viernes, 18 de septiembre de 2015

Cap 12 Un marido Infiel

CAPÍTULO 12

¿La compra de Harvey's?
Bella siempre había pensado que había sido Edward el que proponía comprar aquella empresa, y no al revés.
Edward asintió, sin saber que Bella estaba asombrada con la nueva visión de los hechos.
-     Fue amarga y muy dura -dijo- Y tuve que asumir riesgos que me hacer temblar cuando pienso en ellos, ahora que terminó todo hace tiempo. En otros periodos difíciles, siempre te tuve a ti para encontrar alivio, pero estabas ocupada con Anthony y con el sarampión de los mellizos. Sé que suena muy egoísta, pero los envidiaba porque ellos obtenían tus cuidados y yo no. ¡Te necesitaba, Bella, pero no podías ayudarme! Y, que Dios me perdone, Tanya sí podía -dijo y suspiró con angustia- Con la brillante ayuda de Tanya, gané la batalla de Harvey's. Pero sabe Dios por qué razón, me sentí tan aliviado que perdí el control y caí en sus brazos.
-     ¿Cuánto tiempo?
Edward la miró con asombro.
-     ¿Cuánto tiempo qué?
-     ¿Cuánto tiempo fuisteis amantes?
Edward sacudió la cabeza con una extraña expresión.
-     Nunca lo fue, al menos, no en el sentido en que tú lo dices. He intentado decírtelo alguna vez, pero te negabas a escucharme… Dios sabe que no te culpo. Al fin y al cabo, te he sido infiel en todo menos en hacer el amor. Salía con Tanya en lugar de volver a casa. La invitaba a cenar, a bailar…
-     Rose me dijo que te había visto saliendo de su apartamento -dijo Bella con voz grave.
Edward asintió.
-     Después de la batalla con Harvey's me volví un poco loco -dijo sin poder ocultar cierto desprecio por sí mismo-. Me quedé sentado aquí bebiendo hasta que no pude volver a casa conduciendo. Tanya me recogió y me llevó a su apartamento hasta que estuve sobrio. ¡Oh! -añadió con una sonrisa cínica-, no me entiendas mal. Ella sabía lo que estaba haciendo y yo sabía lo que se proponía, pero… no pude. No eras tú y, borracho o no, la idea de acariciarla me ponía enfermo. Debió darse cuenta, porque salió de la habitación. Yo me quedé dormido y no me desperté hasta la mañana siguiente. No tengo ni idea de dónde durmió ella aquella noche, pero entró en la habitación mientras yo trataba de recordar lo que había ocurrido, horrorizado por mi comportamiento incluso antes de que me dijera que no me había portado mal para haber bebido tanto.
Se detuvo para tragar saliva y Bella se puso muy pálida.
-     Dejó que me atormentara durante meses antes de decirme la verdad. Fue su forma de vengarse de mí por quitarle la representación de mi empresa y dársela a uno de sus socios. La noche que habló contigo no fue más que un intento de vengarse de mí.
Cuando la llamé, le dije que iba a retirar mis negocios de su esfera. Estoy hablando de mucho dinero, Bella, de una cuenta muy lucrativa. Que la firma perdiera la representación de mis negocios completamente no iba a sentar muy bien a sus socios, que la temen, sobre todo, porque se puede ir de la lengua. Los insultos que cruzamos son tan viles que no quiero repetirlos, pero me dijo que no la había tocado nunca, lo que me hizo sentirme mucho mejor. Me dijo las peores cosas que se le pueden decir a un hombre, pero a mí me sonaron a música celestial, porque me di cuenta de que estaba diciendo la verdad cuando decía que no la había tocado.
-     Y esa es la verdad desnuda… -dijo mirando a Bella a los ojos- Espero que la creas, pero no te culparé si no quieres hacerlo.
Bella agachó la cabeza, mirándose las manos que tenía apoyadas sobre el regazo. Quería creerlo, necesitaba creerlo, pero…
-     Puedes quedarte con todo mi dinero y todo mi poder -dijo Edward con voz grave-, a cambio de tu perdón.
-     Ya tienes mi perdón -le dijo Bella con irritación, pero las dudas no la abandonaban.
-     Entonces ¿qué más quieres que diga? -dijo Edward con frustración- ¡No puedo obligarte a que lo olvides! ¡Sólo tú puedes hacerlo!
