domingo, 29 de marzo de 2015

Vidas Secretas Cap. 9

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de S. Meyer y la historia es de Lucy Monroe yo solo la adapte para su disfrute. 

Capítulo 9


-     Si me caso contigo y luego nos divorciamos, podrías quedarte con mi bebé –dijo ella, con una expresión de profundo miedo.
-     ¿De veras crees que te haría algo así? -dijo él, lanzando un juramento-. El matrimonio es para siempre. Este bebé y los que le sigan tendrán a su madre y a su padre para que los críen.
-     ¿Quieres tener más hijos? -preguntó, porque nunca había pensado en ello.
-     Sí. ¿No querrás tener uno solo, no? -preguntó, horrorizado.
-     No. Quiero al menos dos, pero me encantaría tener cuatro.
-     ¿No crees que será mejor que te cases conmigo antes?
-     ¿Por el bebé? -le preguntó, deseando que fuese diferente.
-     Sí, pero también por ti.
-     ¿Porque no tendría que trabajar para mantenernos si me casase contigo?
-     No tendrás que trabajar hagas lo que hagas. De ahora en adelante, el bebé y tú seréis mi responsabilidad, pero serías más feliz casada conmigo que siendo una madre soltera -afirmó con arrogancia innata.
-     ¿Cómo puedes estar tan seguro?
-     Porque te daré todo lo que necesites para ser feliz.
Todo menos su amor, pensó ella con tristeza. Pero tendría su pasión, se lo había demostrado la noche anterior. Y también su apoyo. Ya lo había hecho con la visita de su madre. Tendría su respeto. Si no la respetase, no le estaría pidiendo que se casase con él, de ello estaba segura.
- Desde luego que tranquilizaría a mi madre.
- Si te casas conmigo -dijo él con una expresión calculadora en el rostro-, volveré a comprar la Mansión Swan y me ocuparé de mantener el personal mientras viva tu madre.
La generosidad de su oferta la asombró. Comprendía su deseo de ocuparse del bebé y de ella, pero asumir la responsabilidad de su madre era excesivo y muy entrañable.
- Te ganarás a mamá para toda la vida.
- Sí, lo sé -frunció el ceño-. Me ha dicho que no quiere una boda por todo lo alto, que tú te avergonzarías. ¿Es eso verdad?
- ¿Avergonzarme yo de casarme contigo? -le preguntó ella con incredulidad.
- De hacerlo en público con un embarazo avanzado.
- No me avergüenza mi bebé.
- Me siento muy orgulloso de que lleves a mi niño, yineka mou.
Bella se imaginó una boda tradicional con traje de novia y velo largo.
- ¿En qué piensas, pequeña? Los ojos se te han puesto dulces y dorados.
- Pensarás que soy una sentimental -confesó, ruborizada-, pero siempre quise casarme de blanco con un velo larguísimo de encaje -suspiró y se tocó la tripa-. Pero supongo que resultaré un poco ridícula en mi estado.
Él volvió al sofá y la tomó de la mano.
- El blanco es símbolo de un corazón puro. A mí no me parecerías ridícula.
- ¿De veras? -dijo ella, sintiendo una opresión en el pecho.
Se inclinó y le besó suavemente los ojos, las mejillas y, finalmente, los labios.
- ¿En serio crees que debería ir de blanco? -sonrió ella-. Me gustaría eso.
- ¿Quieres decir con ello que te casarás conmigo?
¿Había habido alguna duda?
-     Es lo mejor para el bebé -dijo, por orgullo.
La expresión masculina se endureció y él se puso de pie.
- Hay que hacer planes. Quiero que nos casemos dentro de una semana.
- ¿Tan rápido? ¿Y mi vestido y la iglesia…?
- Yo me ocuparé de ello.
Ella no discutió con él. Seguramente un millonario podría organizar una boda en el último momento. Poderoso caballero, don dinero.
- Yo quiero elegir mi vestido.
- Como desees -se encogió él de hombros y se dirigió al teléfono.
- Edward, ¿es esto lo que quieres?
- Estoy recibiendo lo que me merezco -le dijo él con una seca carcajada-. No espero nada más.
- Pero, pensaba que querías casarte -dijo ella, perpleja. ¿Lo habría malinterpretado? La única esperanza que le quedaba era que él la desease. ¿Le habría bastado con una noche de pasión para satisfacer su ansia?
- Sí que quiero -dijo él, el ardor de sus ojos confirmando sus palabras.
- Pero ahora que he aceptado, no pareces feliz.
Él volvió hasta ella y la tomó en sus brazos.
-     No estoy infeliz, pethi mou, solamente preocupado con los detalles de la boda ahora que has accedido.
Era lógico y ella perdió el miedo cuando sus brazos la rodearon.
- De acuerdo -dijo, y bostezó.
- Vete a dormir un rato -dijo él, haciéndola girar hacia la puerta del dormitorio y dándole una palmadita en el trasero-. Las embarazadas necesitan descansar.
Obedeció, reconfortada. Solamente más tarde, cuando se estaba durmiendo, se dio cuenta de que nuevamente él había evitado el tema de sus padres.
Edward la vio irse y suspiró. Había accedido, por fin. Ya lograría que volviese a confiar en él.
Le demostraría que podían recobrar lo que habían compartido en París. El afecto. La diversión. La complicidad. Cuando viese que él nunca más la rechazaría de aquella forma cruel, recuperaría su radiante felicidad.
