viernes, 18 de septiembre de 2015

Cap 12 Un marido Infiel

CAPÍTULO 12

¿La compra de Harvey's?
Bella siempre había pensado que había sido Edward el que proponía comprar aquella empresa, y no al revés.
Edward asintió, sin saber que Bella estaba asombrada con la nueva visión de los hechos.
-     Fue amarga y muy dura -dijo- Y tuve que asumir riesgos que me hacer temblar cuando pienso en ellos, ahora que terminó todo hace tiempo. En otros periodos difíciles, siempre te tuve a ti para encontrar alivio, pero estabas ocupada con Anthony y con el sarampión de los mellizos. Sé que suena muy egoísta, pero los envidiaba porque ellos obtenían tus cuidados y yo no. ¡Te necesitaba, Bella, pero no podías ayudarme! Y, que Dios me perdone, Tanya sí podía -dijo y suspiró con angustia- Con la brillante ayuda de Tanya, gané la batalla de Harvey's. Pero sabe Dios por qué razón, me sentí tan aliviado que perdí el control y caí en sus brazos.
-     ¿Cuánto tiempo?
Edward la miró con asombro.
-     ¿Cuánto tiempo qué?
-     ¿Cuánto tiempo fuisteis amantes?
Edward sacudió la cabeza con una extraña expresión.
-     Nunca lo fue, al menos, no en el sentido en que tú lo dices. He intentado decírtelo alguna vez, pero te negabas a escucharme… Dios sabe que no te culpo. Al fin y al cabo, te he sido infiel en todo menos en hacer el amor. Salía con Tanya en lugar de volver a casa. La invitaba a cenar, a bailar…
-     Rose me dijo que te había visto saliendo de su apartamento -dijo Bella con voz grave.
Edward asintió.
-     Después de la batalla con Harvey's me volví un poco loco -dijo sin poder ocultar cierto desprecio por sí mismo-. Me quedé sentado aquí bebiendo hasta que no pude volver a casa conduciendo. Tanya me recogió y me llevó a su apartamento hasta que estuve sobrio. ¡Oh! -añadió con una sonrisa cínica-, no me entiendas mal. Ella sabía lo que estaba haciendo y yo sabía lo que se proponía, pero… no pude. No eras tú y, borracho o no, la idea de acariciarla me ponía enfermo. Debió darse cuenta, porque salió de la habitación. Yo me quedé dormido y no me desperté hasta la mañana siguiente. No tengo ni idea de dónde durmió ella aquella noche, pero entró en la habitación mientras yo trataba de recordar lo que había ocurrido, horrorizado por mi comportamiento incluso antes de que me dijera que no me había portado mal para haber bebido tanto.
Se detuvo para tragar saliva y Bella se puso muy pálida.
-     Dejó que me atormentara durante meses antes de decirme la verdad. Fue su forma de vengarse de mí por quitarle la representación de mi empresa y dársela a uno de sus socios. La noche que habló contigo no fue más que un intento de vengarse de mí.
Cuando la llamé, le dije que iba a retirar mis negocios de su esfera. Estoy hablando de mucho dinero, Bella, de una cuenta muy lucrativa. Que la firma perdiera la representación de mis negocios completamente no iba a sentar muy bien a sus socios, que la temen, sobre todo, porque se puede ir de la lengua. Los insultos que cruzamos son tan viles que no quiero repetirlos, pero me dijo que no la había tocado nunca, lo que me hizo sentirme mucho mejor. Me dijo las peores cosas que se le pueden decir a un hombre, pero a mí me sonaron a música celestial, porque me di cuenta de que estaba diciendo la verdad cuando decía que no la había tocado.
-     Y esa es la verdad desnuda… -dijo mirando a Bella a los ojos- Espero que la creas, pero no te culparé si no quieres hacerlo.
Bella agachó la cabeza, mirándose las manos que tenía apoyadas sobre el regazo. Quería creerlo, necesitaba creerlo, pero…
-     Puedes quedarte con todo mi dinero y todo mi poder -dijo Edward con voz grave-, a cambio de tu perdón.
-     Ya tienes mi perdón -le dijo Bella con irritación, pero las dudas no la abandonaban.
-     Entonces ¿qué más quieres que diga? -dijo Edward con frustración- ¡No puedo obligarte a que lo olvides! ¡Sólo tú puedes hacerlo!
Bella perdió la paciencia y se levantó. Le ponía furiosa que Edward descargara en ella los problemas de su matrimonio. Había revelado mucho de sí mismo, pero aquel hecho no la ayudaba.
Tal vez aquel fuera su problema. Ella, como Edward, siempre había ocultado una parte de sí misma. Sus sueños, tal como él los había llamado. Pero, ¿cómo iba él a saber que su sueño era ser su esposa y la madre de sus hijos, si ella no se lo había dicho nunca?
¿Podría decírselo en aquellos momentos? Con toda la tristeza y el dolor que había llevado a sus espaldas en los últimos meses, ¿podría ser tan sincera con él como él lo había sido con ella? ¿Podría serlo con el fin de salvar su matrimonio?
El silencio era espeso. Entonces, al verlos colgados sobre la pared, detrás de donde Edward se encontraba, le dio un vuelco el corazón…
Emmett, Nessie, Anthony y ella. Sus propios dibujos enmarcados y colgados en el despacho de Edward.
-     Los robé -dijo poniéndose en pie mientras Bella se acercaba a ellos.