Bella perdió la paciencia y se levantó. Le ponía furiosa que Edward descargara en ella los problemas de su matrimonio. Había revelado mucho de sí mismo, pero aquel hecho no la ayudaba.
Tal vez aquel fuera su problema. Ella, como Edward, siempre había ocultado una parte de sí misma. Sus sueños, tal como él los había llamado. Pero, ¿cómo iba él a saber que su sueño era ser su esposa y la madre de sus hijos, si ella no se lo había dicho nunca?
¿Podría decírselo en aquellos momentos? Con toda la tristeza y el dolor que había llevado a sus espaldas en los últimos meses, ¿podría ser tan sincera con él como él lo había sido con ella? ¿Podría serlo con el fin de salvar su matrimonio?
El silencio era espeso. Entonces, al verlos colgados sobre la pared, detrás de donde Edward se encontraba, le dio un vuelco el corazón…
Emmett, Nessie, Anthony y ella. Sus propios dibujos enmarcados y colgados en el despacho de Edward.
-     Los robé -dijo poniéndose en pie mientras Bella se acercaba a ellos.
-     Quería verlos cada vez que lo necesitaba… ¿Te molesta?
Bella se sorprendió de no haberlos echado de menos. Entonces, recordó el desorden que reinaba en su casa con los preparativos de la mudanza y sonrió.
-     Has quitado las rayas -advirtió observando su retrato y sintiéndose un poco expuesta por lo mucho que revelaba de sí misma- Yo no soy así -dijo a pesar de lo que sus ojos le decían.
-     Sí lo eres -dijo Edward con un orgullo que no le pasó desapercibido a Bella-. Es una galería familiar.
-     Pero faltas tú.
-     Sí -dijo Edward, y la sonrisa desapareció de su semblante-. ¿Por qué Bella? ¿Por qué no había un retrato mío en ninguno de tus cuadernos?
¿Los había hojeado todos? Vaciló un momento y luego, le dijo la verdad, era la hora de la verdad.
-     Todos me quieren -le dijo mirando los retratos de sus tres hijos- Yo creía que tú ya no me querías. Traté de dibujarte -añadió-, pero no lograba recordar tus rasgos, así que lo dejé.
-     ¿Los ha visto Black?
-     ¿Qué? -la hosquedad de su voz la sorprendió y tuvo que pensar por un momento antes de recordar quién era Black-. Oh!, no. Nadie los había visto.
-     ¿Fue muy serio lo que ocurrió entre vosotros?
-     En absoluto.
-     Lo besaste. Os vi.
-     ¿Un beso apresurado en un coche? -dijo Bella burlándose de los celos de Edward-. No fue nada, nada en absoluto.
Pero Edward no se convenció y la agarró por los hombros. Bella suspiró. Edward lo había hecho de nuevo, había descargado las culpas sobre ella de modo que tenía que defenderse de algo que ni siquiera había hecho. Sonrió al pensar en lo absurdo que era todo.
-     Vuelves a parecerte a ese diablo -dijo-. Ya sabes, el que se ducha con fuego.
-     Voy a besarte -gruñó Edward.
-     ¿Qué? ¿Aquí en tu despacho? Te equivocas de escenario, cariño, yo pertenezco a tu otro mundo, ¿recuerdas?
Edward la besó apasionadamente, hasta que Bella se rindió entre sus brazos. La besó hasta que ella le echó los brazos al cuello y le acarició la nuca, hasta que sus lenguas se entrelazaron. Los pezones de Bella se erizaron, al tiempo que sentía la urgencia del deseo de Edward contra el vientre.
-     Te quiero, Bella-susurró Edward.
-     Lo sé -dijo Bella besándole suavemente en el cuello-. Creo que puedo creerte otra vez.
Edward suspiró con alivió y volvió a besarla, esta vez dulcemente.
Uno de los teléfonos empezó a sonar. Edward lo miró con un brillo de ira en la mirada. Luego agarró a Bella y la llevó hasta su mesa.
-     No te muevas -dijo separándose un poco de ella para alcanzar el teléfono.
Fue increíble cómo pasó de ser un amante apasionado a ser un frío hombre de negocios, pensó Bella mientras miraba a Edward aunque sin oír nada de lo que decía.
Parecía más delgado, con los rasgos más duros, como si se hubieran alterado para corresponderse con el hombre que era en aquellos momentos. Su mirada era fría, a pesar de que dejaba de mirarla, y tenía los labios apretados, perdiendo toda la sensualidad que tenían al besarla.
