viernes, 13 de noviembre de 2015

Cap. 5 en el dolor y el amor

Capítulo 5

Bella se vistió con más cuidado que de costumbre. Dudaba entre un conjunto de falda corta y chaqueta de ante y una falda larga vaquera con una camiseta de manga larga negra. La falda de ante era corta, por encima de las rodillas, y aún con medias se sentía algo incómoda, así que se puso el otro conjunto antes de cepillarse el pelo y ponerse un pasador negro ovalado en la trenza.
Pero su ropa no sería armadura suficiente contra los recuerdos de Edward haciéndola gritar de placer. Odiaba la idea de verlo, pero no quería ser una cobarde. Tenía que afrontar lo que había pasado el día anterior para poder seguir adelante, aunque cuanto menos se hablara acerca de aquel vergonzoso episodio, mejor, opinaba ella.
Esa vez, cuando llamó a la puerta, esperó a que le dijera que podía entrar. Empujó la puerta, que se parecía más a la suite de Emmett que a un habitación de hospital, y vio a Edward, sentado en su escritorio, vestido con los pantalones cortos y la camiseta ajustada de sus sesiones de fisioterapia.
Estaba concentrado en el ordenador, no en ella, y tuvo tiempo de componerse ante su sexy presencia. No sirvió de mucho porque ella estaba deseando lanzarse de nuevo a sus brazos y suplicarle que le diera más de aquello que le había dado el día anterior. La urgencia la dejó un poco temblorosa, así que se sentó.
-         Buenos días, Edward. Veo que ya estás trabajando.
   Buon giorno, bella. ¿Has dormido bien? -dijo él, girando la silla para ponerse frente a ella.
Toda su compostura pareció desaparecer en un momento.
   Sí -dijo con voz temblorosa.
-         Estabas exhausta cuando te dejé -sus miradas se encontraron y ella pudo ver la evidencia de la satisfacción en los ojos verdes.
-         Te aseguraste de ello.
Su sonrisa era de todo un conquistador.
-         No hay duda alguna de que podré satisfacer todas tus necesidades cuando nos casemos, tesoro.
Edward necesitaba probarse a sí mismo que seguía siendo todo un hombre, y lo había hecho. Por un lado, ella se lamentaba de que la utilizara como forma de terapia para sus frustraciones, pero por otro se alegraba de haber podido devolverle esa parte de su orgullo admitiendo su reacción ante sus caricias.
Además, ella nunca se había cuestionado su nivel de satisfacción si se casaba con él.
-         Pero no serás feliz, Edward. No quieres casarte conmigo.
-         Ya dijiste eso ayer, y te probé que estabas equivocada, ¿no?
¿Qué decir? No quería dañar su ego diciéndole que ella había pensado que lo que necesitaba era probarse algo a sí mismo, pero, por otro lado, ¿cómo podía plantearse el matrimonio cuando había estado comprometido con Tanya hasta la mañana anterior?
-         Tanya volverá, Edward. Estaba enfadada, pero se dará cuenta de su error y no querrás estar atado a otra mujer cuando eso ocurra.
-         Lo de Tanya ha acabado, ya te lo dije ayer -dijo él con expresión dura.
No le gustaba repetir las cosas.
-         Pero...
-         No discutas. Tú quieres casarte conmigo.
-         ¿Quién lo dice? -saltó ella ante tal arrogancia.
   Yo lo digo.
-         Hace no mucho me utilizabas para poner celosa a tu poco atenta prometida -¿acaso se había olvidado de eso?
Sus ojos se abrieron sorprendidos.
-         Yo no hice eso.
Él nunca le había mentido hasta entonces y ella no podía tolerarlo, ni siquiera para no herirle en su orgullo.
-         Sí lo hiciste.
-         Cuando me tocaste ese día, sabías que ella lo vería. Ni siquiera tengo claro si el beso de ayer no tuvo la misma intención -dijo ella, admitiendo el más terrible de sus miedos.