Al menos había cumplido con la promesa a su abuelo.
-     ¿Por qué estás nerviosa? Has pasado lencería frente a mucha más gente
Bella arregló la falda de su vestido en el asiento de la limusina. Era verdad, pero nunca frente a la ex novia de Edward y de su hermano.
-     ¿Creerá Emmett que soy una golfa? Estoy segura de que me culpa de la humillación de Rosalie.
Edward se dio vuelta hacia ella de golpe, los ojos relampagueantes.
- ¿Por qué dices eso? Mi hermano no te culpa.
- No seas ridículo. ¿A quién más iba a culpar? Estoy segura de que me odia.
Edward se la sentó sobre el regazo sin importarle los metros y metros de satén.
Le tomó la barbilla, forzándola a mirarlo.
-     Mi hermano no te culpa. Es consciente de que desconocías la existencia de Rosalie. Sabe quién es el verdadero culpable: yo.
-     Pero es tu hermano. Seguro que te perdonará -como ella había perdonado montones de veces a su madre-. Pero tu familia pensará que te has casado con una oportunista, embarazada de cinco meses. No me conocen.
-     Mi abuelo y Emmett saben que eso también es culpa mía. No te preocupes, Bella. Emmett está contento con esta boda e ilusionado con la perspectiva de ser tío. Tú has hecho posibles ambas cosas. Te adorará.
La limusina se detuvo y la puerta se abrió. Edward la tomó en sus brazos.
-     ¡Me tienes que llevar en brazos al entrar en la casa, no en la recepción! –exclamó ella, con un chillido.
Él rió, una risa que ella no oía desde que se separaron en París.
-     Puedo hacer las dos cosas.
La llevó hasta el salón del hotel donde se oficiaba la recepción. Se oyó una fuerte ovación cuando entraron. La siguiente hora transcurrió mientras recibían las felicitaciones de sus invitados. Bella se sentó luego a descansar en una de las sillas colocadas en grupitos junto a la pista de baile.
-     Parece que no era un cerdo, después de todo -dijo Alice, sentándose a su lado
-     Hola, Alice -sonrió a su hermana-. ¿No es fabuloso todo? ¡Increíble! –era ridículo lo feliz que se sentía, considerando que se había casado por conveniencia.
-     Los coches de caballos fueron un detalle precioso, las flores de pascua rojas y blancas, el acebo... Casi no se veían los bancos de la iglesia.
-     Hizo todo lo posible porque resultase especial. Se pasó la semana preguntándome si no quería nada más, asegurándose de que se cumpliese todo lo que había soñado para mi boda.
-     ¿Y por qué no iba a ser así? -preguntó Edward tras ellas. Se acercó y le apoyó la mano en el hombro que dejaba al descubierto el escote barco de su vestido-. Solamente te casarás una vez. Tenía que ser la boda de tus sueños.
- Lo ha sido -dijo ella, girando la cabeza para mirarlo.
- Me alegro, pequeña -dijo él, besándola en los labios-, ése era mi único deseo.
Si ella no hubiese sabido lo contrario, habría pensado que él parecía enamorado.
Aunque no lo estuviese, tendría que tenerle cariño para tomarse todas las molestias que se había tomado para verla feliz.
-     ¿Otra vez mirándola con ojos de cordero? -un hombre que podría haber sido el hermano gemelo de Edward de no ser por su juventud, le dio una palmada a éste en la espalda-. Ya tendréis tiempo más tarde.
Edward apretó ligeramente el hombro de Bella para tranquilizarla.
-     No le tomes el pelo a tu hermano -dijo riendo Rosalie, una hermosa mujer con clásicas facciones griegas y aire de juvenil inocencia-. Tiene derecho a estar feliz con su novia el día de su boda.
Al recordar la foto que había visto del día en que Rosalie y Emmett se habían casado, Bella pensó que Rosalie se habría sentido así y se lo dijo.
-     Es verdad -dio Emmett, rodeándole los hombros con el brazo en un gesto posesivo mientras ella se ruborizaba.
Bella sonrió, aliviada. Se veía que eran felices.
-     No sólo en el día de la boda, ¿sabéis? -comentó Jasper, uniéndose al grupo para sentarse junto a Alice-. Yo también lo siento ahora.
- Entonces, ¿me esperan años de miradas de cordero? -bromeó Bella.
- ¡No soy un cordero! -dijo él, ofendido, como ella esperaba.
- Desde luego que no -replicó, picara-. De comparar, habría que compararte con un toro -se tocó el vientre-. Yo diría que esto es la prueba positiva de que eres un macho capaz de procrear.
Se hizo un instante de silencio escandalizado mientras el grupo asimilaba su comentario, un poco subido de tono, luego todos explotaron en carcajadas, incluido Edward. Siguieron bromeando un poco más.
Luego Alice le dio la bienvenida a Edward a la familia, lo cual él le agradeció con seriedad en vez de su usual arrogancia.
- ¿Estás lista para irnos? -le preguntó luego a Bella.
- Todavía no hemos bailado -dijo, deseando hacerlo.
- Y debemos hacerlo -sonrió-, para seguir la tradición, ¿verdad?
Ella asintió, feliz al ver su expresión indulgente. Se sentía mimada.
