En el dolor y en el amor
Lucy Monroe
Edward Cullen seguía queriendo una esposa e
hijos a pesar de que un accidente le había impedido volver caminar. Por eso le
propuso a Bella Swan un matrimonio de conveniencia. Ella también había deseado
siempre tener un hijo, y llevaba años enamorada en secreto de Edward, que no
podía decir que no...
La pasión que Edward despertó en el la dejó sin
aliento. Pero cuando se dio cuenta de que la recuperación de Edward era
inminente, y de que su bella ex prometida lo esperaba para casarse, Bella creyó
que él ya no querría nada con ella.
¿Por qué deseaba seguir casado con ella si ya no
la necesitaba?
Capítulo 1
Sus labios se dirigían hacia los de ella. ¿Se
encontrarían por fin? Nunca antes había ocurrido a pesar de que ella lo deseaba
profundamente. Él inclinó la cabeza ligeramente y su corazón se aceleró. Oh,
sí... esta vez sí. Pero cuando ella se preparaba para el deseado encuentro, él
empezó a alejarse. Su imagen se disolvió por completo cuando el discordante
sonido del teléfono la obligó a salir de su ensoñación.
Bella Swan tomó el teléfono inalámbrico aún algo
perdida en el mundo de los sueños, un mundo en el que Edward Cullen no estaba
prometido con la famosa modelo Tanya Denalí.
Con voz somnolienta respondió al teléfono:
- ¿Sí?
- Bella, ha ocurrido algo terrible.
La voz de Emmett Cullen le hizo abrir los ojos
de golpe.
-
¿Algo terrible? -preguntó
ella, sentándose de un salto y encendiendo la luz casi a la vez.
-
Porca miseria. ¿Cómo te lo digo? -dudó mientras ella esperaba la terrible
noticia que ya presentía—. Es Edward. Está en coma.
-
¿Dónde está? -preguntó
ella, saltando de la cama con los verdes ojos encendidos por el terror.
Ni siquiera preguntó qué había pasado, ya se
enteraría de eso más adelante. Necesitaba saber dónde estaba Edward y llegar
allí cuanto antes, así que empezó a quitarse el pijama.
-
-Está en un hospital en
Nueva York.
-
¿En Nueva York? Ni siquiera
sabía que Edward estuviera en Estados Unidos, pero la verdad era que había
evitado tener contacto con él desde que había anunciado su compromiso con Tanya
dos meses antes.
Con un pie aún enredado en el pantalón del
pijama, Bella consiguió llegar hasta la mesa y encontrar lápiz y papel.
-
¿En qué hospital? -tomó
nota-. Estaré allí en cuanto pueda.
Colgó el teléfono antes de que Emmett pudiera
decir una palabra más, pero lo entendería.
Él había pensado en llamarla aunque era noche
cerrada, mientras que sus padres hubieran esperado innecesariamente por
educación hasta la mañana siguiente. El hermano de Edward sabía que ella amaba
a Edward Cullen desde que tenía quince años.
Habían sido ocho años de sentimientos ocultos y
no correspondidos y el reciente compromiso con otra mujer que no había logrado
acabar con su amor.
Recorrió el apartamento a toda velocidad,
juntando las pocas cosas que necesitaba para el viaje a Nueva York en una bolsa
de viaje. Pensó en tomar un avión. En coche se tardaba dos horas y media, pero
tardaría aún más si tenía que ir hasta el aeropuerto, reservar un vuelo y
después volar hasta Nueva York. Además ella no podía hacer lo que los Cullen...
no podía soñar con las atenciones de primera clase, ni subirse al próximo avión
a no ser que hubiera sitios libres en clase turista.
No se paró a peinarse el largo pelo castaño que
le llegaba a la cintura y lo dejó trenzado.
Tampoco se maquilló. Se vistió con unos vaqueros
gastados, un jersey ligero y deportivas. No se puso sujetador ni calcetines.
Poco después de dos horas estaba entrando en el
hospital y preguntando por Edward.
La mujer que estaba detrás del mostrador de
información la miró y preguntó:
-
-¿Es familia suya?
-
-Sí -mintió ella sin
pensarlo dos veces.
Los Cullen siempre habían dicho que ella era
como de la familia, la única familia que le quedaba a ella, y el hecho de no
tener vínculo de sangre era irrelevante en aquel momento.
La mujer asintió con la cabeza:
-
Llamaré a un ordenanza para
que la acompañe.