Bella sonrió y Edward frunció el ceño al verla, sin distraer la atención de la conversación que estaba manteniendo. Un diablillo en el interior de Bella hizo que le dieran ganas de hacer cosquillas sobre la armadura de aquel magnate de las finanzas y le acarició un muslo.
Edward casi se atragantó. Agarró la mano de Bella para detenerla, un brillo cruzó por sus ojos y le tembló la voz. Bella se rió.
-     Te llamaré más tarde -gruñó Edward y colgó-. ¡Era un cliente muy importante! ¡Lo has hecho a propósito! -la acusó atrayéndola hacia sí.
-     Te quiero, Edward-le dijo suavemente.
Edward se puso pálido y tragó saliva.
-     Dilo otra vez.
Bella lo besó en la boca con ternura.
-     Te quiero -repitió, dándose cuenta de lo fácil que le resultaba decirlo después de haberlo dicho una vez.
Edward respiró profundamente, casi como si estuviera oliendo el aroma de aquellas palabras.
-     Echaba de menos que me lo dijeras -dijo, y volvió a respirar profundamente- He echado de menos la luz de tu cara cuando me lo dices -dijo acariciándole la mejilla.
-     Te quise cuando era una niña de diecisiete años -le dijo Bella con dulzura- Y, desde entonces, nunca he dejado de amarte. Sólo que, a veces, me olvidaba.
-     Y ocultaste tus sentimientos, convirtiendo las noches en un infierno -dijo Edward con un profundo suspiro- Todas esas noches silenciosas y oscuras. Eran como un castigo.
-     Vámonos a casa -murmuró Bella que deseaba abrazarlo desnudo en la luz de su dormitorio- ¿No nos podemos ir?
-     ¡Claro que podemos! -dijo Edward levantándose de la mesa- Soy el jefe, esto es mío.
-     Mmm, ya me había olvidado de que eres multimillonario -dijo Bella, mirándolo reflexivamente- Eso significa que, si nos divorciamos, la mitad de tus propiedades son mías. Me pregunto si merecerá la pena…
Edward la agarró por los hombros y la condujo hacia la puerta.
-     Vámonos a casa. A la nueva. Le dejaremos los niños al ama de llaves e inauguraremos una de las habitaciones, así podré enseñarte la más valiosa de mis propiedades.
-     Parece interesante -musitó Bella.
-     Será algo más que eso.
-     Estoy en una condición muy delicada, ya lo sabes.
-     Lo que no ha supuesto ningún problema hasta ahora. De hecho, te recuerdo que sueles ser más sensible cuando estás así.
En aquel momento, se abrió la puerta del despacho y los niños entraron corriendo.
Edward agarró a Anthony, que estaba muerto de sueño.
El niño apoyó la cabeza en el hombro de su padre, y Bella no pudo evitar una sonrisa al ver la escena.
Bajaron en ascensor y se dirigieron al aparcamiento.
Edward llevaba a Anthony en un brazo y con el otro rodeaba los hombros de Bella. Emmett se había convertido en un piloto de caza que amenazaba con atacarlos según avanzaban y Nessie iba agarrada con fuerza de la mano de su madre.
-     Nunca volveré a hacerlo, mamá -le había dicho hacía unos instantes. Y Bella sabía que cumpliría su promesa.
Era un día soleado y la mitad de los empleados de Cullen Holdings estaban asomados a las ventanas para ver a la familia del dueño de la empresa.
-     No puedo creerlo -dijo un hombre- Sabía que estaba casado, ¡pero cuatro hijos!
-     Llevo años trabajando para él -puntualizó otro- Y no sabía que estaba casado. Siempre ha sido demasiado duro, no sé cómo una criatura como ésa puede haberse casado con un hombre así.
-     Ahora no parece tan duro -señaló el primero-. Al revés, tiene un aspecto muy amable. Puede que en su casa sea diferente.
-     Puede que ella no sea tan dulce como parece -dijo el segundo-. Después de todo, si tienen cuatro hijos, significa que…
-     ¿Y mi coche? -preguntó Bella.
-     Haré que lo lleven esta tarde.
-     No mientras tenga las llaves aquí mismo –dijo Bella con un aplomo muy femenino.
Edward murmuró algo entre dientes, cambió al pequeño Anthony por las llaves del coche de Bella, y después de abrir el coche les dijo a los mellizos que se metieran en el asiento de atrás. Abrió la puerta del acompañante y ayudó a Bella a entrar.