Él alargó la mano y la llevó al centro de la pista de baile, donde unos pocos invitados conversaban en pequeños grupos. La orquesta comenzó a tocar un lento vals.
Edward bailaba divinamente y Bella se dejó llevar, disfrutando del placer del baile. Otras parejas siguieron su ejemplo.
-     Gracias -dijo, elevando la mirada a los ojos de él-. Por todo: la boda, conseguir que mamá no perdiese la calma la semana pasada, lograr que Alice no creyese que me casaba con un ogro, comprar la Mansión Swan para mamá… supongo que no creía que lo decías en serio y, sin embargo, lograste hacerlo en menos de una semana.
Estoy anonadada.
- Quiero que seas feliz, ya te lo he dicho.
- ¿Todos los Cullen están dispuestos a sacrificarse por sus esposas?
Una sombra pasó por las facciones masculinas, desapareciendo rápidamente.
- Todos los hombres Cullen de mi familia, sí.
- Eso me da mucha esperanza para el futuro, mon cher.
Él se quedó quieto en medio de un giro.
- ¿Qué pasa? -preguntó ella, asustada, pensando que lo había pisado.
- Dilo otra vez.
- ¿Qué? -preguntó. Luego se dio cuenta. Desde su reencuentro en casa de Alice, no había utilizado ningún término cariñoso para dirigirse a él.
- Mon cher -repitió y tiró de él además de ponerse de puntillas para besarlo.
Fue un beso carente de pasión, el restablecimiento de un vínculo que había sido cruelmente cercenado, dejándola sangrante e hiriendo también a Edward. Sus labios se unieron en el cariño, el recuerdo y la renovación.
Tres horas más tarde, se encontraban en el jet privado de Edward. Bella se había puesto un elegante y cómodo jersey de crochet de color miel y pantalones elásticos a tono. Sentada en el pequeño sofá de la cabina principal del avión, bebía el zumo de frutas que le había servido la azafata.
-     Saldremos en menos de media hora -le dijo Edward, tras hablar con el piloto.
Él también se había cambiado y llevaba pantalones de vestir negros y un jersey de Armani gris sobre un polo negro. Se sentó a su lado y el roce de su muslo contra el de ella le causó un estremecimiento de anticipación.
-     ¿Cuánto tardará el viaje a Atenas? -preguntó, intentando contener el deseo de acariciarle el torso bajo el jersey.
- Depende -se encogió él de hombros-. Unas ocho horas.
- Me alegro de no tener que hacer el viaje en una aerolínea comercial, no creo que pudiese soportar estar apretujada en un asiento con esta tripa.
- Nunca hubiese pretendido que lo hicieses -dijo él, rozándole la mejilla con un dedo-. No te he preguntado si te molestaba cambiar de médico.
- Resultaría un poco difícil que me atendiese mi médico en Grecia -sonrió.
- He arreglado todo para que te vea un eminente obstetra en Atenas. Quiere que te mudes al piso de Atenas durante el último mes.
- ¿Ya has hablado con él? -dijo, aunque sin sorprenderse demasiado. Después de todo, se trataba de su heredero.
- Me lo han recomendado mucho, pero si no te gusta, podemos buscar otro.
De repente, se dio cuenta de que Edward estaba preocupado.
-     Todo irá bien -le dijo, apoyando su mano sobre la de él-. ¿Has hablado para que le pasen mi historia clínica?
- Los mandaron por fax hace tres días.
- ¿Firmé los papeles para eso? -preguntó. Había firmado muchos documentos la última semana y no se acordaba.
- Sí.
- ¿Piensas estar conmigo durante el parto?
- Me gustaría mucho, pero la decisión final tiene que ser tuya.
La sorprendió que él quisiera estar y que dejase la decisión en sus manos.
- Quiero que estés.
- Entonces, lo haré. Creo que hay clases de preparación al parto, ¿no? ¿Qué pasa? -preguntó, al ver que ella lo miraba, muda de sorpresa-. ¿No quieres que te acompañe?
Alguien tiene que ayudarte y como esposo tuyo, me corresponde hacerlo -se enfadó, como si ella se lo hubiese negado.
-     Quiero que seas tú quien me acompañe -dijo ella. Había soñado mil veces con compartir su embarazo con él, creyendo siempre que aquello era una fantasía, pero la cruda realidad había sido que estaba sola y daría a luz sola-. Es lo que más quiero en el mundo -dijo y rompió a llorar.
-     Bella, yineka mou, ¿qué pasa? -le preguntó, asustado-. No te angusties de esa forma. Ven -le quitó la copa de la mano y, dejándola a un lado, la sentó en su regazo igual que en la limusina-. Dime por qué lloras.
-     Deseé muchas veces que estuvieses allí -dijo ella entre sollozos-. Me despertaba y alargaba la mano, pero sólo encontraba la cama vacía. La primera vez que sentí que el bebé se movía, deseé llamarte, pero creía que estabas casado. Te e… e… che mucho de menos…
Sus sollozos se fueron calmando poco a poco y él le secó el rostro como si ella hubiese sido una niña.
- Serás un buen padre -dijo ella, sonriendo entre lágrimas.
- Nunca más te faltaré -dijo él, sin reír por la broma. Sus ojos se habían oscurecido, dos pozos insondables de emoción.

