domingo, 24 de enero de 2016

Cap. 8 En el dolor y el amor

Capítulo 8

Cuando los padres de Edward llegaron aquella tarde de su viaje se encontraron con la doble noticia del accidente de su hijo y de que por fin había logrado sostenerse en las barras paralelas.
Esme abrazó y besó a Edward con toda la exuberancia italiana.
-        Hijo mío, ¡tú consigues todo lo que te propones!
-        No es que haya sido el logro del siglo -respondió él mirando a Bella de lado por haberlo dicho.
Sus padres estaban confundidos. Ambos habían alabado a Edward por ayudar a la mujer en apuros, pero, como era de esperar, la madre de Edward se emocionó al ver a su hijo en la silla de ruedas. Bella había mencionado el logro de Edward para centrar la atención en los progresos que estaba haciendo y no en los resultados visibles del accidente.
-        Está claro que dentro de muy poco tiempo volverás a andar -dijo Bella.
-        Por supuesto que sí -dijo Esme.
Comprensivo con el orgullo masculino de su hijo, Carlisle no dijo nada ante las buenas noticias de Bella.
-Mira cómo se impone ante él -comentó en su lugar-. Nuestra Bella no es ninguna debilucha.
Los ojos verdes del padre de Edward le lanzaron un guiño aprobador.
-        Ay, ay, ay... Aún no me puedo creer que mi hijo haya tenido el sentido común de casarse con nuestra chica -respondió Esme, sentándose en el sofá al lado de su marido, frente a Edward.
Carlisle, un hombre imponente, sólo un poco más bajo que Edward, abrazó a la que era su mujer. Desde hacía más de treinta años.
-        Tiene buen gusto como su padre.
Esme enrojeció y dio un golpecito a su marido en la mano.
-        ¡Oh!.
La risa masculina de Emmett hizo que Bella se girara hacia él justo cuando le hacía un guiño a su padre.
-        Yo diría que el gusto de Edward ha mejorado mucho en los últimos seis meses.
Carlisle afirmó.
-        Sí... su corazón está más vacío que mi cuenta corriente después de que tu madre se fuera de compras en Corfú.
Todos rieron menos Edward.
-        Quieres decir que no sé elegir a mis prometidas.
Emmett se encogió de hombros.
-        Has mostrado mejor gusto eligiendo mujer, en mi opinión.
-        Podemos agradecerle a Dios que se diera cuenta a tiempo -dijo Carlisle con la falta de tacto que sólo se permite a un padre.
-        ¿O tal vez al conductor del coche? —preguntó Esme con expresión pensativa.
Bella se sobresaltó y la expresión de desagrado de Edward se hizo más evidente, pero Esme sacudió la cabeza con los ojos llenos de cariño y sabiduría.
-        Las cosas pasan siempre por un motivo. Edward se curará, pero este accidente... ha impedido que cometiera un error con ese matrimonio -su expresión se tornó en desagrado-. Esa chica sólo se preocupaba por su ropa.
Bella miró a Edward, preocupada por su fría expresión.
-        Tanya es modelo, mamá, no bailarina de strip-tease.
Bella se mordió un labio. Edward estaba defendiéndola con demasiado fervor como para no seguir enamorado de ella. Intentó convencerse a sí misma de que era sólo el orgullo y que le costaba admitir sus errores, pero aun así aquello le dolía.
Esme arrugó los labios.
-        En mi época, las chicas italianas decentes no se desvestían delante de extraños ni se exhibían ante los demás casi desnudas. ¿Te imaginas a Bella haciendo algo así?
Edward la miró y ella apartó la mirada. Odiaba ser comparada con Tanya.
-        Soy demasiado bajita como para que me ofrezcan un contrato como modelo -le dijo ella a Esme.
-        No sé yo… más bien creo que la lencería te sentaría mejor que a Tanya y a todas esas modelos tan delgadas -dijo Emmett con un tono realmente malvado-. Ya he visto lo bien que te sienta el bikini.
Entonces fue el turno de Esme de protestar.
-        ¡Emmett! ¡No es apropiado que hagas esos comentarios acerca de tu cuñada!
Emmett se encogió de hombros.
