CAPÍTULO 7
Bella cerró los ojos. Al
reconocer aquella voz, apoyó la cabeza sobre el hombro de Edward, que se había
puesto rígido como una tabla.
-
Sabes que está casado, ¿verdad, querida?
Obviamente, Rose no había
reconocido a Bella.
-
Lleva casado siete años, nada menos
-prosiguió-. Con una chica preciosa, aunque un poco sosa que, en estos
momentos, estará sentada en casa cuidando de sus tres hijos mientras su querido
marido seduce a todas las mujeres que se le ponen por delante.
-
A todas no, Rosalie -replicó Edward
fríamente- A ti siempre me ha resultado muy fácil rechazarte.
¿Es que Rose había andado detrás
de Edward?
Levantó la cabeza y vio la
expresión cínica de Edward y entonces, otro velo cayó de sus ojos confiados. Edward
se dio cuenta y su mirada se ensombreció.
Siempre había aceptado que Edward
y Rose no se llevaban bien, sin preguntarse por qué. Al saber la razón, se
sintió muy mal.
-
Los hombres siempre deben
desconfiar de una mujer a la que han rechazado, Edward -dijo Rose-. Después de
todo, es una de nuestras pequeñas armas.
-
Y tú la has usado con sabiduría, ¿verdad?
-repicó Edward-. Apuntando directamente al punto más débil. -A propósito, ¿cómo
está Bella? ¿Tiene la pobre alguna idea de lo pronto que has sustituido a Tanya?
Bella ya había oído bastante. Se
separó un poco de Edward y se volvió para mirar a la que en otro tiempo fuera
su mejor amiga.
A Rosalie se le mudó el color de
la cara y, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se alejó.
Tampoco Edward y ella hablaron al
salir de club y andar hasta el coche.
-
¿Cuánto tiempo? -le preguntó una
vez en el interior del coche.
-
Años -respondió Edward, avanzando
entre el tráfico londinense.
-
¿Y alguna vez se te pasó por la
cabeza acostarte con ella? -preguntó Bella y observó que Edward apretaba el
volante con fuerza. Aquella pregunta ofendía su dignidad, pero Bella tenía
derecho a hacerla.
-
No, nunca -respondió.
-
¿Por qué no?
-
Me deja frío.
-
Entonces, ¿por qué no me lo
dijiste?
-
Porque confiabas en ella -dijo Edward,
cruzando con ella una mirada sombría- Nunca oculté el hecho de que no me
gustaba -le dijo.
-
Pero tampoco hiciste nada para
abrirme los ojos -dijo Bella-. Bastaba una palabra, Edward, una sola palabra.
Con decirme que me estaba utilizando para conseguirte, habríamos evitado la
pequeña escena de esta noche.
-
¿Sabiendo lo mucho que te habría
dolido la verdad? Sólo un canalla habría hecho algo así.
Al llegar a casa, se dirigió
directamente a las escaleras, sin molestarse en ir a saludar a Esme.
-
Me duele la cabeza -le dijo a Edward,
lo que no era mentira- Por favor, pídele disculpas a tu madre de mi parte.
Todavía no se había dormido
cuando Edward entró en la habitación después de llevar a su madre a casa, pero
fingió que lo estaba. Fue consciente de cada movimiento de Edward, que se metió
en la cama desnudo, como de costumbre. Se acostó boca arriba, cruzó los brazos
por detrás de la cabeza y se quedó mirando al techo, mientras ella yacía muy
quieta a su lado. Deseaba con toda su alma que el destino los cubriera con un
velo y borrara las últimas semanas de su existencia, como si nunca hubieran ocurrido.
Pero el destino no fue tan amable
de responder a su súplica y siguieron allí acostados largo tiempo. La tensión
era tan evidente que Bella empezó a sentirse sofocada. Entonces, Edward dejó
escapar un suspiro y apoyó una mano sobre su cuerpo.
