sábado, 22 de agosto de 2015

Cap. 8 Un marido infiel

CAPÍTULO 8

Los días siguientes fueron horribles. Edward se convirtió en un extraño, hosco y poco comunicativo, que durante las noches ni siquiera la tocaba. Los niños estaban cada vez más revoltosos, excitados con las fiestas que se aproximaban y preocupados por la situación. Bella sabía que las dificultades por las que atravesaba su matrimonio les afectaban tanto como a Edward o a ella.
El problema era que no sabía qué hacer. Le habría gustado contarle a Edward lo que había ocurrido entre Jacob y ella, y pedirle perdón, pero no podía hacerla. Habría sido la prueba de que le importaba lo que él pudiera pensar o decir, y había decidido no mostrar por él ningún interés.
Una mañana cayó enferma y se pasó el día entero dando vueltas por la casa, débil y aburrida. Cuando los mellizos volvieron del colegio se pusieron a jugar, armaron tanto ruido que le dio un terrible dolor de cabeza. Se alegró de ver llegar a Edward, porque así podría dejárselos a él y acostarse.
-     ¿Por qué no me has llamado? -le reprochó Edward-. Si me hubieras dicho que no te encontrabas bien, habría venido enseguida.
Bella le dio una respuesta confusa y subió las escaleras para dirigirse a su dormitorio. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza llamarlo. En realidad, pensaba metiéndose en la cama, nunca lo había llamado al trabajo. Edward llamaba desde el despacho a menudo, pero ella nunca se había molestado en llamarlo. Una vez más, se asombró del muro que se alzaba entre el Edward hombre de negocios y el Edward padre de familia y no pudo recordar que se hubiera atrevido a traspasar ese muro ni una sola vez.
El caso era que Edward logró que los niños dejaran de hacer ruido. Al cabo de un rato, se quedó dormida y su sueño no fue interrumpido por ningún ruido.
Se despertó horas después. Había amanecido y Edward estaba inclinado sobre la cama con una taza en las manos.
-     Pensé que podría apetecerte esto -dijo dejando la taza humeante en la mesilla- ¿Cómo estás?
-     Mejor -dijo, aunque al incorporarse no quiso hacer ningún movimiento brusco con el estómago. Se apartó el pelo de la cara antes de tomar la taza- Gracias -murmuró.
-     Puedo tomarme el día libre y quedarme en casa a trabajar, si quieres –dijo Edward, mirándola con detenimiento.
Bella negó con la cabeza.
-     No es necesario. Me siento un poco débil, pero puedo arreglármelas.
-     Aun así...
Bella tenía la extraña sensación de que Edward se debatía para entre decirle algo o no.
-     Creo que será mejor que no vayas a clase esta noche, con el tiempo que hace…
-     Teníamos pensado salir a celebrar la Navidad -dijo soplando el humeante té de la taza- Jacob nos va a llevar a un club. No quiero perdérmelo.
Con el rabillo del ojo, se dio cuenta de que Edward apretaba la mandíbula. Aunque deseaba hacerle sufrir un poco, al ver su reacción, lo pasaba muy mal.
-     Ya veremos cómo te encuentras esta tarde -dijo Edward, y se dio la vuelta para marcharse y de repente, Bella sintió la necesidad imperiosa de que se quedara.
-     Mis padres, como siempre, vendrán a pasar las Navidades con nosotros -dijo.
Edward se detuvo bruscamente en la puerta del baño- Pero este año tenemos un problema…
Edward no la miraba, tan sólo le daba la espalda esperando a que terminara lo que tenía que decide.
-     El año pasado la habitación de Anthony estaba libre.
Ahora, no sé cómo van a poder pasar aquí dos noches. No me imagino a mi padre durmiendo en el sillón de tu estudio ni a mi madre durmiendo en el sofá -dijo esta última frase con la intención de hacer gracia, pero Edward se dio la vuelta sin la menor sombra de una sonrisa en el rostro. Bella sintió un gran vacío en el corazón, aún mayor que el que tenía aquellos días.
-     ¿Y qué quieres que haga? -dijo Edward-. Ya he perdido la cuenta de las veces que te he dicho que quería mudarme a una casa más grande. Pero no te has molestado ni siquiera en discutido. Pues mira, ahora tienes un problema que vas a tener que solucionar tú sola. Yo no quiero saber nada.
Bella se lo quedó mirando con asombro mientras salía de la habitación dando un portazo.
Aquella noche asistió a su clase de dibujo. No porque se sintiera lo bastante bien para ir, que no era así, no porque tuviera ganas, que no tenía, sino porque estaba tan enfadada con Edward que no quería darle la satisfacción de estar en casa cuando volviera.
Pero no disfrutó de la clase. Tenía la mente ocupada en el millón de cosas que tenía que hacer en casa, y su estómago se negaba a tranquilizarse. Estaba cansada, tensa y pálida. Y además, Jacob pasó la mayor parte de la clase mirándola.