-        Si la he ofendido, lo siento -se giró hacia ella, mirándola travieso-. ¿Te he ofendido, piccola mia?
Ella sacudió la cabeza, no sabiendo qué decir. Su comentario la había avergonzado, pero no se había enfadado. Sabía que le hablaba como a una hermana y así se lo tomó. Eran las bromas de un hermano mayor.
-        Me has ofendido a mí -declaró Edward fríamente.
-        No puedes decirlo en serio -respondió Emmett-. Si te hubieras casado con Tanya, habrías tenido que acostumbrarte a que ese tipo de comentarios aparecieran en los periódicos, no sólo en palabras de tu hermano.
¿Qué intentaba Emmett? ¿Quería que Edward perdiera los nervios?
-        Pero no me he casado con Tanya, ¿O sí? -preguntó Edward, con voz peligrosamente suave.
-        No, y damos gracias por ello -añadió Carlisle, sin que ello ayudara a suavizar la ira de su hijo mayor.
Aunque cambiaron de tema después de aquello, la hora siguiente que pasaron poniendo al día a los padres de Edward acerca de todo lo que había pasado resultó muy tensa para Bella. No podía olvidar cómo había defendido Edward a Tanya.
Cuando la conversación se desvió al tema de los negocios, las dos mujeres se excusaron y Esme pudo enseñarle a Bella todas las compras que había hecho en el viaje.
Bella pasó las manos sobre una colcha bordada.
-        ¡Es preciosa! Debieron tardar un año en hacerlo -la seda violeta estaba cubierta de lirios púrpura y hojas verdes entrelazadas como una hiedra.
Esme sonrió, contenta con su compra.
   La mujer que la hizo me dijo que había tardado meses en acabarla. Y esto hubiera sido un precioso velo de novia -dijo, sacando una mantilla blanca comprada en la costa española.
Bella se sintió enrojecer ante la indirecta.
-        En el registro... Los Cullen no se casan en sitios así, sin amigos ni sacerdote que bendiga la unión, ni regalos... -Esme le colocó la mantilla sobre el pelo castaño y admiró el resultado— Sí, así es como tenías que haber estado el día de tu boda.
-        Edward no quiso exponerse a las miradas curiosas de los invitados estando obligado a utilizar la silla de ruedas.
-        Entonces tendría que haber esperado... casarse sin sus padres...-sacudió la cabeza en gesto de reprobación. Bella no dijo nada- Tenemos que planear una boda de verdad para cuando recupere la movilidad.
Bella dejó escapar un sonido que podía ser interpretado como un asentimiento y Esme pronto se perdió en un mar de planes de boda a la italiana con todas las tradiciones y una bendición religiosa formal.
Dejó a Bella diciéndole que tenía que hacer listas y pensar muchas cosas, y ella no tuvo tiempo de replicar que, como novia, tenía que tener algo que decir en todo aquello.
Si su madre hubiera estado viva, habría hecho lo mismo que ella, sólo que hubiera llamado a Esme para pedirle consejo.
Bella fue a la biblioteca e intentó olvidarse de todo leyendo un rato, pero lo que había pasado por la tarde no la dejaba tranquila. Aunque estaba muy aliviada de que los padres de Edward aprobaran su boda, le preocupaba que su claro desprecio hacia Tanya causara problemas a Edward.
Sus temores se justificaron más tarde, cuando Edward y ella se cambiaron para bajar a cenar. Ella se cambió en el baño y se puso un vestido de seda marrón oscuro con un colgante y pendientes a juego en forma de rosa que había heredado de su madre. Se había dejado el pelo suelto, recogiéndose sólo una parte con un clip dorado.
Los ojos de Edward llamearon al verla y después se tornaron heladores.
-        ¡¿Quieres avivar la imagen que mis padres tienen de ti de una mujer inocente, cara?! - dijo con un sarcasmo letal en la voz, y el apelativo cariñoso sonó a insulto esa vez.
Ella echó una mirada a su vestido. No era muy distinto de los otros trajes que se había puesto para cenar los días anteriores.
-        No sé a qué te refieres.
Sus cejas oscuras se arquearon sorprendidas.
-        ¿Ah, no?