Ella no pudo evitar volverse y
echarse en sus brazos. Probablemente, necesitaba lo que iba a ofrecerle tan
desesperadamente como él. Se amaron con un frenesí casi tan insoportable como
el silencio anterior.
Tanya visitó a Bella una vez más,
y justo cuando creía que, por fin, iba a liberar sus reprimidos deseos, se puso
muy tensa, en el mismo punto que en las noches anteriores. Edward se dio cuenta
y se quedó muy quieto viendo cómo luchaba contra los demonios que la amenazaban
y luchaba con todas sus fuerzas. Cerró los ojos para contener las lágrimas,
besó a Edward para detener el temblor de sus labios y apretó las manos sobre
sus hombros para no estremecerse.
Cuando logró alejar a Tanya de su
mente, pensó que había superado otro obstáculo. Luego, con un suspiro, besó a Edward.
-
Bella-susurró él al penetrarla.
Susurró su nombre una y otra vez,
como si quisiera decirle que había compartido con ella la batalla que acababa
de vencer y que sabía que lo había hecho por él. Sólo por él.
Sin embargo, cuando estaban a
punto de llegar al clímax y, aunque sus cuerpos se movían al unísono, sólo Edward
alcanzó el orgasmo y ella se quedó al borde, sin llegar, sintiéndose perdida y
vacía. Fue un fracaso tan grande que ni siquiera se atrevió a pensar en él.
Edward volvió a estar muy ocupado
con la compra de una nueva empresa y tuvo que pasar muchas noches fuera, porque
las negociaciones tenían lugar en Liverpool.
Bella aceptaba sus excusas sin
hacer preguntas, lo que dejaba a Edward tenso y lleno de frustración. Ella se
quedaba en casa sentada, atormentándose con sospechas que bien sabía que eran
injustas. Edward, a cambio, no le comentaba ninguno de sus negocios porque
había decidido que no tenía por qué justificar ante ella todo lo que hacía. En pocas
palabras, le estaba pidiendo que confiara en él. Pero Bella no podía, lo que
sólo servía para poner su matrimonio en la cuerda floja. Y la vida se hacía más
insoportable a medida que iban pasando las semanas.
Entonces, una tarde, cuando
estaba hojeando el periódico local, que le enviaban semanalmente por correo,
vio algo que le aceleró el pulso.
Aquella misma noche, Jacob Black
daba una charla sobre su obra en una facultad de Arte que había cerca de allí.
La entrada era libre.
Edward estaba fuera de la ciudad,
pero, si su madre podía cuidar de los niños, ¿qué daño podría hacer a nadie si
asistía a la charla?
En el fondo, sabía que sólo
estaba cediendo a la necesidad de herir a Edward donde más le dolía.
La culpa la tenía él, pensaba
para justificarse mientras aparcaba su coche en un sitio vacío delante de la
facultad. No debía haberse mostrado celoso de una persona como Jacob Black.
Sólo gracias a esos celos estaba allí.
Se sentó en la parte de atrás de
la sala de conferencias.
No esperaba que Jacob la viera, y
en caso de verla, sería difícil que la reconociera, al fin y al cabo, sólo se
habían visto una vez.
Pero sí la vio, y la reconoció al
instante. Se acercó al estrado, miró sonriendo a la audiencia, la vio, se
detuvo, volvió a mirarla, y logró que se sonrojara al sonreír tan abiertamente
que todo el mundo se dio la vuelta para ver a quién concedía el orador su atención
tan abiertamente.
Ella le devolvió una tímida
sonrisa y se ocultó tras el cuello de su abrigo azul pálido con el deseo de
desaparecer cuanto antes.
Pero, en cuanto Jacob comenzó a
hablar, volvió a relajarse. El ingenioso e inteligente discurso de Jacob atrapó
su atención. Estaba relajado y no dejaba de sonreír mientras contaba cómo se
las arreglaba para captar las debilidades de sus víctimas.
En muchas ocasiones, sorprendió a
Bella riendo con el resto de la audiencia. Al verla, le guiñaba el ojo. Hacía
mucho tiempo que no se sentía tan halagada.