-         Si te he tocado alguna vez, ha sido porque quería hacerlo, mi tesoro, ¿cómo puedes creer lo contrario? ¿Acaso me crees tan ruin como para utilizarte de ese modo?
Visto de ese modo... por su expresión podía deducirse que estaba ofendido.
-         No niego que sus celos ante tus atenciones no me complacieran, pero nunca he alentado esas cosas. Edward Cullen no lo necesita.
Genial. Ahora no sólo había ofendido su sentido de la integridad, sino también su orgullo.
El gesto de Edward marcaba bien su musculatura, y Bella se distrajo de la conversación.
-         ¿Levantas pesas?
-         ¿Qué?
Su cara se tiñó de rojo cuando se dio cuenta de lo que había dicho y la cara divertida de
Edward.
-         Nada, no es importante.
-         Eso es cierto. Tenemos otras cosas de las que hablar. ¿Te disgustarías si no tuviéramos una gran boda?
-         No me importa.
No le importaba casarse en el Registro Civil si creyera que Edward deseaba realmente casarse con ella.
-         Bien. Quiero casarme antes de volver a Italia.
-         No he dicho que me vaya a casar contigo -ni siquiera tenía que estar considerando la posibilidad—. Mira, si todo esto es por lo que dijiste ayer, no tienes que preocuparte. Ya sé que no lo decías en serio en ese momento. Estabas muy afectado.
-         ¿Afectado? ¿Yo? Eso es algo de jovencitas y de mujeres mayores.
Ella cada vez se estaba poniendo más nerviosa.
-         Lo que quiero decir es que no te tomo la palabra por lo de ayer.
-         Pero, cara, es que yo sigo pensando igual que ayer.
-         ¿Qué es lo que piensas?
-         Me dejaste hacerte el amor. Eso implica cierto grado de responsabilidad.
Era demasiado listo.
Ella ni siquiera intentó rebatir la idea de que le había hecho el amor, porque a todos los efectos, se lo había hecho.
-         Muchas mujeres se acuestan con hombres sin tener que casarse por ello -replicó ella.
-         Pero tú no.
Ella le lanzó una mirada de odio, deseando borrar esa sonrisa de autocomplacencia de su cara.
-         Tal vez sí.
Él se echó a reír y ella quiso gritar.
-         Ayer admitiste que estabas intacta. No intentes provocarme ahora.
-         Que no haya tenido sexo con un hombre no quiere decir que no me haya dejado tocar - añadió ella.
¿Cómo podía haber olvidado su arrebato de furia el día anterior cuando ella lo provocó del mismo modo?
En un segundo, la silla cruzó la habitación y la agarró de los hombros con las manos.
-         Dime la verdad -dijo él, como si cada palabra fuera una bala.
-         ¿Por qué estás tan enfadado? -preguntó ella, sintiéndose indefensa ante aquella reacción.
-         ¿Preguntas eso después de lo de ayer?
Gracioso, pero hasta entonces pensaba que lo del día anterior sólo le había ocurrido a ella. Desde luego, fue Edward quien lo provocó, pero ella no había pensado que le pudiera haber afectado de ningún modo. Aparentemente, darle a una mujer su primer orgasmo, o varios, hacía que un hombre se sintiera posesivo.
-         Nunca he dejado que ningún hombre me tocara como lo hiciste tú -admitió ella entre dientes. No quería provocar otra escena como la del otro día.
-         Eso era lo que creía. No me engañes más -dijo, acariciándola.
-         Eres un mandón.
-         Es lo que pasa cuando se es el hermano mayor -se encogió de hombros y cambió de tema-. Los médicos han dicho que podemos volver a casa dentro de una semana.
-         ¿Y la terapia?
-         Ya he hablado con un eminente fisioterapeuta para que me trate en nuestra casa en Milán.
Otra vez estaba asumiendo que ella accedería.