-     Quería verlos cada vez que lo necesitaba… ¿Te molesta?
Bella se sorprendió de no haberlos echado de menos. Entonces, recordó el desorden que reinaba en su casa con los preparativos de la mudanza y sonrió.
-     Has quitado las rayas -advirtió observando su retrato y sintiéndose un poco expuesta por lo mucho que revelaba de sí misma- Yo no soy así -dijo a pesar de lo que sus ojos le decían.
-     Sí lo eres -dijo Edward con un orgullo que no le pasó desapercibido a Bella-. Es una galería familiar.
-     Pero faltas tú.
-     Sí -dijo Edward, y la sonrisa desapareció de su semblante-. ¿Por qué Bella? ¿Por qué no había un retrato mío en ninguno de tus cuadernos?
¿Los había hojeado todos? Vaciló un momento y luego, le dijo la verdad, era la hora de la verdad.
-     Todos me quieren -le dijo mirando los retratos de sus tres hijos- Yo creía que tú ya no me querías. Traté de dibujarte -añadió-, pero no lograba recordar tus rasgos, así que lo dejé.
-     ¿Los ha visto Black?
-     ¿Qué? -la hosquedad de su voz la sorprendió y tuvo que pensar por un momento antes de recordar quién era Black-. Oh!, no. Nadie los había visto.
-     ¿Fue muy serio lo que ocurrió entre vosotros?
-     En absoluto.
-     Lo besaste. Os vi.
-     ¿Un beso apresurado en un coche? -dijo Bella burlándose de los celos de Edward-. No fue nada, nada en absoluto.
Pero Edward no se convenció y la agarró por los hombros. Bella suspiró. Edward lo había hecho de nuevo, había descargado las culpas sobre ella de modo que tenía que defenderse de algo que ni siquiera había hecho. Sonrió al pensar en lo absurdo que era todo.
-     Vuelves a parecerte a ese diablo -dijo-. Ya sabes, el que se ducha con fuego.
-     Voy a besarte -gruñó Edward.
-     ¿Qué? ¿Aquí en tu despacho? Te equivocas de escenario, cariño, yo pertenezco a tu otro mundo, ¿recuerdas?
Edward la besó apasionadamente, hasta que Bella se rindió entre sus brazos. La besó hasta que ella le echó los brazos al cuello y le acarició la nuca, hasta que sus lenguas se entrelazaron. Los pezones de Bella se erizaron, al tiempo que sentía la urgencia del deseo de Edward contra el vientre.
-     Te quiero, Bella-susurró Edward.
-     Lo sé -dijo Bella besándole suavemente en el cuello-. Creo que puedo creerte otra vez.
Edward suspiró con alivió y volvió a besarla, esta vez dulcemente.
Uno de los teléfonos empezó a sonar. Edward lo miró con un brillo de ira en la mirada. Luego agarró a Bella y la llevó hasta su mesa.
-     No te muevas -dijo separándose un poco de ella para alcanzar el teléfono.
Fue increíble cómo pasó de ser un amante apasionado a ser un frío hombre de negocios, pensó Bella mientras miraba a Edward aunque sin oír nada de lo que decía.
Parecía más delgado, con los rasgos más duros, como si se hubieran alterado para corresponderse con el hombre que era en aquellos momentos. Su mirada era fría, a pesar de que dejaba de mirarla, y tenía los labios apretados, perdiendo toda la sensualidad que tenían al besarla.
Bella sonrió y Edward frunció el ceño al verla, sin distraer la atención de la conversación que estaba manteniendo. Un diablillo en el interior de Bella hizo que le dieran ganas de hacer cosquillas sobre la armadura de aquel magnate de las finanzas y le acarició un muslo.
Edward casi se atragantó. Agarró la mano de Bella para detenerla, un brillo cruzó por sus ojos y le tembló la voz. Bella se rió.
-     Te llamaré más tarde -gruñó Edward y colgó-. ¡Era un cliente muy importante! ¡Lo has hecho a propósito! -la acusó atrayéndola hacia sí.
-     Te quiero, Edward-le dijo suavemente.
Edward se puso pálido y tragó saliva.
-     Dilo otra vez.
Bella lo besó en la boca con ternura.
-     Te quiero -repitió, dándose cuenta de lo fácil que le resultaba decirlo después de haberlo dicho una vez.
Edward respiró profundamente, casi como si estuviera oliendo el aroma de aquellas palabras.
-     Echaba de menos que me lo dijeras -dijo, y volvió a respirar profundamente- He echado de menos la luz de tu cara cuando me lo dices -dijo acariciándole la mejilla.
-     Te quise cuando era una niña de diecisiete años -le dijo Bella con dulzura- Y, desde entonces, nunca he dejado de amarte. Sólo que, a veces, me olvidaba.
-     Y ocultaste tus sentimientos, convirtiendo las noches en un infierno -dijo Edward con un profundo suspiro- Todas esas noches silenciosas y oscuras. Eran como un castigo.
-     Vámonos a casa -murmuró Bella que deseaba abrazarlo desnudo en la luz de su dormitorio- ¿No nos podemos ir?
-     ¡Claro que podemos! -dijo Edward levantándose de la mesa- Soy el jefe, esto es mío.
-     Mmm, ya me había olvidado de que eres multimillonario -dijo Bella, mirándolo reflexivamente- Eso significa que, si nos divorciamos, la mitad de tus propiedades son mías. Me pregunto si merecerá la pena…
Edward la agarró por los hombros y la condujo hacia la puerta.