Al terminar, Jacob se acercó a
ella, agradeciendo alegremente las muchas felicitaciones que recibía de los
asistentes.
-
Bella… -dijo estrechando su
mano-… me alegro mucho de que hayas venido.
-
Y yo me alegro de haberlo hecho
-replicó ella, sintiendo de nuevo una gran timidez- Ha sido muy interesante.
-
¿Vienes a clase a esta facultad?
-
Oh, no -respondió Bella,
sonrojándose ligeramente porque jamás habría esperado semejante pregunta. Luego
pensó en el aspecto que debía tener, con unos vaqueros viejos, el abrigo azul y
sin maquillaje.
No se parecía en absoluto a la
mujer de su primer encuentro. Más bien tenía aspecto de estudiante.
-
Vivimos cerca de aquí -le dijo-.
Me enteré de la conferencia en el periódico local y, siguiendo un impulso,
vine.
-
¿Tú sola?
-
Sí -dijo Bella y se sonrojó aún
más, sin saber por qué, ya que aquel hombre no podía saber que apenas salía- Edward
está de viaje.
-
Ah -exclamó Jacob, y le dirigió
una extraña mirada- ¿Te interesa la política?
-
Más bien el arte, o las
caricaturas. Aunque no lo creas, se me daban bastante bien -admitió con
timidez-, antes de que tuviera que dedicar la mayor parte del tiempo a mis
hijos.
Le dio un vuelco el corazón
cuando se dio cuenta de lo que había dicho, ya que Jacob creía que Edward y
ella se habían casado hacía muy poco.
Jacob frunció el ceño con
desconcierto y ella se mordió el labio.
Por suerte, alguien les
interrumpió para hacerle algunas preguntas a Jacob. Bella decidió que lo mejor
era aprovechar la ocasión para marcharse, antes de que se enredaran más la
cosas. Se metió las manos en los bolsillos y se dio la vuelta. Pero Jacob la
agarró por el brazo.
-
No te vayas -dijo- Tengo que
despedirme de los organizadores, pero si me esperas, podemos ir a tomar una
copa.
Bella vaciló, presa de algo
parecido a la tentación.
Tomar una copa, en un pub, con un
hombre que no fuera Edward no era como cruzar el límite invisible que imponía
el matrimonio. ¿O sí lo era? ¡La gente lo hacía continuamente! ¡Edward lo hacía
continuamente! ¿Qué daño podría hacerle a nadie si aceptaba? ¿A quién le
importaba que lo hiciera?
Probablemente a Edward, se
respondió. Pero, inmediatamente, se olvidó de ello, ya que era mucho más fuerte
su deseo de revancha. Además, Jacob le caía bien, y estaba muy interesada en lo
que hacía.
-
Gracias -dijo-, me encantaría.
En aquel momento, fue Jacob quien
vaciló y dirigió a Bella aquella mirada pensativa que recordaba de la primera
ocasión en que se habían visto. Luego asintió y le soltó el brazo.
-
Cinco minutos -prometió y se
marchó.
Bella se quedó debatiéndose con
su conciencia. Disfrutó del rato que pasaron en un pub cercano.
El lugar estaba lleno, porque más
de la mitad de la gente que había asistido a la conferencia estaba en él. Jacob
y ella estaban en la barra, bebiendo una cerveza.
Le encantaba estar allí,
relajadamente, hablando simplemente de persona a persona y no sólo como madre o
esposa. Le gustaba la cordialidad de Jacob, su modo de escuchar, tan atento,
cuando ella le contó sus propias ideas, primero tímidamente y luego, con
entusiasmo.
El nombre de Edward no apareció
en la conversación hasta el momento de las despedidas.
-
¿Cuánto tiempo lleváis casados Edward
y tú, Bella? -preguntó Jacob.
Bella suspiró, sintiendo que el
placer de la noche se desvanecía.
-
Siete años -respondió-. Tenemos
tres hijos, dos niños y una niña. Los mayores, Emmett y Nessie son mellizos.