Cinco minutos después, que a ella le parecieron
cinco horas, un joven vestido con una bata verde llegó para acompañarla hasta
la UCI.
-
Me alegro de que esté aquí.
Llamamos a su familia a Italia hace tres horas -entonces, justo antes de que Emmett
la llamara-, y aún tardarán otras cinco o seis horas en llegar.
En casos como éste, tener a los seres queridos
cerca en las primeras horas puede ser importante. Bueno, tal vez ella no fuese
uno de sus seres queridos, pero ella sí lo quería y eso tenía que servir de
algo.
-
¿Qué quiere decir con eso
de «en casos como este»?
-
Usted ya sabe que el señor Cullen
está en coma, ¿no?
-
Sí.
-
El estado de coma es aún un
misterio incluso con los avances médicos actuales, pero creemos que la
presencia de las personas importantes en la vida del paciente puede ayudar a
sacarlo de este estado.
El ordenanza dijo esto con un tono ácido que
ella no pudo comprender.
Se detuvieron en la entrada de la UCI para que
las enfermeras le dieran instrucciones para su visita a Edward. Allí se enteró
también de que el supuesto ordenanza que tan bien conocía el estado de Edward
no era tal, sino un interno, ayudante del médico de guardia de la UCI.
Al entrar en la UCI, ignoró toda la parafernalia
médica alrededor de Edward y sólo se fijó en el hombre de más de un metro y
noventa que estaba en la cama. Casi dos metros de vida, tan inertes como una
figura de escayola. Sus preciosos ojos verdes estaban cerrados y tenía lesiones
en la cara y una mancha rojiza en un hombro.
No parecía llevar nada bajo la sábana y la manta
que le cubrían hasta el pecho. Su respiración era tan débil, que Bella se llevó
un susto tremendo al pensar que no respiraba en absoluto.
Avanzó hasta la cama y alargó la mano para
tocarlo. Necesitaba desesperadamente sentir la fuerza de la vida latir bajo su
piel. Al ver que no tenía ninguna venda, colocó suavemente la mano sobre la
parte izquierda de su pecho y casi le fallaron las rodillas por la emoción.
El latido constante del corazón de Edward bajo
sus dedos era la prueba de que, por muy pálido que estuviera, seguía vivo.
-
Te quiero, Edward. No
puedes morir, por favor. Lucha, sigue luchando.
No se dio cuenta de que estaba llorando hasta
que el interno le pasó un pañuelo de papel para que se secara las lágrimas que
le corrían por las mejillas. Ella lo tomó y se secó sin quitarle los ojos de
encima al hombre que estaba en la cama.
-
¿Qué ocurrió? -preguntó
ella.
-
¿No se lo han dicho?
-
Colgué el teléfono antes de
que su hermano tuviera tiempo de decírmelo. Llegar aquí cuanto antes me pareció
más importante que entretenerme con detalles -admitió ella.
-
Le dispararon cuando
intentaba salvar a una mujer de un atraco.
-
¿Le dispararon? -las únicas
vendas que podía ver eran las que tenía en la cabeza.
-
La bala sólo le rozó el
cráneo -dijo el interno señalando las gasas-, pero cayó al suelo en medio de la
carretera y un coche lo atropello.
-
¿Y las heridas?
-
Se las hizo un coche.
-
¿Hay algún daño permanente?
-
Los médicos no lo creen,
pero no podremos saberlo hasta que no se despierte.
Algo en su voz hizo que Bella se pusiera en
alerta:
-
Dígamelo.
-
Alguno de los traumatismos
puede provocar una parálisis temporal o permanente, pero no podremos saberlo
hasta que no salga del coma.
-
¿Dónde está el médico?
Quería más información, más opiniones aparte de
la de un interno, por muy informado que pareciera.
-
Está haciendo la ronda y
vendrá dentro de poco a ver al señor Cullen. Podrá hablar con él entonces.
Ella asintió con la cabeza y sus ojos volvieron
a posarse sobre Edward, olvidando por completo que el interno también estaba en
el pequeño cubículo. Sólo contaba Edward. Él había llenado su mundo durante
tanto tiempo, que la idea de seguir viviendo sin él hacía que el dolor que sintió
cuando supo que se había comprometido fuera insignificante en comparación.