-     Vámonos a casa. A la nueva. Le dejaremos los niños al ama de llaves e inauguraremos una de las habitaciones, así podré enseñarte la más valiosa de mis propiedades.
-     Parece interesante -musitó Bella.
-     Será algo más que eso.
-     Estoy en una condición muy delicada, ya lo sabes.
-     Lo que no ha supuesto ningún problema hasta ahora. De hecho, te recuerdo que sueles ser más sensible cuando estás así.
En aquel momento, se abrió la puerta del despacho y los niños entraron corriendo.
Edward agarró a Anthony, que estaba muerto de sueño.
El niño apoyó la cabeza en el hombro de su padre, y Bella no pudo evitar una sonrisa al ver la escena.
Bajaron en ascensor y se dirigieron al aparcamiento.
Edward llevaba a Anthony en un brazo y con el otro rodeaba los hombros de Bella. Emmett se había convertido en un piloto de caza que amenazaba con atacarlos según avanzaban y Nessie iba agarrada con fuerza de la mano de su madre.
-     Nunca volveré a hacerlo, mamá -le había dicho hacía unos instantes. Y Bella sabía que cumpliría su promesa.
Era un día soleado y la mitad de los empleados de Cullen Holdings estaban asomados a las ventanas para ver a la familia del dueño de la empresa.
-     No puedo creerlo -dijo un hombre- Sabía que estaba casado, ¡pero cuatro hijos!
-     Llevo años trabajando para él -puntualizó otro- Y no sabía que estaba casado. Siempre ha sido demasiado duro, no sé cómo una criatura como ésa puede haberse casado con un hombre así.
-     Ahora no parece tan duro -señaló el primero-. Al revés, tiene un aspecto muy amable. Puede que en su casa sea diferente.
-     Puede que ella no sea tan dulce como parece -dijo el segundo-. Después de todo, si tienen cuatro hijos, significa que…
-     ¿Y mi coche? -preguntó Bella.
-     Haré que lo lleven esta tarde.
-     No mientras tenga las llaves aquí mismo –dijo Bella con un aplomo muy femenino.
Edward murmuró algo entre dientes, cambió al pequeño Anthony por las llaves del coche de Bella, y después de abrir el coche les dijo a los mellizos que se metieran en el asiento de atrás. Abrió la puerta del acompañante y ayudó a Bella a entrar.
Los empleados que miraban desde las ventanas, lo vieron volver al edificio y aparecer al cabo de unos segundos con Archer, del departamento de ventas, el joven que había acompañado a Bella hasta su despacho.
Edward le dio las llaves y señaló el coche blanco.
Edward montó en el BMW y, un momento después, salió para abrir la puerta de atrás. Los niños salieron a toda velocidad y él fue a abrir la puerta del acompañante.
Recogió a Anthony y todos juntos se dirigieron hacia el Escort. Edward cruzó unas palabras con Archer y se intercambiaron las llaves. La razón del cambio de coche quedó clara cuando sentaron a Anthony en su sillita. Archer se dirigía al BMW cuando
Nessie lo detuvo. La niña miró a su padre, que a su vez miró a Archer, quien se encogió de hombros, sonrió y la agarró de la mano. Los dos se dirigieron al BMW y los demás al Escort.
-     Santo Dios -dijo alguien- ¡Lo tienen en el bote! Me pregunto cómo lo hacen.
Saberlo puede valer una fortuna.
-     Ojos cafés, pelo castaño y un cuerpo delicioso, aunque esté embarazada, ésa es la fórmula.
-     Yo creía que tenía una aventura con Tanya Denalí -murmuró otro.
-     ¡Tanya Denalí!
-     Perdón. Es verdad, es una idea muy estúpida.
-     Qué niños tan guapos -dijo alguien.
-     Qué mujer tan guapa -dijo otro.
-     -Qué coche tan bonito -dijo riendo el siguiente.
-     ¿Su casa es bonita?
-     Su negocio es bonito -dijo algún bromista.
-     Bonito panorama. Venga, todos a trabajar -gritó un jefe.
-     Recuérdame que compre una sillita para mi coche -dijo Edward.
-     ¿Qué? ¿Y echar a perder tu imagen de despiadado hombre de negocios?
-     ¿Qué imagen de despiadado hombre de negocios? ¿Te has molestado en mirar a las ventanas del edificio?
-     No, ¿por qué? -dijo Bella, volviéndose a mirar en aquellos instantes y observando a los curiosos- ¿Te van a gastar bromas sobre nosotros?
-     En mi cara, no, si tienen un mínimo instinto de supervivencia. Aunque sabe Dios lo que dirán a mis espaldas.
-     No importa -dijo Bella, apoyando una mano sobre la pierna de Edward-. Despiadado o no, todos te queremos.
-     Deja la mano donde está y dirán que soy un maníaco sexual.
-     ¿Qué es un maníaco sexual? -preguntó Emmett. Bella profirió una risita y apartó la mano. Edward miró al cielo y suspiro.
-     Cuando seas mayor, hijo -dijo- Te lo explicaré cuando seas mayor.
-     ¿Me lo vas a explicar a mí también cuando sea mayor? -dijo Bella.
Edward le dirigió una ardiente mirada.
-     Haré algo mejor que eso. Te haré una demostración en cuanto estemos a solas.
-     Con la luz encendida, para que pueda…
-     ¡Bella! -exclamó Edward, cerrando los ojos- No sabes cuánto deseo hacerlo.
-     Sí que lo sé -le dijo Bella, y su mirada le dijo por qué.
La mirada de Edward se ensombreció.