Ella sonrió, aceptando aquel voto que acompañaba la promesa de sus ojos.

9 comentarios:

  1. Muchas felicidades escribes maravillosamente gracias por compartir tus historias...
    Seguirás publicando en fanfiction?

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  2. Me encanta que Edward por fin se haya rendido a quererla, y espero que le demuestre que el matrimonio es porque la ama, y no solamente por el bebé...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  3. La verdad es q Edward se está portando genial redimiendo todo el daño q le hizo

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  4. me encantóoooooooo gracias por compartirlo

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  5. me encanta esta adaptación. un fallo que le veo a la página es el fondo creo que es azul debajo del texto rosa. me parece que es un color muy fuerte estaria bien si fuese mas claro haria que el texto destacase más y ese tipo de letra en cursiva es demasiado compacta. con esto no pretendo ofenderte pero creo que así el blog ganaría mucho y se veria mas bonito que no digo que sea feo

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  6. Corrí de f.f. para seguirte. Gracias por terminarla.

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  7. Corrí de f.f. para seguirte. Gracias por terminarla.

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  8. Gracias fascinada cada vez que leo ésta historia. Edward fue muy duro juzgandola antes de conocer los hechos ahora tiene que besar el suelo por donde Bella pisa hasta recobrar la confianza de ella hacia él. Se aman con locura

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  9. Hola me gusta mucho tu historia,gracias porcompartir,saludos y te leo.

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