-         Edward, ¿sigues queriendo a Tanya? -preguntó sin rodeos. El resto podía solucionarse, pero no iba a casarse con un hombre enamorado de otra mujer.
Su cuerpo se tensó y se apartó de ella.
-         Mis sentimientos por Tanya no son asunto tuyo.
-         ¿Cómo puedes decir eso? Quieres que me case contigo pensando que estás enamorado de otra mujer. Eso es una crueldad, Edward.
-         Porque tú me quieres, ¿verdad?
-         No pongas en mi boca palabras que yo no he dicho. Estamos hablando de tus sentimientos.
-         No. En absoluto. Cualquier cosa que sintiera por Tanya es cosa del pasado, como ella.
¡Ojalá fuera verdad!, pensó ella.
-         ¿Por qué quieres casarte conmigo? -tal vez si le hacía enfrentarse a sus razones se daría cuenta de que no estaba siendo realista.
-         Ya te lo dije ayer. Ya tengo edad para casarme. Mi madre espera una nuera y yo quiero hijos. Y tú y yo nos llevamos bien, cara. Serás una madre y una esposa admirables.
Aquello era todo un discurso para un hombre como Edward.
-         ¿Quieres casarte conmigo porque seré una buena madre?
Él sacudió la cabeza.
-         También creo que serás una buena esposa. Ya conoces mis limitaciones. No esperarás más de lo que yo puedo darte.
¿No? Tal vez no, pero eso no significaría que no lo deseara. Ella se quedó con una frase
«Conoces mis limitaciones». Aún seguía obsesionado por la parálisis temporal. Ella se dio cuenta de que no tenía opciones reales. Ahora Edward se sentía vulnerable, y para un hombre como él, aquello era una tragedia. Ahora no podía aumentar esa vulnerabilidad rechazándolo.
Pero no podía engañarse a sí misma creyendo que la decisión era totalmente altruista. Si se casaba con Edward, volvería a tener una familia. Se había sentido muy sola después de la muerte de su madre, pero mucho más aún después de que Pamela, la segunda esposa de su padre, la desterrara eficientemente del círculo familiar.
Los Cullen habían sido muy amables, pero nunca habían sido nada suyo. Ella no era de la familia, pero si se casaba con Edward, aquello lo cambiaría todo. Ella volvería a tener un hogar, un lugar en el mundo que considerar suyo. Y cuando llegaran los niños, tendría aún más. Volvería a compartir el mismo vínculo que había tenido ella con su madre, aunque esa vez sería ella la madre.
-         Me casaré contigo.
Emmett volvió a Nueva York por la noche. Bella estaba viendo la televisión en un sillón de la salita de la suite cuando él llegó. Ella ya sabía que había pasado a ver a Edward y esperaba ver cómo respondía a las noticias de que se iba a casar con su hermano.
Emmett se quitó el abrigo y lo colgó en el respaldo del sofá. Se sentó enfrente de ella y la miró.
-         Entonces ¿te vas a casar con mi hermano? Eso sí que es trabajar rápido, teniendo en cuenta que hace nada estaba prometido con Tanya.
-         Yo no le puse una trampa.
Emmett le sonrió y se encogió de hombros.
-         Pero lo conseguiste, piccola mia. Eso está bien.
¿Sí? La duda la invadía desde que dejó a Edward en el hospital.
-         Él no quiere casarse conmigo.
-         Me aseguró que sí.
-         Eso es lo que él piensa. Se siente mal porque no puede andar y Tanya ha roto su compromiso. Tan pronto como todo vuelva a su lugar, se arrepentirá de esta locura.
La sonrisa de Emmett desapareció.
-         No está loco. Edward te necesita ahora y lo reconoce. Demonios, creo que siempre te ha necesitado, sólo que no se ha dado cuenta hasta que ha pensado que te perdería para siempre.
Entonces Edward le había contado el enfrentamiento con Tanya.
   La respuesta de mi hermano a sus necesidades actuales es el matrimonio. Teniendo en cuenta tus sentimientos hacia él, es la solución ideal.