-     Sigue pensando lo que estás pensando -dijo, y aceleró.

Hola Buenas noches aqui esta el ultimo capitulo de esta historia que les ha gustado tanto.
Bueno pues la ganadora de la votacion fue En el amor y el Dolor.
Comenzaremos con la nueva historia la proxima semana asi que esten al pendiente.
Besos Ana Lau

sábado, 12 de septiembre de 2015

Cap. 11 Un Marido Infiel

CAPÍTULO 11

Bella se dijo a sí misma en el momento en que se dio cuenta de que se habían ido.
La semana había transcurrido con una tensión insoportable. Edward se comportó de un modo frío y distante, sin preocuparse de ocultar su enfado con Bella, así que, todos suspiraron aliviados cuando se marchó a Manchester por un par de días.
Pero no se trataba sólo de eso. Era Semana Santa y los niños estaban de vacaciones, así que pasaban todo el día en casa. Su excitación ante el inminente cambio de casa no ayudaba a que Bella estuviera tranquila. Muchas veces se entrometían en su trabajo y ella no tenía la paciencia suficiente. Acabó por darles algunos cachetes que no merecían.
Estaba cansada de guardar cosas en cajas cuando oyó el teléfono. Profirió un juramento y se dirigió a contestarlo, pero dejó de sonar.
Volvió a su tarea sin dejar de maldecir.
Todavía estaba jurando entre dientes, cuando los mellizos entraron en la habitación.
-     Era papá -dijo Emmett con el semblante muy serio.
No había olvidado la bronca que le echara Bella por tirar su zumo de naranja sobre el suelo de la cocina. Para Emmett había sido una injusticia, porque lo había tirado cuando lo tomó para Anthony, de modo que su intención había sido ayudar a su madre, pero Bella vio el pequeño accidente y perdió los nervios.
-     Ha dicho que te diga que está volviendo de Manchester -dijo el pequeño con frialdad- Y que primero irá a la oficina, así que llegará tarde.
«Al cuerno con él», pensó Bella. Que se quedara en su oficina mientras ella se encargaba de la mudanza. «¿Haciendo el papel de mártir, Bella?», oyó que le decía la voz de Edward en el interior de su cabeza.
-     Le dije que viniera a jugar con nosotros -intervino Nessie.
-     Y supongo que él colgó enseguida, muerto de miedo -dijo Bella con sarcasmo.
Los mellizos no fueron ajenos a la crudeza de aquella expresión. Nessie se puso roja de ira.
-     ¡No, no dijo eso! -exclamó- ¡Dijo que prefería jugar con nosotros a trabajar! ¡Y tú no eres una buena mamá!
Bella vio que a Nessie se le llenaban los ojos de lágrimas antes de salir corriendo de la habitación y bajar las escaleras como un rayo seguida de Emmett.
Suspirando, apoyó una mano sobre su vientre hinchado y la otra en la frente.
Reconociendo que, probablemente, merecía las palabras de Nessie, se dirigió al piso de abajo. Los mellizos la ignoraron, fingiendo estar concentrados en la televisión.
Levantó a Anthony del suelo, donde había estado jugando alegremente con su juego de construcción y miró a Emmett y a Nessie, con la esperanza de que le devolvieran la mirada para poder decirles que lo sentía. Pero pensó que, tal vez, aquello aumentaría su irritación y salió del salón con el pequeño.
Una hora más tarde estaba a punto de volverse loca.
Los buscó por todas partes, pero los mellizos habían desaparecido de la faz de la Tierra. Fue en coche hasta el parque, pensando que podrían estar en los columpios. Fue a la casa de la madre de Edward, sabiendo que Esme estaba fuera visitando a unos amigos, pero pensando que los mellizos no lo sabrían y que habrían podido dirigirse allí.
Inspeccionó la casa de arriba abajo por dos veces, buscó en el jardín, y llegó a llamar a la nueva casa pensando que podrían haber ido hasta allí de alguna manera. Pero no había sido así. Se disponía a llamar a la policía cuando sonó el teléfono.
Contestó al instante. Estaba temblando de tal manera que le costaba apoyar el auricular en la oreja.
-     ¿Señora Cullen?
-     Sí -respondió con un susurro.
-     Señora Cullen, soy la secretaria de su marido…
-     Le dio un vuelco el corazón.
-     ¿Está Edward ahí? -preguntó.
-     No, todavía no ha llegado -respondió la mujer- Pero sus hijos acaban de aparecer preguntando por él y he pensado que…
-     ¿Están ahí?
-     Sí -dijo la secretaria amablemente, dándose cuenta de la preocupación de Bella-. Sí, están aquí.
-     ¡Oh, Dios mío! -exclamó Bella, tapándose la boca con la mano, conteniendo un torrente de lágrimas- ¿Están bien?
-     Sí, están bien.
Bella se sentó en la escalera, invadida por una sensación de alivio. Pero se puso en pie casi al instante.
-     ¿Puede decirles que se queden ahí, por favor?-dijo casi en un susurro- Voy enseguida, voy enseguida…
Colgó el teléfono, profirió una pequeña risa nerviosa y se apresuró a preparar a Anthony.
Bella llegó al edificio de Cullen Holdings justo cuando finalizaba la hora de descanso para comer. El moderno vestíbulo estaba repleto de gente que volvía a sus respectivas oficinas.
Tenía las mejillas sonrosadas por el sofoco de la prisa y, en su expresión, se veía que había sufrido un gran disgusto. Iba vestida con un pantalón blanco ajustado, que se ponía para estar en casa, y con una camisa vieja de Edward. Se detuvo en la entrada y miró con asombro a su alrededor.
No podía ver a los niños. Sintió una punzada en el corazón y avanzó hacia el mostrador de recepción que había al otro lado del amplio vestíbulo, donde una chica coqueteaba con un joven que estaba apoyado en su mesa.