Era la primera vez que lo veía con otra cosa que no fueran unos vaqueros, y tenía que reconocer que estaba muy atractivo con su traje oscuro de seda y una camisa de color crema. Ella llevaba un vestido negro corto que había comprado en su escapada a Londres. Dejaba los hombros y las piernas al descubierto, y despertó la admiración de los hombres de la clase.
Pero se sentía muy incómoda ante las miradas de Jacob. Sus ojos no dejaban de decirle que recordaba el beso que se habían dado en su coche, aunque ya habían pasado algunas semanas desde entonces. A Bella no le había resultado difícil olvidarlo, lo que no lograba vencer era un sentimiento de culpa.
Al terminar la clase, se dirigieron a un nightclub que había cerca de allí. Era en realidad un viejo cine remozado. Tenían una mesa reservada en la zona de los antiguos palcos del cine, con vistas al viejo patio de butacas convertido en pista de baile. Había un gran montaje de luces y la música estaba tan alta que era imposible hablar. En cualquier otra ocasión, habría disfrutado del lugar. Lo sitios a los que la llevaba Edward eran mucho más refinados. Antes de su crisis matrimonial, había deseado muchas veces soltarse la melena e ir a bailar toda la noche. Aquella era la ocasión.
Jacob se había sentado a su lado y quería monopolizar su atención. La música estaba tan alta que se veía obligada a inclinarse hacia él, con lo que no dejaba de rozar su cuerpo.
Jacob empezó a tocarla ligeramente en el brazo, en los hombros, en las mejillas o en el pelo. Bella se sentía incómoda con la situación, pero no sabía qué hacer para librarse de él sin provocar una escena. Se alegró cuando Jacob la invitó a bailar.
Al menos bailando no tendría por qué tocarla, no si bailaban del modo en que se bailaba en aquel lugar. Así que dejó que la condujera hasta la pista de baile. Pero una vez allí, la estrechó entre sus brazos.
-     No, Jacob -dijo queriendo apartarse de él.
-     No seas estúpida, Bella. Sólo estamos bailando. -No estaban sólo bailando y él lo sabía. Después de algunas semanas, Jacob había decidido dar un paso adelante para conquistarla. Si no lo detenía, entonces, sí sería culpable de traicionar a Edward.
-     No -repitió Bella con firmeza, se soltó y se alejó de la pista.
No debía haber ido. Después de aquel beso, no debía haber ido. Jacob la deseaba, pero ella a él no.
Ella sólo deseaba a Edward. Aquella certeza le dolía tanto que le daban ganas de llorar.
Jacob fue tras ella hasta el vestíbulo principal. Ella se daba cuenta de que la seguía y se metió en una cabina telefónica para llamar a un taxi.
Como era Navidad, no pudo encontrar ningún taxi libre, todos estaban reservados.
Casi con desesperación llamó a su casa. Se le hizo un nudo en el estómago al escuchar la profunda e impaciente voz de Edward.
-     Soy yo -dijo Bella con voz grave.
Se hizo una larga pausa. Sólo pudo escuchar la respiración de Edward al otro lado de la línea.
-     ¿Qué ocurre? -dijo él por fin.
-     No puedo volver a casa. Es imposible encontrar un taxi… ¿Qué hago?|Qué fácil había sido volver a ser la misma Bella de antes. La mujer indefensa que recurría a Edward para resolver cualquier problema. Lo único que tenía que hacer era sentarse y esperar que su marido encontrara una solución.
El silencio continuó. Bella agachó la cabeza; levantaba el auricular con fuerza, como si así estuviera más cerca de Edward.
-     ¿No te va a traer tu Romeo? -dijo Edward por fin.
-     iNo es mi Romeo! ¡Y, además…!
Repentinamente cambió de opinión. No quería darle a Edward el placer de oír que no quería ver a Jacob Black ni en pintura.
-     No puedo decirle que se vaya en lo mejor de la fiesta sólo porque estoy cansada. ¿No puedes venir tú?
-     ¿Y los niños? No querrás que los deje solos.
-     h -exclamó, y volvió a sentirse como una estúpida No había pensado en ello. Al verse en problemas, lo único que había pensado era en llamar al hombre que podría solucionarlos.
-     Vaya, ahora ella piensa que debería haber seguido mi consejo y contratar a alguien que los cuidara -dijo Edward burlonamente.
-     Le diré a Jacob que me lleve -replicó Bella.
La cuestión de contratar una chica para cuidar a sus hijos era un viejo punto de fricción entre ellos. Edward quería una casa más grande, una asistenta que limpiara y una niñera. Lo que a Bella le habría gustado saber era qué le quedaría a ella si Edward buscaba a otras personas para hacerlo todo.
-     Llamaré a mi madre, vendrá mientras voy a buscarte -dijo Edward, cambiando repentinamente de opinión-. Supongo que la despertaré, y no creo que le guste, aunque no la culpo, pero…
-     Oh, no -dijo Bella-. No quiero que te molestes tanto. Jacob me llevará -dijo y colgó sin dar tiempo a que Edward respondiera.
