viernes, 22 de julio de 2016

Epilogo Chantaje a una inocente


Epílogo

Un año y cuatro meses más tarde, Bella estaba en su casa de Calabria, viendo dormir al pequeño Anthony dentro de su cunita después de una ajetreada fiesta de cumpleaños.
Se había casado con Edward en Navidades, en una pequeña capilla en villa San Giovanni, el pueblo más próximo a su casa de campo. Vestida de blanco, había avanzado hacia el altar en compañía de sus mejores amigos; Ángela, Garrett y su esposa, y también Al y los suyos.
Ese día su pequeño cumplía un año de vida; doce meses de hermosos días llenos de luz y color.
La joven bajó la mano y acarició su pelo cobrizo y rizado con ternura.
Era la viva imagen de su padre y, con sólo mirarlo, sentía una felicidad desbordante que la llenaba por completo. Se inclinó sobre la cuna, le dio un beso en la frente y entonces sintió dos brazos fuertes alrededor de la cintura.
—¿Está dormido? —preguntó Edward, contemplando a su hijo por encima del hombro de su esposa— Parece un angelito. Dio, ¿no lo quieres con todo tu corazón?
Bella se volvió y le rodeó el cuello con los brazos. Él acababa de salir de la ducha y sólo llevaba una toalla alrededor de las caderas.
-Sí. Y si ya te has recuperado de la fiesta, me gustaría llevarte a la cama y demostrarte lo mucho que... te amo, Edward.
Los ojos de él lanzaron un destello de pasión. Cuánto había deseado oír esas palabras; cuánto había deseado oírla decir «te amo»...
La abrazó con fervor y besó cada uno de sus delicados rasgos, dejando los labios para el final.
-Gracias, muchas gracias, cara mia —le susurró al oído— Tenía miedo de que no llegaras a decir jamás las palabras que tanto deseaba oír, aunque sé que lo sientes.
-Qué presuntuoso eres —dijo ella en un tono risueño—. Pero te quiero de todos modos.
—No, presuntuoso no. Sólo soy un hombre que te ama con locura. Bueno, ¿y qué era eso que decías de llevarme a la cama...?
Agarrándola de la cintura, se la llevó de la habitación del pequeño sin hacer ruido.
—Estaba pensando... —le dijo de camino al dormitorio principal—. Si estás de acuerdo, claro, quizá sea el momento adecuado para tener el segundo de esos tres niños que querías tener cuando nos conocimos.
-Ya veo que no vas a dejar que se me olvide, Edward.

La puerta de la habitación de matrimonio se cerró tras ellos. Al otro lado se oían risas y besos de amor...                                              


Fin

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