-     Perdóneme -dijo Bella sin aliento- Soy Bella Cullen. Mis hijos. Yo…
-     ¡Señora Cullen! -exclamó la chica, poniéndose en pie y observando a Bella como si no pudiera creer lo que veía. Bella no la culpaba, sabía que su aspecto era horrible. Pero no la importaba, lo único que quería era ver a Emmett y a Nessie, necesitaba verlos.
-     Mis hijos -repitió-. ¿Dónde están? -preguntó sin darse cuenta de que la exclamación de la recepcionista se había oído en todo el vestíbulo y todo el mundo la estaba mirando.
-     Oh, el señor Cullen ha llegado hace diez minutos -le dijo la chica- Los ha llevado a su despacho y ha dicho que usted…
-     La acompañaré a su despacho, si quiere -dijo el Joven.
Bella lo miró distraídamente y asintió.
-     Gracias -susurró y lo siguió a los ascensores, demasiado turbada para darse cuenta de las miradas curiosas.
El ascensor los llevó muchos pisos más arriba y los dejó en una planta cuyo suelo estaba cubierto por una gruesa moqueta gris que amortiguaba el sonido de sus pasos.
Se acercaron a un par de puertas de color gris mate. Bella aminoró el paso, sintiéndose extraña, débil. El joven golpeó la puerta con los nudillos, esperó unos instantes y abrió. Luego se apartó para dejar paso a Bella.
Bella se detuvo en el umbral y miró a Edward con cautela. Estaba apoyado en una gran mesa de despacho, con los brazos cruzados. Los niños estaban sentados, muy juntos, en un gran sofá de cuero. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Dejó a Anthony en el suelo, tragó saliva y exclamó:
-     ¡Oh, Emmett, Nessie!- y se desmayó al instante.
Cuando volvió en sí, estaba echada en el sofá y tenía algo frío y húmedo sobre la frente. Cuatro rostros con reconocible parecido entre ellos la miraban con preocupación. Sonrió débilmente y recibió cuatro sonrisas en respuesta.
Edward estaba de rodillas a su lado y agarraba a Anthony con un brazo. Con una mano, agarraba la de Bella. Emmett y Nessie estaban a su lado, cada uno apoyado en uno de los hombros de su padre. Era una imagen muy dulce y deseó tener papel y lápiz para poder inmortalizada.
-     ¿Cómo estás? -le preguntó Edward.
-     Mareada -dijo Bella, luego miró a sus hijos mayores-. Lo siento -dijo con un susurro y recibió dos sollozos como respuesta.
Aquel sollozo expresaba su arrepentimiento, sus disculpas, su amor y su miedo al verla desmayarse. Luego, le contaron su aventura atropelladamente: habían llamado a un taxi, reunido sus ahorros para pagarlo, y habían llegado a la oficina de su padre antes de que él llegara, con la consiguiente preocupación para todos los empleados y metiendo el miedo en el cuerpo a vuestra madre
Dirigió una seria mirada a Bella, que agachó los ojos.
-     Lo planearon todo muy concienzudamente -añadió-.Llamaron a la compañía de taxis a la que tú llamas cuando yo estoy de viaje. Dijeron que estabas enferma y que querías que los llevaran a mi oficina. Incluso le entregaron al taxista una de mis tarjetas de visita para que todo fuera más creíble.
-     Nessie -dijo Bella, recordando lo importante que se sentía la niña cuando le encargaba que llamara a un taxi para llevados al colegio cuando Edward no estaba.
La pobre niña agachó la cabeza.
-     Yo pensé en usar la tarjeta de papá -intervino Emmett, compartiendo valientemente las culpas con su hermana.
Aunque todos sabían que el cerebro de aquella operación había sido la revoltosa Nessie.
-     Lo siento -susurró la pequeña, y Bella vio con una punzada en el corazón cómo se limpiaba las lágrimas con su pequeña manita.
El hecho de que no se acercara a su padre para buscar su reconfortante abrazo, le decía a Bella que, antes de su llegada, Edward los había reprendido severamente por su aventura.
Bella observó a Edward. Estaba pálido y tenía los labios fruncidos, signo de una rabia contenida. Sostenía a Anthony, abrazándolo como si necesitara el calor de su cuerpecito para consolarse de lo que realmente deseaba… abrazar a los mellizos.
Se dio cuenta de que Bella lo estaba observando y frunció el ceño.
-     Mi secretaria está haciendo café -dijo- En cuanto venga, le diré que baje con los niños a la cafetería para que coman algo. Tenemos que hablar.
Aquello sonaba como una amenaza. Bella agachó la vista y se incorporó. En ese momento, llegó una joven de rostro muy agradable con una bandeja llena.
Sin dejar a Anthony, Edward se levantó y se acercó a ella. Mientras dejaba la bandeja en la mesa, le dijo algo en voz baja y llamó a los mellizos. Los niños le obedecieron con tal presteza que se vieron confirmadas las sospechas de Bella de que les había estado regañando.
Un momento después, Anthony reposaba confiadamente en los brazos de la joven, que salió de la habitación dejando paso a los mellizos. Edward sirvió el café.
No dijo nada hasta que le ofreció una taza a Bella, sentándose a su lado para comprobar que la apuraba hasta el último sorbo.
-     Bueno, ¿qué ha pasado? -le preguntó entonces. Bella reconoció sus culpas.
-     He sido muy impaciente con ellos -admitió-. Más de lo normal. Supongo que se han ofendido, así que se han ido a buscar consuelo a otra parte -dijo y dejó la taza en el suelo. Estaba a punto de llorar otra vez- Pensé que habían ido a casa de tu madre… los he buscado por todas partes… Pero no se me ocurrió que fueran a venir aquí.