Jacob sonrió, pero sin el menor
asomo de humor.
-
Creo que te debo una disculpa por
la noche que nos conocimos -dijo. Se refería a sus alusiones a las otras
mujeres de Edward. Bella sintió una punzada en el corazón, pero se encogió de
hombros.
-
No, no me debes ninguna disculpa
-replicó- Sólo fuiste sincero. Fuimos Edward y yo los que no dijimos la verdad.
Buenas noches, Jacob -añadió antes de que él pudiera decir algo más. No quería
hablar de aquella noche, no quería saber qué más estaba pensando-. Me lo he
pasado muy bien, gracias.
Se dio la vuelta para abrir la
puerta de su coche.
La voz de Jacob la detuvo.
-
Escucha -le dijo-, estoy pensando
en dar un curso de caricaturas en esta facultad. Un día a la semana durante
doce semanas. ¿Te interesaría asistir?
¿Le interesaba? Bella lo miró con
suspicacia. Tal vez, se le acababa de ocurrir.
-
No lo sé -respondió con
vacilación- ¿Hay tanta gente interesada-como para que te merezca la pena venir
aquí a dar un curso?
Jacob sonrió cínicamente. Al fin
y al cabo, era una celebridad, el curso rebosaría de gente.
-
Te gustará -dijo- Te lo prometo.
Bella sintió un nudo en el
estómago. La promesa de Jacob implicaba más de lo que decía. En realidad, no
había hecho ningún esfuerzo por ocultar que ella le gustaba.
El problema era: ¿quería ella
alentar algo que podría llegar a ser muy peligroso?
La respuesta era «no». Su vida ya
era bastante complicada como para complicarla aún más con un hombre como Jacob Black.
Y era una pena, ciertamente, porque le atraía mucho la idea de volver a tomar
un lápiz y un bloc de dibujo.
–
Cuando sepas si vas a dar el
curso -dijo finalmente-, llámame y lo pensaré.
-
¿Jacob Black va a dar clases en
ese colegio universitario tan pequeño? ¿Y por qué iba a molestarse en venir a
un sitio tan poco importante? -dijo Edward, frunciendo el ceño.
-
A lo mejor porque le interesa
-dijo Bella un poco ofendida por el desdén de Edward.
No le había gustado nada que
saliera sin que él lo supiera, pero, al saber que fue con Jacob Black, se puso
hecho una furia.
-
¿Y cómo te enteraste de que daba
esa conferencia?
-
Por la Gaceta Local-replicó Bella-.
¿Has comido? -le preguntó cambiando de tema diplomáticamente- ¿Quieres que te
haga algo?
-
iNo! Lo que quiero es que me
digas por qué saliste con Jacob Black…
-
iYo no salí con él! ¡Sólo fui a
escuchar su conferencia! –le dijo, porque había un abismo entre eso y salir con
él- ¿Qué diablos estás intentando decir, Edward?-le preguntó comenzando a
perder la paciencia-. ¿Qué hicimos todo lo posible por vemos a solas?
Edward se ruborizó, de modo que Bella
supo que era eso exactamente lo que estaba pensando.
-
Es muy capaz -dijo- ¡Le gustaste
desde el momento en que te vio!
«Dios mío», pensó mientras una
sensación de euforia se apoderaba de ella, «el invencible Edward Cullen tiene
miedo de que su pequeña esposa esté pensando en echarse un amante».
-
Eres tú quien no confía en
nuestro matrimonio, Edward, no yo.
-
Pero podrías hacerlo por
venganza.
-
Y tú podrías volverte paranoico
con tu sentido de culpabilidad. No me metas a mí en el mismo saco -replicó Bella,
y, una vez más, algo le decía que no estaba siendo completamente sincera.
-
No digas tonterías, yo no estoy
haciendo eso -dijo Edward, y se levantó para servirse algo de beber. -Entonces,
¿qué es lo que estás haciendo?
-
Pues la verdad… -dijo Edward, y
suspiró con desconsuelo-. La verdad es que no sé qué estoy haciendo -confesó-.