Los hombres a veces eran de lo más obtusos.
-         Ni siquiera me ha dicho si sigue queriendo a Tanya.
-         No es tan estúpido.
-         Yo pensaba que era bastante lista hasta que acepté casarme con Edward -¿qué mujer aceptaría casarse con un hombre que no la quería ni lo pretendía? Incluso si ese matrimonio era su mayor deseo...
Emmett sacudió la cabeza.
-         Es una buena decisión. Es lo que él quiere y lo que tú quieres. ¿Qué podría mejorarlo?
Que Edward la quisiera por las razones justas. No se molestó en decirlo, Emmett no lo entendería; en muchas cosas su arrogante hermano y él eran iguales.
-         Mis padres serán tus nuevos padres, y yo tu hermano -dijo abriendo los brazos y sonriendo-. Esto sólo puede ser bueno.
Ella estaba demasiado nerviosa como para reírse con sus gracias.
-         ¿De verdad piensas que estoy haciendo lo correcto?
Emmett alargó la mano y le tomó la suya, apretándosela.
-         No es que sea lo correcto, sino que es muy bueno, piccola. Me encantará tenerte en nuestra familia, ¿y no te gustaría ser mi hermana?
Ella asintió, sonriendo tímidamente, consiguiendo calmar sus dudas y temores con el apoyo de Emmett a su matrimonio con Edward. Pero, ¿qué pensarían sus padres? ¿Creería su madre que Bella había atrapado a Edward en un momento de debilidad como Emmett había sugerido en broma?
La preocupación la mantuvo despierta casi toda la noche y las dos siguientes antes de la boda.
-         Mama se pondrá furiosa con esto de que os caséis en el Registro Civil -Emmett dijo esto mientras les hacían pasar ante el juez de paz para que se celebrase la corta ceremonia civil tres días después de que Edward le pidiera matrimonio a Bella.
Edward giró la cabeza y contestó:
-         Lo superará.
-         Lo más probable es que insista en una boda por la iglesia con todos los detalles de una boda tradicional -replicó Emmett, bromeando.
-         No me opondré, pero todo eso tendrá que esperar hasta que pueda andar hasta el altar - dijo Edward, encogiéndose de hombros.
La insistencia de Edward en una boda por lo civil empezaba a tener algún sentido. Bella había pensado que veía su boda de forma tan pragmática, que no quería pasar por las molestias de una boda tradicional. Además seguramente no habría querido que sus familiares y amigos lo vieran en su actual estado. Aquello también la llevaba a pensar que Edward sólo se había casado con ella por las circunstancias. Edward no la quería.
Mientras repetía las cortas frases de rigor, no pudo mirar a Edward a los ojos y mantuvo la mirada baja, centrada en el ramito de rosas blancas que Edward le había dado. Sin embargo, cuando llegó su turno, Edward, levantándole la barbilla, le habló a ella, prometiéndole fidelidad y respeto con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas acerca de su sinceridad. No pudo evitar sentirse conmovida.
El juez dio permiso a Edward para besarla y así lo hizo, atrayéndola hacia sí. Sus cabezas estaban casi a la misma altura, porque Edward estaba sentado en la silla de ruedas. El beso fue dulce y suave, y ella se sintió deseosa de más y reconfortada a la vez.
-         Congratulación, fratello -Emmett abrazó a su hermano y lo besó en las mejillas según la tradición italiana. Después se giró a Bella, la levantó del suelo y la abrazó-. ¡Bienvenida a la familia, hermanita!
Bella rió y, a pesar de su preocupación, lo abrazó sin reticencias.
   ¡Grazie!
Emmett volvió a dejarla en el suelo. Ella sonrió a Edward y la desconcertó la dureza de su expresión.