-     Está bien -dijo Edward, agarrándole las manos- No te atormentes más. Están bien, ya lo has visto.
Bella asintió, tratando de tranquilizarse.
-     Lo siento -dijo al cabo de un rato.
-     ¿Por qué?
-     Por no ser una buena madre para tus hijos -dijo-. Por... venir aquí.
-     Algunas veces, Bella -dijo Edward, perdiendo la paciencia-, me pregunto qué pasa por esa cabeza tuya.
-     ¿Les has pegado?
Edward frunció el ceño.
-     No, me contuve -dijo secamente- ¡Pero los he regañado muy seriamente! Lo que han hecho ha sido estúpido y peligroso, y además, no había razón para hacerla –dijo sacudiendo la cabeza- Emmett ha encajado bien la bronca, pero Nessie estaba consternada. Creo que nunca le había gritado así.
-     Te perdonará -le aseguró Bella. Nessie adoraba a su padre.
-     No, si es como su madre, no lo hará -dijo Edward, y Bella agachó la mirada.
-     No se trata de… perdonar -murmuró- Lo que me pasa es que no puedo olvidar. Has ensombrecido mi mundo, Edward.
-     Lo sé -dijo Edward, observando con tristeza sus manos entrelazadas- Y el mío también. No es que importe, pero yo me lo merezco, tú no.
-     Entonces, ¿por qué lo hiciste?
Edward suspiró profundamente y soltó la mano de Bella para pasársela por la cabeza.
-     Porque ella estaba allí -respondió de manera brutal, y frunció el ceño al ver que Bella se sobresaltaba.
-     Debes haberla hecho mucho daño.
-     ¿Sí? -dijo Edward-. No es como tú, Bella. Las mujeres como Tanya tienen la piel curtida, no se les hace daño tan fácilmente.
-     Y con eso te justificas, ¿no?
-     No -dijo Edward y se apoyó los codos en las rodillas y se quedó mirando al suelo sobriamente- Pero no puedo sentirme culpable por sus sentimientos cuando no ha tenido en cuenta los míos.
Bella frunció el ceño, sin entender a qué se refería. Edward la vio y suspiró.
-     Si trato de explicártelo todo, ¿me escucharás? -dijo. ¿Lo escucharía? ¿Quería saberlo todo? ¿Podría aceptar la verdad? Apartó los ojos de él. Le temblaban los labios y estaba llena de incertidumbre.
Edward le agarró la mano y la estrechó.
-     Por favor -le pidió de nuevo- Eras y sigues siendo la única mujer a la que he amado, Bella. Si no puedes oír nada más, por favor, oye eso, porque es la verdad.
-     Entonces, ¿por qué te acostaste con Tanya?
Edward se irguió y frunció los labios. Retiró la mano y la dejó caer entre sus rodillas.
-     Porque, por un corto periodo de tiempo, perdí el control. No sólo con lo que estaba ocurriendo entre tú y yo, sino también aquí, en este despacho. Tanya fue una válvula de escape. Así de simple -dijo mirando a Bella con pesadumbre-. Estaba bajo mucha presión y, sinceramente, la utilicé para librarme de alguna de esa presión.
¿Y eso qué significaba para ella?, se preguntaba Bella, sintiendo que la ira se agitaba en su interior.
-     Y ahora, yo tengo que perdonar y olvidar -dijo- Y sentarme a esperar la próxima vez que estés bajo presión y sientas la necesidad de encontrar otra válvula de escape.
-     No -dijo Edward con tranquilidad-, porque no volverá a ocurrir.
Bella lo miró con escepticismo.
-     No volverá a ocurrir -repitió Edward-, porque la primera vez no funcionó.
Observó el rostro de Bella para ver si entendía lo que quería decir. Sonrió al comprobar que no era así.
-     Tú y tu eterna inocencia -murmuró secamente.
-     Dejé de ser inocente, Edward, a los diecisiete años. ¡Tú me quitaste la inocencia!
-     Tú me la diste, Bella. Me la diste libremente.- Bella se sonrojó. Edward tenía razón. No solamente se la había dado, sino que se la había entregado alegremente.
-     Y, lo creas o no -continuó Edward-, la acepté cuando no tenía intención de hacerlo. No… no pienses mal. Te deseaba. ¡Dios mío, siempre te he deseado! Tenía veinticuatro años y cierta experiencia. Sabía que debía apartarme de ti y marcharme antes de que las cosas llegaran a ser demasiado serias. Pero no pude, así que decidí que lleváramos una relación inocente, pero tampoco pude conseguirlo -dijo apretando la mandíbula- Al final, estaba tan obsesionado contigo que mi trabajo se resintió. Y el tuyo también. Tenías sobresaliente en todo hasta que aparecí yo. Pero, en lugar de sumergirte en los estudios, que era lo que debías hacer, empezaste a salir conmigo. Y tus padres hablaron conmigo…
Bella se quedó muy sorprendida ante aquella noticia. Siempre había pensado que sus padres se habían limitado a saludar a Edward con una sonrisa cuando iba a recogerla a casa.
-     No querían que saliéramos. Y tenían razón, yo ponía en peligro tus estudios. Y por ti, yo pospuse los grandes planes que tenía para mi futuro.
-     ¿Esto? -preguntó Bella, refiriéndose al despacho en el que estaban.
-     Algo como esto -asintió Edward.
-     Así que al final alcanzaste tu sueño, a pesar de mí -dijo Bella amargamente.
-     Pero a expensas del tuyo -dijo Edward.
-     ¿Los míos? ¿Cómo sabes cuáles eran mis sueños si nunca te molestaste en preguntar?
-     Estudiar Arte primero y luego, ganarte la vida como artista. En publicidad, tal vez, o en diseño. No pensabas en otra cosa.
-     ¿Ah no? -dijo Bella, burlándose de la excesiva confianza de Edward-. Eso demuestra lo poco que me conoces.
Un brillo cruzó la mirada de Edward.
-     Entonces, ¿qué querías? -preguntó Edward con cierta incomodidad, como si no quisiera escuchar la respuesta.