¿Vas a ir al curso?
-
¿Vas a hacer de marido dominante
impidiéndome ir si quiero hacerlo?
-
¿Me vas a hacer caso si te pido
que no vayas?
-
No.
-
Entonces, no merece la pena que
lo intente -dijo
Edward encogiéndose de hombros y
luego salió del salón.
Bella se quedó allí sentada,
furiosa y con una sensación de impotencia. Pero, sobre todo, con un intenso desamparo.
Porque tanto si discutía como si hacía el amor con él, todavía se sentía desamparada
cada vez que Edward se separaba de ella.
«Tu problema, Bella, es que
llevas tanto tiempo viviendo para él que ya no sabes vivir para ti», se dijo y
aquélla fue la razón por la que decidió asistir al curso cuando Jacob la llamó
para decirle que todo estaba preparado.
Edward no dijo ni palabra. Pero Bella
supo su opinión cuando abandonó la casa un par de semanas después para asistir
a la primera clase. Y cuando volvió, no esperó a que anocheciera para compartir
la cama matrimonial, sino que, en cuanto apareció por la puerta la agarró de la
mano y la llevó a la habitación. Sin embargo, después de hacer el amor,
sintieron una amarga frustración, porque, aunque se precipitó con él en el ardiente
camino de la sensualidad, Edward, de nuevo, alcanzó solo las puertas del cielo.
Lo que no dejó satisfechos a ninguno
de los dos.
Su talento para la caricatura
emergió a lo largo del curso. Incluso Edward se rió con las que hizo de toda la
familia.
Jacob la animaba mucho. Nunca
hacía ningún comentario personal en clase, pero después, cuando se dirigía con
los alumnos a tomar algo al pub de al lado, siempre se sentaba a su lado. Bella
trataba de ignorar el evidente interés de Jacob. Quería aprender de su talento,
y temía, si él se ponía demasiado insistente, verse obligada a abandonar sus
clases.
Llegó diciembre y Bella se vio
inmersa en los preparativos de las Navidades.
Fue de compras muchas veces y se
aprovisionó para preparar comidas adecuadas para la ocasión. La casa se llenó
de actividad.
Edward estaba todavía más ocupado
y más preocupado también. Su única concesión a la necesidad de Bella de ser
considerada como algo más que su esposa era salir con ella regularmente. Iban
al teatro, al cine, salían a cenar, a bailar. Bella se compró más ropa
elegante, aunque normalmente seguía vistiendo como siempre.
Mantuvo su corte de pelo porque
le gustaba y porque era más cómodo que la melena.
Pero la tensión de su matrimonio
se manifestaba en otros detalles. Se cansaba con facilidad, se irritaba por
pequeñas cosas y, a veces, se echaba a llorar sin motivo aparente, lo que dejaba
a su familia sumida en la preocupación.
Una tarde, su coche no arrancó
cuando se disponía a ir a clase. Edward estaba en Liverpool y no volvería hasta
muy tarde. Esme estaba cuidando a los niños. Caía aguanieve y Bella contempló
con desgana su casa, que acababa de abandonar, sabiendo que debía volver a
entrar para llamar un taxi, pero sin la menor gana de hacerla.
Se sorprendió al darse cuenta de
que contemplaba su casa como si fuera una especie de prisión.
Dio un profundo suspiro, se subió
el cuello del abrigo y bajó la calle para tomar el autobús.
Llegó a la facultad calada hasta
los huesos, con el pelo empapado y aterida de frío. Con una exclamación, todos
los alumnos se precipitaron para ayudarla a secarse.
Alguien le secó el pelo con una
toalla de papel y otro le quitó las botas y los calcetines.
-
¡Vaya! -exclamó alguien- La dama
lleva calcetines de hombre.
Todos rieron, y lo mismo hizo Bella.
Se sentía alegre y libre por primera vez en mucho tiempo. Tenía la blusa
empapada. Jacob le ofreció su suéter negro de lana. Se quitó la blusa y se lo
puso mientras las demás mujeres' de la clase formaban una pantalla para
protegerla de las miradas de los hombres.