-
Tienes que despertar,
Edward. Tienes que vivir. Yo no puedo vivir sin ti, ninguno de nosotros, en
realidad. Tu madre, tu padre, tu hermano. Todos te necesitamos. Por favor, no
nos dejes. No me dejes -incluso se obligó a sí misma a mencionar a Tanya y su próxima
boda-. Pronto estarás casado y tendrás niños, Edward. Es lo que tú querías... siempre
decías que querías tener la casa llena de niños.
En su sueño infantil, ella era la madre de esos
niños, pero ahora no le importaba si los hijos eran de Tanya. Lo único que
Bella deseaba era que Edward viviera. Siguió hablándole, pidiéndole que se
despertara, que no abandonara y le repitió una y otra vez lo mucho que lo
amaba.
El médico llegó al cabo de un rato. Examinó la
historia de Edward y los monitores electrónicos que lo rodeaban.
-
Todos sus signos vitales
parecen correctos.
-
¿No puede hacer nada para
despertarlo? -dijo ella, con la voz rota por las lágrimas.
El doctor sacudió la cabeza.
-
Lo siento. Ya hemos probado
con estimulantes, pero sin éxito.
Bella apretó la mano inmóvil de Edward.
-
Supongo que tendrá que
despertarse él solo entonces. Es tan obstinado como una mula, pero lo hará.
El doctor sonrió y sus ojos azules brillaron por
un momento.
-
Estoy seguro de ello. En mi
opinión, tener a sus familiares cerca es de gran ayuda - había cierto tono de
censura en la voz, pero Bella no lo interpretó como si se refiriera a ella.
-
Sus padres y su hermano
llegarán tan pronto como les sea posible. El vuelo desde Milán es largo, aunque
vengan en jet privado.
-
Desde luego, pero es un
pena que su prometida no encontrara el modo de quedarse.
-
¿Tanya está aquí? ¿En Nueva
York?
-
Llamamos a la señorita Denalí
a su hotel. Cuando llegó, se puso histérica al verlo, furiosa con él por
arriesgar su vida por una mujer «tan estúpida como para no saber que no tenía
que salir sola por la noches» -en esta ocasión el tono de censura era patente.
-
Pero, ¿por qué no está ella
aquí? -tal vez Tanya hubiera salido un momento.
-
Se quedó una hora o así,
pero cuando le dijimos que estaba en coma y que no sabíamos cuando saldría de
él, decidió marcharse. Dejó un número de contacto para que la llamáramos
«cuando se despertara» -otra vez el tono de censura.
-
Debe de estar pasándolo muy
mal -Bella volvió a mirar el cuerpo inmóvil de Edward, comprendiendo
perfectamente que su prometida se derrumbara ante la visión. Ella no podía ni
imaginarse abandonándolo, pero estaba claro que cada uno reaccionaba ante el miedo
a su manera
-
Ella dormirá bien esta
noche. Insistió en que le recetáramos un tranquilizante -añadió el doctor.
Bella asintió sin pensarlo pues toda su atención
estaba de nuevo fija en Edward. Acarició la piel de su mano con el pulgar.
-
Está caliente... se hace
difícil creer que no esté simplemente dormido.
El doctor hizo algunos comentarios acerca de las
diferencias fisiológicas entre el estado de coma y el sueño normal que ella
escuchó sólo a medias.
-
¿Puedo quedarme? -preguntó
ella, sabiendo que tendrían que llevársela a la fuerza del lado de Edward.
El doctor soltó una carcajada.
-
¿Qué hará si le digo que
no?
-
Me pondré una bata verde y
una mascarilla y me meteré a escondidas bajo su cama - admitió, sorprendiéndose
de tener humor para gastar bromas con Edward en tan mal estado.
-
Era lo que pensaba. ¿Es
usted su hermana? -preguntó el doctor.
Ella sintió que sus mejillas enrojecían...
¿debía mentir de nuevo? Al ver la mirada comprensiva del médico creyó que esta
vez no sería necesario.
-
No, soy una amiga de la familia.
-La observó un momento antes de asentir con la cabeza.
-
No se lo diré a nadie. Es
obvio que se preocupa por esta persona y su presencia será más beneficiosa que
dañina.
-
Gracias -dijo ella mientras
una oleada de alivio la recorría de pies a cabeza.
-
Es por el bien del
paciente.
El médico salió del cubículo pensando que era
una pena que su paciente no estuviera comprometido con aquella mujer pequeñita
que obviamente se preocupaba más por él que la bella diosa del corazón de
hielo.