Bella le dirigió una mirada desafiante. «A ti», quería decirle, «todo lo que he querido en la vida eres tú».
-     Digamos que he obtenido lo que merecía -dijo, y se dio cuenta de que a Edward le dolieron aquellas palabras.
-     Estuve a punto de desaparecer de tu vida hace ocho años, cuando me dijiste que estabas embarazada -dijo Edward, y Bella cerró los ojos, aceptando que le correspondía a él hacerle daño- Pasé aquella noche aquí, en Londres, pero lo que no sabes es que tuve varias entrevistas en las que me ofrecieron irme a trabajar al extranjero.
Bella lo había sospechado. Desde que supo su aventura con Tanya, sospechó que Edward se había visto atrapado por su embarazo. Edward no se habría casado con ella, pero no tuvo elección.
-     No… -dijo Edward agarrándole las manos otra vez… estás confundiendo mis razones. ¡No quería dejarte! Pero estaba preparado para salir de tu vida por tu propio bien. Eras demasiado joven como para decidir tu vida tan pronto. Aquellas ofertas de trabajo eran una encrucijada. Acepté una de ellas, porque creía que era lo mejor para los dos. Pero no era una decisión fácil y me sentía muy mal, ensayando un montón de adioses.
Se detuvo, recordando.
-     Y allí estabas tú -murmuró-, de pie delante de mí, mirándome con esa… con esa -dijo, cubriendo con una mano los ojos de Bella por un instante- Y allí estaba yo, muriéndome por dentro porque tendría que abandonarte. Y lo que ocurrió a continuación… -dijo tragando saliva- ... fue que hicimos el amor cuando no debimos hacerlo, porque, ¿cómo le dices a la mujer que amas que vas a dejarla? -dijo, tan perdido en sus propios recuerdos que no se daba cuenta de que Bella estaba pálida y quieta- Entonces, cuando trataba de decirte que me iba, apoyaste la cabeza en mis rodillas y dijiste: «Estoy embarazada, Edward, ¿qué vamos a hacer?».
Rió ligeramente, sacudiendo la cabeza.
-     Fue como la anulación de una condena a muerte cuando el verdugo está a punto de ponerte la soga al cuello. Me sentí libre, vivo. Tan vivo que lo único que pude hacer fue quedarme allí sentado y dejarme invadir por la alegría. No tenía que dejarte marchar porque me necesitabas. ¡Me necesitabas! Podía dejar de pensar en tus estudios, en lo joven que eras. Y podía hacer lo que más deseaba, que era casarme contigo y cuidarte y guardarte, para que nadie supiera el maravilloso tesoro que tenía.
Respiró profundamente y luego, dejó escapar el aire muy despacio.
-     Entonces, nos casamos -continuó con menos emoción-. Y nos vinimos a vivir en aquel piso tan pequeño de Camden Town. No teníamos dinero ni propiedades, pero creo que no he sido más feliz en mi vida. Entonces, llegaron los mellizos y empecé a hacer algo que siempre había pensado, empecé a jugar en la bolsa. Compré acciones, y un día, un paquete me dio un gran resultado. Podía hacer dos cosas: comprar una casa para ti o reinvertirlo todo. Lo invertí todo -confesó-, y me sentí como si hubiera cometido un pecado mortal.
A Bella le habría gustado que, al menos, consultara con ella lo que debía hacer.
Pero, pensó, tal vez, Edward no habría llegado a ser el que era si hubiera tenido que consultar a otros cada vez que tomaba una decisión arriesgada.
-     Pasé un año sintiéndome culpable cuando se hizo tan difícil vivir en aquel piso con los dos niños. Pero entonces, las acciones empezaron a dar dividendos y alcanzaron un precio tan alto que las vendí para invertir otra vez. Y después de aquello, nunca tuve que mirar atrás. Compramos la casa y fundé mi propia empresa, que ha crecido hasta llegar a convertirse en lo que es hoy. Aunque todo eso, no sin sacrificios. Cuanto más crece la empresa, más tiempo tengo que pasar trabajando. Y la naturaleza de mi negocio supone que tengo que moverme por ciertos círculos sociales para enterarme de lo que pasa en el mundo de los negocios. Pero, cuanto más conozco ese mundo, más decidido estoy a que no te toque ninguna de sus bajezas. Tú has sido el jardín de rosas en medio de la jungla urbana en la que me desenvuelvo. Tú has sido la única constante de mi vida. Siempre que vuelvo a casa, veo a la chica de diecisiete años de quien me enamoré y sé que sería capaz de luchar contra el mismo diablo para conservarte así.
De nuevo, respiró profundamente. Miró a Bella con alguna timidez, porque le estaba revelando demasiado del hombre que normalmente guardaba escondido en su interior, el hombre que Bella siempre había querido conocer, pero que nunca parecía estar lo bastante cerca de ella.
-     Creo que allí arriba, alguien debía pensar que era demasiado feliz, porque tuviste un embarazo y un parto muy difícil con Anthony, y uno de mis últimos negocios se vio metido en un escándalo de fraude, que llevó meses resolver. Pasé más tiempo fuera que en casa, que era donde debía estar, ayudándote. Porque muchas veces eres demasiado terca, Bella. Teníamos más dinero del que podíamos gastar y te negaste a contratar una asistenta.
Bella se irguió.
-     Puede que tú no puedas dirigir este lugar tú sólo, pero yo sí puedo ocuparme de una casa y tres niños.
Edward suspiró.
-     Pero todos tenemos un límite de resistencia -señaló-. Tú casi alcanzaste el tuyo cuando nació Anthony y nos dio cuatro meses de tormento.
-     Y me enteré de tu aventura con Tanya -añadió Bella con frialdad.
Pero Edward negó con la cabeza.