Los empleados que miraban desde las ventanas, lo vieron volver al edificio y aparecer al cabo de unos segundos con Archer, del departamento de ventas, el joven que había acompañado a Bella hasta su despacho.
Edward le dio las llaves y señaló el coche blanco.
Edward montó en el BMW y, un momento después, salió para abrir la puerta de atrás. Los niños salieron a toda velocidad y él fue a abrir la puerta del acompañante.
Recogió a Anthony y todos juntos se dirigieron hacia el Escort. Edward cruzó unas palabras con Archer y se intercambiaron las llaves. La razón del cambio de coche quedó clara cuando sentaron a Anthony en su sillita. Archer se dirigía al BMW cuando
Nessie lo detuvo. La niña miró a su padre, que a su vez miró a Archer, quien se encogió de hombros, sonrió y la agarró de la mano. Los dos se dirigieron al BMW y los demás al Escort.
-     Santo Dios -dijo alguien- ¡Lo tienen en el bote! Me pregunto cómo lo hacen.
Saberlo puede valer una fortuna.
-     Ojos cafés, pelo castaño y un cuerpo delicioso, aunque esté embarazada, ésa es la fórmula.
-     Yo creía que tenía una aventura con Tanya Denalí -murmuró otro.
-     ¡Tanya Denalí!
-     Perdón. Es verdad, es una idea muy estúpida.
-     Qué niños tan guapos -dijo alguien.
-     Qué mujer tan guapa -dijo otro.
-     -Qué coche tan bonito -dijo riendo el siguiente.
-     ¿Su casa es bonita?
-     Su negocio es bonito -dijo algún bromista.
-     Bonito panorama. Venga, todos a trabajar -gritó un jefe.
-     Recuérdame que compre una sillita para mi coche -dijo Edward.
-     ¿Qué? ¿Y echar a perder tu imagen de despiadado hombre de negocios?
-     ¿Qué imagen de despiadado hombre de negocios? ¿Te has molestado en mirar a las ventanas del edificio?
-     No, ¿por qué? -dijo Bella, volviéndose a mirar en aquellos instantes y observando a los curiosos- ¿Te van a gastar bromas sobre nosotros?
-     En mi cara, no, si tienen un mínimo instinto de supervivencia. Aunque sabe Dios lo que dirán a mis espaldas.
-     No importa -dijo Bella, apoyando una mano sobre la pierna de Edward-. Despiadado o no, todos te queremos.
-     Deja la mano donde está y dirán que soy un maníaco sexual.
-     ¿Qué es un maníaco sexual? -preguntó Emmett. Bella profirió una risita y apartó la mano. Edward miró al cielo y suspiro.
-     Cuando seas mayor, hijo -dijo- Te lo explicaré cuando seas mayor.
-     ¿Me lo vas a explicar a mí también cuando sea mayor? -dijo Bella.
Edward le dirigió una ardiente mirada.
-     Haré algo mejor que eso. Te haré una demostración en cuanto estemos a solas.
-     Con la luz encendida, para que pueda…
-     ¡Bella! -exclamó Edward, cerrando los ojos- No sabes cuánto deseo hacerlo.
-     Sí que lo sé -le dijo Bella, y su mirada le dijo por qué.
La mirada de Edward se ensombreció.

-     Sigue pensando lo que estás pensando -dijo, y aceleró.

Hola Buenas noches aqui esta el ultimo capitulo de esta historia que les ha gustado tanto.
Bueno pues la ganadora de la votacion fue En el amor y el Dolor.
Comenzaremos con la nueva historia la proxima semana asi que esten al pendiente.
Besos Ana Lau

6 comentarios:

  1. gracias por la historia , nos pusiste a sufrir pero valió la pena ,espero que la próxima se a si de buena

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  2. Gracias por la historia
    No hay epílogo

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  3. Hermosa historias una mejor q la otra pero esta me encanto y la leí varias veces

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  4. Estoy en shock! Vivi algo igual pero yo me fui, me separe quisiera el o no! En fin un par de bofetadas mas a el hermoso Edward y quedaba mas que perfecta! Exitos hermosa! Escribes de maravilla!!

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  5. No me canso de leerla esta historia me encanta..va me gustan todas...gracias por escribirlas..

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