Al final, sus ropas estaban por
todos los radiadores de la clase y ella no iba vestida más que con la ropa
interior y el suéter de Jacob, que le llegaba por las rodillas.
Pero sus ropas seguían húmedas
cuando terminó la clase, y cambiar el cálido suéter por los vaqueros y la blusa
húmedos no le apetecía en absoluto. Cuando Jacob se ofreció para llevarla
directamente a casa, en lugar de ir con los demás a tomar algo al pub de
enfrente, Bella leyó la expresión de sus ojos, pero, de todas formas, aceptó, ignorando
lo que un timbre de alarma le decía en el interior de su cabeza.
Jacob tenía un Porsche último
modelo, que se deslizaba sobre la carretera mojada como si estuviera pegado a
ella.
-
Mmm -exclamó Bella con placer,
cuando la calefacción del coche empezó a calentarle las piernas.
Jacob la miró y sonrió. Bella
tenía los ojos cerrados y una sonrisa en los labios.
-
¿Mejor? -le preguntó.
-
Mmm -volvió a murmurar ella-
Siento que te hayas perdido tu cerveza.
-
No importa -dijo Jacob-. Prefiero
estar aquí, contigo.
Bella sintió un escalofrío de
alarma y abrió los ojos.
-
En la próxima a la izquierda -dijo.
Jacob giró obedientemente.
-
¿Qué le parece a Edward que
vengas a mi curso todos los jueves? -preguntó con suavidad.
Bella se encogió de hombros. No
quería hablar de Edward, tampoco quería ponerse en guardia contra Jacob.
-
Me da muchos ánimos -dijo e hizo
una mueca.
En realidad, Edward odiaba que
fuera a aquellas clases, y, como lo odiaba, ella le pasaba su interés por las
narices. No dejaba de decirle quién le había hecho recordar su amor por el
dibujo.
-
Pero no has hecho ninguna
caricatura de él, ¿verdad? -dijo Jacob con calma- La has hecho de los demás
miembros de tu familia, pero de él no.
-
No creo que quede bien -dijo-
Sigue recto después del cruce.
-
¿Edward? -preguntó Jacob con
humor- Yo diría que es ideal, siendo como es una fiera en los negocios y un
hombre tan normal en su casa. Si mezclas los dos, puede resultar algo muy
divertido.
Bella no estaba de acuerdo. Ya no
veía nada divertido en Edward. Tal vez un tiempo atrás, habría disfrutado
haciendo de él una caricatura, pero ya no.
-
Entonces, puede que algún día lo
intente -dijo Bella, sabiendo que no lo haría- Aquí es. La casa blanca con el
BMW aparcado a la puerta.
Así pues, Edward había vuelto. Bella
tembló, pero no de frío.
Jacob se detuvo al pie del camino
de entrada. Apagó el motor y los dos se quedaron callados, escuchando el
golpeteo de la lluvia sobre el coche. Jacob se volvió para mirarla y Bella le
devolvió la mirada.
-
Bueno, gracias por traerme -dijo
sin hacer el menor movimiento para salir del coche. Se sentía atrapada por la
expresión de Jacob, por el calor que hacía en el interior del coche, por la
sensación que le provocaba la profunda mirada de su acompañante.
-
Ha sido un placer -dijo él,
ausente. No dejaba -de observar a Bella, buscando en sus ojos algo que ella no
estaba segura de estar mostrando. Entonces, se dio cuenta de que sí lo estaba
mostrando, porque Jacob se inclinó y la besó con dulzura en la boca. Ella no
respondió, pero tampoco se apartó.
Se estremeció y el corazón
comenzó a palpitarle dentro del pecho, aunque no sabía si era porque estaba
jugando con fuego o porque se sentía realmente atraída por él.
Jacob le acarició la mejilla y el
pelo sin dejar de besarla.