-     No. Ése fue el resultado de sobrepasar mi límite de resistencia, Bella. Casi lo pierdo todo en la compra más difícil en la que he estado metido. Harvey's, un grupo de empresas más grande que el mío, decidió que quería quitarme de la circulación y me atacó con todas sus armas. Incluida una acusación de fraude.

Hola antes que nada quiero agradecerles su compañía en esta historia que he de comunicarles le queda solo un capitulo mas.
Ahora viene el momento en el que les hago la sugerencia para una nueva historia, tengo dos en mente y les dejare los resúmenes para que me ayuden a decidir por cual empezar. 
También me gustaría agradecerles todos sus comentarios, claro que los leo y me encantan, solo que se me hace un poquito mas difícil contestarles por acá, si se dan cuenta procuro no meterme mucho con cada capitulo que subo, si quieren me pueden contactar en el grupo del Face dando clic aquí.
La primera opción es:

Amantes
Helen Brooks

Bella Swan se sintió la mujer más feliz del mundo el día que ella y Edward se unieron en matrimonio. La pareja vivía un romance perpetuo hasta que Bella descubrió un terrible secreto. Amaba a Edward, y él le correspondía... pero tuvo que huir de su lado, abandonarlo, para protegerlo de la verdad que lo arrastraría con ella a un infierno viviente. Sólo que Bella había olvidado una cosa... la determinación de un hombre enamorado...

La segunda opción es:

EN EL DOLOR Y EN EL AMOR
LUCY MONROE

Edward Cullen seguía queriendo una esposa e hijos a pesar de que un accidente le había impedido volver caminar. Por eso le propuso a Bella Swan un matrimonio de conveniencia. 
Ella también había deseado siempre tener un hijo, y llevaba años enamorada en secreto de Edward, que no podía decir que no... La pasión que Edward despertó en el la dejó sin aliento. 
Pero cuando se dio cuenta de que la recuperación de Edward era inminente, y de que su bella ex prometida lo esperaba para casarse, Bella creyó que él ya no querría nada con ella.
¿Por qué deseaba seguir casado con ella si ya no la necesitaba?