Bella apenas se percató de la marcha del doctor
porque los recuerdos con Edward empezaron a asaltarla.
-
¿Recuerdas cuando murió mi
madre? Yo tenía cinco años y tú trece; tenías que odiarme por andar siempre
detrás de ti... Emmett me decía a menudo que era una pesada, pero tú nunca lo
hiciste. Me tomaste de la mano y hablamos de mi madre. Me llevaste al Duomo,
aquel lugar tan bello, y me dijiste que allí estaría más cerca de ella. Tú me reconfortaste
en aquellos duros momentos.
Ella intentó evitar pensar en lo distinto que
había sido cuando su padre murió. Hacía un año de aquello y Edward ya estaba
saliendo con Tanya... ella no había tenido tiempo y se había asegurado de que
Edward tampoco lo tuviera.
-
Edward, ahora lo que quiero
es que te pongas mejor ¿me oyes? Creía que nada podía dolerme más que el
anuncio de tu compromiso, pero estaba equivocada. Si mueres, yo no quiero
seguir viviendo ¿Me estás escuchando, Edward? -se echó hacia delante, apoyando
la cabeza en su fuerte brazo-. Por favor, no te mueras -pidió ella mientras las
lágrimas bañaban de nuevo su rostro.
Bella estaba dormitando con la cabeza apoyada al
lado de la pierna de Edward cuando oyó una voz familiar.
-
¿Bella? Despierta, piccola mia.
Ella levantó la cabeza y se dio cuenta de que en
aquellas cinco horas había quitado la barandilla de la cama y se había puesto
lo más cerca que le era posible de él. Sentía la necesidad del contacto físico
para recordar que Edward aún estaba vivo.
— Emmett, ¿dónde están tus padres?
Él torció el gesto.
-
Se fueron de crucero hace
tan sólo dos días en el yate de unos amigos para celebrar su aniversario. Mi
padre insistió en permanecer incomunicados y no volverán hasta dentro de un
mes. No tengo manera de contactar con ellos, pues sólo Edward tenía esa información.
No dijo que, por supuesto, Edward no podría
decírselo. A Bella le dio un vuelco el corazón al pensar en la reacción de los
padres de Edward cuando supieran del accidente de su hijo y que Emmett no había
podido contactar con ellos.
-
Si muere... -dijo Emmett
con la voz invadida por la emoción.
-
No morirá -dijo ella mirando
con fiereza a la viva imagen de Edward que era Emmett-. No le dejaré.
Emmett la abrazó sin decir nada. No era
necesario, pues ambos sabían que ella no podría hacer que Edward viviera, pero
eso no iba a impedirle a ella intentarlo.
-
El médico dice que su
estado no ha cambiado desde que lo estabilizaron poco después de traerlo aquí.
-
Sí -dijo ella, que había
estado allí todo el tiempo.
-
¿Cuándo has venido?
-preguntó él.
-
Un par de horas después de
que tú llamaras.
-
Pero se tarda más de dos
horas en llegar hasta aquí... Ella suspiró y se encogió de brazos. -Menos mal
que no te han puesto una multa. Edward se hubiera enfadado mucho contigo por
ello.
-
Cuando salga del coma,
puede sermonearme todo lo que quiera por mi forma de conducir. -Emmett asintió.
-
Tienes razón -dijo, antes
de recorrer el cuarto con la mirada como si estuviera buscando algo-. ¿Dónde
está Tanya? Creía que ella había venido con él en este viaje.
Tenía que aparecer en algún programa mientras
Edward asistía a la conferencia de finanzas.
Ella le contó lo que el doctor había dicho y Emmett
juró elocuentemente en italiano antes de pasarse al árabe al ver cómo la cara
de ella enrojecía.
-
Lo siento mucho. Es una
zorra y mi hermano es tan tonto que no se da cuenta.
La idea de Edward perdidamente enamorado era a
la vez divertida y dolorosa.
-
No puedo imaginarme a
Edward perdiendo la cabeza sólo por una cara bonita, Emmett. Estoy segura de
que hay cosas de Tanya que él admira de verdad puesto que, después de todo, va
a casarse con ella. Debe de quererla -pronunciar aquellas palabras le resultaba
doloroso, pero apretó los dientes al asumir el deseo que Edward sentía por otra
mujer. Emmett se rió.