Luego le acarició los labios,
pidiendo la respuesta de Bella. Pero al hacer eso, Bella se apartó, segura de
que no era aquello lo que quería. Jacob la dejó y se quedó observándola con un
brillo en los ojos.
-
Lo siento -dijo Bella con voz
temblorosa.
-
¿Por qué?
Bella no respondió, no podía. Lo
único que quería era salir del coche. Buscó la manecilla de la puerta con una
mano temblorosa.
-
Tú has querido que te besara, Bella
-murmuró Jacob-. No sé qué es lo que piensas ahora mismo, pero recuerda que lo
has deseado tanto como yo.
Las mejillas de Bella se llenaron
de rubor, porque sabía que Jacob tenía razón.
Ella había querido que la besara,
había querido saber qué se sentía al besar a otro hombre además de a Edward.
Pero, en aquellos instantes, se
sentía como una estúpida, y furiosa consigo misma por permitir que hubiera
ocurrido. Aquello animaba a Jacob a pensar que había para él un lugar en su
vida, cuando eso no era posible. En su vida, sólo había sitio para Edward. Él era
todo lo que quería. Maldito fuera. Mil veces maldito.
Al correr bajo la lluvia hacia la
puerta de la casa, se preguntó si Edward les habría oído llegar. Miró hacia las
ventanas, pero no vio nada a través de las cortinas. No la había visto besando
a Jacob, pensó con alivio. Estaría esperando que llegara en autobús, así que
incluso si lo había oído, no habría asociado el ruido del coche con su llegada.
No estaba en el salón. Miró por
la puerta entreabierta del estudio, pero tampoco estaba allí. Lo encontró en la
cocina.
-
Has vuelto antes de lo que
esperaba -dijo.
Edward le daba la espalda porque
estaba haciendo té. Estaba muy atractivo con un suéter negro y unos vaqueros.
-
Le dije a mi madre que se fuera a
casa -dijo poniendo dos bolsitas de té en dos tazas- Estaba preocupada porque
vio tu coche, pero tú no estabas por ninguna parte.
Tendrías que haberle dicho que no
ibas en tu coche.
-
No arrancaba -le dijo- así que
tomé el autobús. Lo siento, no pensé que fuera a preocuparse. Mañana le pediré
disculpas.
Se hizo un silencio. Edward
todavía no la había mirado. Estaba concentrado en la bandeja de té que estaba
preparando. De repente, al ver la tensión de los músculos de su cuello, se dio
cuenta de que estaba muy enfadado. Estaba tenso e hiciera lo que hiciese no la
miraba.
¿La había visto besando a Jacob?
Con una sonrisa nerviosa exclamó;
-
¡Estoy empapada!
Quiso tener un tono alegre, pero
fue patética. Tenía un gran sentimiento de culpabilidad. Se sonrojó. Si Edward
la miraba, se daría cuenta de que le ocurría algo extraño.
-
Me voy a dar un baño caliente
-dijo nerviosamente, luego añadió- ¿Has… has cenado? Puedo hacerte algo antes
de que…
-
¡No! -exclamó Edward tan
violentamente que Bella se sobresaltó.
Se mordió el labio, observando el
evidente esfuerzo de Edward por controlarse.
Cuando Edward levantó la vista de
la tetera, aunque sin darse la vuelta, contuvo la respiración.
-
No -dijo con más calma-, ya he
cenado, gracias.
-
Entonces… -dijo Bella con
vacilación, y salió de la cocina apresuradamente.
Los había visto, se dijo mientras
llenaba la bañera, y se estremeció, aunque no supo si era por miedo,
culpabilidad o simplemente satisfacción por haberse vengado, aunque sólo fuera
un poco.
Se fue a la cama muy tensa y
lista para enfrentarse a Edward en cuanto subiera. Pero no subió. No subió en
toda la noche.
Jajajaja toma esa Edward
ResponderBorrarEsta super padre tu historiaaaaa, pero actualiza mas seguido porque cuando te tardas ya después no checamos, y no nos damos cuenta que actualizarse :(
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