Llegaron a Milán a altas horas de la madrugada y Bella atravesó los controles aduaneros medio dormida hasta llegar a la limusina que los estaba esperando. Había dormido muy poco los días anteriores y le costaba mantener los ojos abiertos. Edward y Emmett se sentaron en el asiento frente a ella, y ella dedujo que había algo raro en aquello.
Ella estaba casada, pero no se sentía como tal. Era todo tan irreal... Edward la había tratado más o menos como a un mueble más desde la boda. No había esperado que la colmara de atenciones en el jet privado de los Cullen, al fin y al cabo había más gente presente. Emmett volaba de vuelta con ellos, así como el personal encargado de su seguridad y el secretario personal de Edward, que había estado en Nueva York la pasada semana trabajando con Edward.
Aun así, a pesar de que hubiera gente presente, ella tampoco había esperado que él se olvidara de su presencia.
Bella había esperado a que Edward entrase en la limusina para entrar después y sentarse frente a él, molesta por el trato que le había dado, y Emmett, después de dudar un momento se había sentado al lado de su hermano.
Centrando su atención en el paisaje que se veía desde la ventanilla, intentó imaginar que viajaba sola. Sería menos doloroso.
-         Mis padres volverán la semana que viene -la voz de Edward rompió el silencio.
Bella no dijo nada, asumiendo que se dirigía a Emmett. Al fin y al cabo, llevaba ocho horas sin dirigirle la palabra.
-         Bella.
-         ¿Qué? -dijo ella sin mover la vista de la ventanilla.
-         Estás contenta de volver a ver a mi madre, ¿verdad?
-         Por supuesto -pero no sabía si eso era verdad del todo. Aún tenía miedo de que los padres de Edward pudieran pensar que lo había manipulado en un momento de debilidad.
-         No pareces muy emocionada.
-         Estoy cansada.
-         No me gusta hablarte sin que me mires, cara.
Ella se giró hasta que sus ojos se encontraron. Era difícil leer la expresión de su rostro en la tenue luz de la limusina.
-         Tenía la impresión de que no te apetecía hablar conmigo. Eso es todo.
-         ¿Cómo? ¿Cuándo he dicho yo algo así?
-         A veces las acciones hablan con más claridad que las palabras -las palabras salieron de su boca con más veneno del que hubiera deseado.
Él tomó aliento.
-         ¿Qué problema tienes?
La mirada de Bella pasó de Edward a Emmett y vio que en su cara se dibujaba una expresión de satisfacción. ¿Acaso le gustaba ver a su hermano y a su esposa discutir?
-         Te acabo de hacer una pregunta, cara.
   Y yo prefiero no contestarte -y dicho esto los ignoró a Emmett y a él.
En un claro intento de pacificar el ambiente, Emmett le hizo a Edward algunas preguntas y pronto los dos empezaron a hacer planes sobre la vuelta de sus padres. Bella se giró.
Estaba luchando con el terrible miedo de haber cometido el error más grave de su vida.
Era obvio que Edward se arrepentía de su decisión de casarse con ella. Ojalá hubiera vuelto al mundo real antes de que se celebrara la ceremonia.
Cuando llegaron a la casa de los Cullen, Bella esperó en el exterior de la limusina a que descargaran la silla de ruedas. Edward se dio cuenta de que estaba esperando y la llamó.
-         Ve dentro, no hay motivos para que te quedes aquí.
Ella se sintió dolida e hizo justo lo que le había dicho. Una vez dentro de la casa, fue directamente a la habitación en la que había dormido siempre que iba allí. No iba a dejar que la expulsaran de la habitación principal.
Encontró el camisón que había dejado allí el verano anterior y entró en el baño. Se envolvió el pelo en una toalla, como si fuera un turbante y se duchó. Poco después, estaba sentada frente al espejo del tocador deshaciéndose el recogido que se había hecho para la boda cuando Edward entró.
-         ¿Qué demonios estás haciendo aquí? -preguntó él.
-         Cepillarme el pelo -dijo ella, colocándoselo sobre un hombro y peinándose la larga cabellera. Edward, al lado de la puerta, permanecía en silencio.
