ahhh que bonito esperando con ansias el siguiente capítulo

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  2. Ohhh asi que ya casi se reconcilian... Ojala uno de los dos pueda mostrar sus sentimientos, y hacer que el otro tambien los muestre...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  3. Aaayyy que mala eres, me dejas en lo mero bueno, espero que ahora si se arreglen y solucionen los malos entendidos... estaré ansiosa esperando el próximo capitulo

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  4. Espero q no lo diga en serio y acepte sus disculpas

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  5. porfa actualiza rapido esta muy buenoooo

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