-        No -respondió ella apretando los puños.
-        Tanya se quejó de cómo Emmett y tú la hacíais sentir mal cada vez que iba al hospital, y yo no le hice caso, pero después de lo que mis padres y Emmett dijeron ayer, me pregunto si ella vio las cosas con más claridad que yo.
Bella recordó las acusaciones. Se había sentido aliviada cuando Edward no se tomó en serio aquellas mentiras, pero le molestó terriblemente que volvieran a resurgir ahora, cuando ya había suficientes asuntos dolorosos en su matrimonio. Por la expresión de su cara, Edward no iba a creerla fácilmente, pero tenía que intentarlo.
-Tal vez tu hermano no la aprecie, pero eso no significa que no la tratara con amabilidad mientras era tu prometida. Te respeta demasiado para hacer lo contrario.
-        ¿Eso crees? —Edward había avanzado hasta ponerse sólo a un paso de ella.
-        Lo sé. Yo estaba allí, ¿no te acuerdas? -respondió ella, nerviosa por su cercanía.
-        Sí, estabas allí, pero si ayudaste a mi hermano a quitarle a mi prometida su sitio a mi lado, no me lo dirás, ¿no?
La furia la inundó. ¿Cómo podía cuestionar su integridad? Tanya era peor que un dolor y Bella se negó a entrar en su juego.
-        Yo no le quité nada a nadie, porque ella no estaba allí en primer lugar. Cuando yo llegué al hospital, tu prometida -y recalcó bien esta palabra- no estaba disponible. Se había marchado mientras tú estabas en coma a pesar de que los médicos le habían dicho que tener a las personas queridas cerca podía hacer que recuperaras la consciencia. Si no me crees, pregúntale a Emmett.
-        Mi hermano ha dejado claras sus preferencias.
-        ¿Estás diciendo que te mentiría?
-        ¿Por ti? Tal vez.
-        Eso es ridículo.
   ¿Sí? Mi hermano no oculta su admiración por ti.
Ella lo miró a los ojos y allí vio ira y algo más.
-        Estás celoso -dijo, sorprendida.
El señaló la silla y la miró:
-        ¿Es eso tan sorprendente?
Pues sí, lo era.
-        No me casé con Emmett -nunca lo había deseado. Sólo a Edward.
-        Y a pesar de todo, encuentras agradables sus cumplidos sobre tu cuerpo en traje de baño.
-        ¿Acaso tenía que haberme ofendido?
La respuesta era obvia.
-        No debes desear la admiración de otro hombre que no sea yo.
-        No deseo su admiración, pero eso no significa que si alguien me dice algo bonito le mande callar. Él es mi hermano ahora.
-        Y yo soy tu marido.
¿Cómo había empezado aquella tonta discusión?
-        ¿De verdad crees que aparté a Tanya de ti para tenerte sólo para mí?
Sus sensuales labios hicieron una mueca.
-        No. Lo dije porque estaba enfadado.
Ella recordó otro ataque de celos y sonrió.
-        Estabas celoso.
Él suspiró y admitió entre dientes:
-        Sí.
Ella sonrió e hizo algo que nunca había hecho. Se sentó de golpe en su regazo y lo abrazó para besarlo en la barbilla y recostar su cabeza sobre su pecho.
   No lo estés. No tienes ningún motivo.
Sus brazos la rodearon en un abrazo tan fuerte, que casi resultaba doloroso. Luego aflojó un poco la presión, pero siguió abrazándola y frotando su mejilla contra su pelo.
   Cara.
Así permanecieron durante varios minutos antes de bajar a cenar.
Edward entró en la habitación después de responder a unas llamadas internacionales y encontró a su esposa durmiendo con las manos bajo la mejilla como una niña pequeña.
Aún no se había recuperado del gesto tan espontáneo de sentarse en su regazo porque había significado mucho para él. Se había sentido como si tuviese el mundo entero entre sus brazos, pero el sentimiento no había sido del todo placentero por la falta de independencia emocional que implicaba. Eso nunca le había pasado antes, y desde luego, no con Tanya.