Cuando hubo acabado de peinarse, dividió el pelo en tres y empezó hacerse una trenza para ir a dormir.
-         No lo hagas.
Ella se quedó sorprendida y sus dedos se detuvieron. Pudo oír la silla de ruedas cruzando la habitación, pero no se pudo dar la vuelta para mirarlo.
-         Per l´amore di cielo, es precioso -dijo él, pasándole los dedos por el pelo y deshaciendo el principio de la trenza que había empezado a hacerse-. Siempre había querido verlo así, pero es mejor de lo que me imaginaba.
Ella se giró para mirarlo y lo vio absorto en la contemplación de su pelo.
-         ¿Te gusta mi pelo?
Aquello no parecía tener mucho sentido. Ella llevaba el pelo largo porque a su madre le gustaba así y de ese modo se sentía más cerca de ella. Nunca se le había ocurrido que a Edward su ordinario cabello pudiera parecerle tan fascinante, pero así era.
-         Ven aquí -él se acercó para colocarla sobre su regazo, pero animada por un instinto de conservación, ella se levantó de un salto y se apartó de él.
-         Estoy cansada y quiero irme a la cama,
Los ojos de Edward brillaban de un modo que ella no quería entender.
-         Yo también quiero ir a la cama.
-         Pues será mejor que lo hagas, ¿no?
Él se puso muy rígido. Incluso en la silla de ruedas era casi tan alto como ella y mucho más imponente.
-         ¿Quieres decir que vuelva a mi cama mientras tú duermes aquí?
Ella se encogió de hombros intentando hacer como si no le importase, cosa que no era cierta.
-         ¿Dónde está la diferencia? -ella se refería a que, si no la quería o la deseaba especialmente, tampoco debía importarle dónde dormía.
Él se echó hacia atrás como si ella lo hubiera golpeado.
-         De hecho, no hay diferencia, cara, ya que no puedo realizar el ritual tradicional de la noche de bodas y está claro que la idea de compartir mi cama no te atrae lo más mínimo.
-         No es eso lo que...
-         No importa -dijo él interrumpiéndola-. Me parece bien que no esperes de mí que cumpla con mis deberes como marido. La verdad es que no son muy atrayentes cuando no puedo participar completamente y no son necesarios para la concepción de nuestro hijo.
Aquellas palabras fueron como un jarro de agua fría para Bella, que se quedó inmóvil mientras él giraba su silla y salía de la habitación.
Fue hacia la cama sintiéndose muy mayor, sin fuerzas para trenzarse el pelo por el rechazo de Edward. Él consideraba la experiencia más bonita de su vida como un deber, y además innecesario. Y poco atractivo para él. Cómo tenía que haberle molestado su ansia de experimentar placer al no ser ella capaz de devolvérselo...
Incluso si Edward no hubiera estado paralítico, ella no habría sabido devolverle las caricias. Tanya tenía razón y ella no era lo suficiente mujer para Edward, independientemente de su estado. ¿Por qué había querido casarse con ella entonces?
La respuesta llegó con otra oleada de dolor: porque no la quería ni la deseaba. Ella podría darle hijos, pero no sería un recordatorio permanente de lo que no podía tener.

No sabía lo que pasaría cuando Edward recuperase la sensibilidad en sus extremidades inferiores, pero estaba segura de que lamentaría haberse casado.

Hola, antes que nada les pido miol disculpas por desaparecer asi de esta manera, se que no tengo perdon y que no tengo computadora, por el momento lo estoy haciendo en el trabajo y es raro que me diera tiempo, espero que me comprendan, no se si pueda actualizar proximamente o hasta diciembre (despues de la primera quincena) ya que hasta esa fecha podre tener una compu para poder trabajar a gusto desde la casa.
De verdad que mil disculpas.
Besos Ana Lau y hasta la proxima, mil gracias por la paciencia que me tienen.