-
Lo que le pasa es que está
obsesionado sexualmente con ella. Ella sabe cómo utilizar su cuerpo para
manejarlo a su gusto.
-
Yo... -dijo ella con la
cara aún más enrojecida.
-
Tú eres muy inocente, piccola –suspiró Emmett. Ella no quería
entrar en el tema de su virginidad a los veintitrés años. Nunca había deseado a
otro hombre que no fuera Edward y él siempre la había considerado una hermana
pequeña.
-
¿Qué tal el vuelo?
— No tengo ni idea —respondió él, sacudiendo la
cabeza-. Me lo he pasado rezando.
Ella le tomó la mano pero sin dejar el contacto
con el hombre que estaba en la cama.
-
Se pondrá bien, Emmett.
Tiene que ponerse bien.
-
¿Has comido algo desde que
llegaste?
— No he tenido hambre.
-
Hace horas que tenías que
haber desayunado -la regañó él.
Y así es como pasaron los cuatro días
siguientes. Edward fue trasladado a una habitación individual a petición de Emmett
y Bella aprovechó para ducharse. Aparte de eso, se negó a alejarse de Edward. Emmett
le llevaba la comida y la bebida a la habitación.
Tanya pasaba a ver a Edward una vez al día y se
quedaba unos cinco minutos, mirando a Bella con una mezcla de burla y pena.
-
¿De verdad crees que por no
separarte de él las cosas cambiarán algo? Se despertará cuando se tenga que
despertar y entonces me querrá a mí a su lado.
Bella no se molestaba en discutir; sin duda Tanya
tenía razón, pero realmente no le importaba.
Eran las tres de la mañana del quinto día y todo
era silencio en el hospital. La enfermera había pasado a ver a Edward a
medianoche y desde entonces nadie del personal sanitario había pasado por allí.
Emmett dormitaba en un sillón en una esquina de la habitación y Bella, como no
podía dormir, hablaba y acariciaba a Edward a la vez que lo miraba llena de
amor.
-
Te quiero Edward, te quiero
más que a mi propia vida. Por favor, despierta. No me importa si lo haces para
casarte con Tanya y para darle a ella los hijos que yo desearía tener. No me
importa si me echas a patadas de tu vida cuando sepas que me he comportado como
una idiota durante los últimos cinco días pero... despierta.
Su última palabra estaba inundada de
desesperación y deseaba tanto descubrir algún signo de que la había escuchado
que, cuando él se movió, Bella pensó que su imaginación la estaba jugando una
mala pasada. Pero los músculos de sus brazos se estaban moviendo a espasmos y
empezó a mover la cabeza de un lado a otro.
-
¡Está despertando! ¡Emmett,
rápido! -gritó mientras apretaba el pulsador para llamar a las enfermeras.
Emmett saltó de la silla totalmente despierto.
Después de eso, todo pasó muy rápido. La enfermera llegó corriendo y pronto la
siguieron un médico y otra enfermera, que echó a Emmett y a Bella de la
habitación. Después comenzó la espera; Bella andaba de arriba abajo mientras Emmett
se sentaba y luego se levantaba, andaba un poco y finalmente se volvía a
sentar. Cuando por fin apareció un médico por la sala de espera les sonrió. Era
el mismo que había estado de guardia la noche que ingresaron a Edward.
-
Está despierto aunque un
poco desorientado. Pueden verlo cinco minutos cada uno.
Emmett entró primero. Cuando volvió a la sala de
espera, en su rostro se reflejaba una expresión de preocupación.
Ella estaba desesperada por ver a Edward y
hubiera pasado por encima de Emmett sin dirigirle una palabra si no hubiera
sido porque él la detuvo agarrándola por un brazo.
-
Espera, cara. Hay algo que
debo decirte.
-
¿Qué ocurre?
Emmett tragó saliva compulsivamente y la miró a
los ojos. La angustia que vio en sus ojos la aterró por un momento.
-
¿Qué...? ¿Qué pasa? ¿Ha
vuelto a entrar en coma?
-
No. Él... -Emmett inspiró
profundamente- no puede mover las piernas.
Listo, mil disculpas por la demora pero hasta hace un par de días que volví a tener computadora en casa y hacerlo en el trabajo se me complica un poquito, mil gracias por la espera en un par de minutos tendrán el segundo capitulo.
Besos Ana Lau
Un gran primer capítulo, definitivamente tienes mucho talento...
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