Se metió en la cama. Su movilidad había mejorado mucho en la última semana, pero aún no podía andar y las cosas que había considerado evidentes ahora se revelaban como acciones imposibles. En ese momento habría deseado atraer a Bella a sus brazos. Por fin lo consiguió, después de muchos esfuerzos.
Pero merecía la pena con tal de sentir su cuerpecito acurrucado contra él, tan confiada.
Inmediatamente se abrazó a él, como si hubieran dormido juntos durante años, y no sólo una noche. Tal vez ella lo hubiera soñado, como había hecho él...
Hizo un gesto de desagrado al recordar su enfado unas pocas horas atrás. Acababa de descubrir que los celos, que nunca había sentido con Tanya, podían ser un infierno.
Nunca le había importado lo que llevara, Emmett tenía razón, pero el pensar en cincuenta hombres mirando a Bella de ese modo lo enfurecía. Le diría a su madre que le buscara un bañador de una pieza, pero lograr que su independiente esposa se lo pusiera sería otro asunto. Ella tenía un fondo tradicional italiano, pero también era muy liberal en su modo de pensar y en sus actos.
Su manita estaba colocada contra el pecho de él, y una de sus piernas se insinuaba por encima de su muslo. Él podía sentir la sensación del peso, pero tenía que tocarla con la mano para sentir la suavidad de su piel. Era algo enloquecedor.
¿Cuándo volvería a estar completo?
Colocó una mano posesivamente sobre su trasero, manteniéndola contra él de un modo que hubiera debido causar alguna reacción en su anatomía masculina, pero no lo hizo.
¿Volvería a sentirlo cuando recuperara la movilidad?
El sabor metálico del miedo invadió su boca. Ningún hombre quería ser medio hombre.
No dejaría que Bella lo tocase para que no descubriese su falta de virilidad, aunque anhelaba dejar que esas manos recorrieran su cuerpo de un modo que no había deseado con Tanya ni con ninguna otra mujer.
Una cosa era cierta: no la dejaría marchar.
Bella se despertó por la mañana abrazada a una almohada impregnada de la esencia de Edward. Tenía la vaga impresión de que la habían abrazado durante la noche. ¿Habría sido un sueño?
Edward era la única persona sentada a la mesa del desayuno cuando ella bajo y se sentó frente a él.
-        ¿Dónde está todo el mundo?
-        Mis padres están durmiendo y Emmett está en una reunión en representación del banco.
-        Está bien tener a tus padres en casa -dijo ella sonriendo.
Su expresión de aprobación le hizo sentir un calor agradable por dentro.
-        Están encantados de tener una nueva hija.
-        A Esme no le gusta cómo celebramos nuestra boda -sonrió Bella, traviesa-. Tu madre quiere que nos casemos por la iglesia. Creo que Emmett tenía razón en lo de utilizarlo como excusa para tener una boda por todo lo alto.
-        A ella le gustaría mucho. ¿Te importa, cara? -su sonría la hacía derretirse como un bombón al sol.
-        No. Cuando empezó a hacer planes ayer, me hizo pensar en qué haría mi madre si estuviera viva. Me sentí bien.
-        Le dejaremos que haga las cosas a su manera.
Ella asintió y empezó a comer la fruta que acababa de servirse.
Edward miró el reloj.
-        Date prisa con el desayuno, tenemos una cita dentro de una hora.
-        ¿Una cita?
-        Sí, con un especialista en fecundación artificial -dijo él sin darle importancia.
-        ¿Por qué? -le faltaban sólo semanas si no días para andar... ¿por qué pasar por un proceso de fecundación asistida entonces?
-        Para que podamos empezar el proceso y puedas quedarte embarazada -dijo, como si le hablara a un niño pequeño.
-        Pero...
-        ¿Acaso esperabas que olvidara esa parte del trato?
A veces se ponía paranoico.
-        No. Quiero tener un hijo tuyo.
-        Entonces acábate el desayuno para que podamos ponernos en camino.
-        Pero estás a punto de andar -dijo ella.
Una sombra cruzó sus ojos plateados, pero desapareció enseguida.
-        No hay garantías de eso, y quiero iniciar mi familia enseguida.
El bebé sería otro lazo entre ellos, algo sobre lo que construir su relación emocional.
-        De acuerdo.


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