-     ¿No ha habido suerte? -dijo Jacob, que estaba apoyado en la pared. Bella no podía saber si había oído su conversación con Edward, aunque, en realidad, le importaba muy poco.
-     No -replicó-. Tendré que esperar a que haya algún taxi libre -dijo y se encogió de hombros para demostrarle a Jacob que estaba dispuesta a esperar el tiempo necesario.
-     Yo te llevo -dijo Jacob.
Bella lo miró detenidamente. No se sentía con fuerzas para pasar media hora más a su lado. Pero tampoco quería esperar una hora entera a que llegara un taxi, que era el tiempo mínimo de espera.
Jacob tomó la decisión por ella al agarrarla por la muñeca.
-     Vamos -dijo con tranquilidad- Yo te llevo.
La mirada de Jacob no dejaba lugar a dudas, no tomaba en serio la negativa de Bella. Cansada, harta y un poco deprimida por la discusión constante que tenía con cuantos la rodeaban, incluida ella misma, Bella cedió.
Fueron juntos al guardarropa para recoger su abrigo, luego salieron al aire helado de diciembre para dirigirse al Porsche rojo de Jacob. Al poco rato, estaban en la carretera, cubierta de sal para impedir que se formara hielo. Bella se subió las solapas de su abrigo y observó el camino en silencio.
-     ¿Por qué le soportas cuando sólo es un cerdo egoísta? -dijo Jacob de repente.
-     ¿No son así todos los hombres?
-     No tanto como Edward. Todavía me cuesta creer que esté casado con alguien como tú -dijo Jacob, y miró a Bella-. Le van más las mujeres como Tanya Denalí.
Fue un comentario tan cruel que Bella sintió una punzada de dolor en el pecho.
Lo peor era que no podía contradecirle. Tal vez a Edward le convenía más Tanya Denalí que ella, aunque no podía juzgarla porque no la conocía y no tenía la menor gana de conocerla.
Tanya Denalí era el nombre del fantasma sin cara que la visitaba todas las noches. Con eso tenía bastante.
-     Y Rose Hale -añadió Jacob-. Menuda discusión tuvisteis aquel día en la pista de baile.
-     ¿Oíste algo? -preguntó Bella, dando un respingo.
-     La mitad de la sala lo oyó, querida. Y fue asombroso. Edward Cullen, el joven tiburón de las finanzas, tenía mujer y tres hijos y nadie lo sabía. Supongo que esa noticia le dio a Tanya donde más duele. Quería casarse con él, ¿sabes? Edward era la elección ideal para una abogada con su futuro.
Así pues, Tanya era abogada, y no la secretaria de Edward, como ella había creído.
La noticia la sobresaltó. «Compite con eso si puedes», se dijo con amargura. Una cosa era luchar por el amor de su marido con una simple secretaria, pero otra muy distinta hacerlo con una mujer que estaba acostumbrada a vivir en el mismo mundo que él.
Como si estuviera pensando algo parecido, Jacob dijo: -Si lleváis casados siete años, eso quiere decir que lo atrapaste antes de que iniciara su carrera meteórica. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo un desliz de su juventud?
Bella se dijo que, tal vez, merecía alguno de aquellos insultos. Pero el último comentario era lo que más le había dolido, probablemente, porque ella empezaba a pensar algo parecido.
-     Creo que será mejor que te calles y pares el coche antes de que digas algo que me ofenda de verdad -dijo.
Para su consternación, Jacob hizo exactamente lo que le había pedido, deteniéndose bruscamente en el arcén.
-     Soy yo quien me siento ofendido por el modo en que has estado jugando conmigo durante todo este tiempo. ¡Dios mío! No has pensado en mí en serio ni por un momento, ¿verdad?
-     No -respondió Bella sinceramente.
-     Entonces, ¿por qué no me detuviste antes de que llegáramos tan lejos?
-     ¿Tan lejos? ¿Cómo que tan lejos? -le dijo con una mirada desafiante- ¡Pero si sólo nos hemos dado un beso!
-     No se trataba sólo de eso, Bella, y tú lo sabes. Pero para ti era sólo un juego, ¿verdad? Te diste cuenta de que me gustabas y pensaste que podrías jugar un rato conmigo, ¿no es eso? -le preguntó Jacob amargamente- ¿Qué ocurre? ¿Que  tú autoestima estaba en un nivel muy bajo? ¿Tanto te molestaba que prefiriese acostarse con su abogada a acostarse contigo?
Bella le dio una bofetada al tiempo que se ponía roja de vergüenza. Luego agarró la manecilla de la puerta con una mano y se desabrochó el cinturón de seguridad con la otra. Pero Jacob la agarró por el brazo.
-     Oh no -dijo entre dientes- No pienses que te vas a escapar tan fácilmente.
Tiró de ella y la besó. Fue un beso brusco, desagradable. Cuando la soltó, Bella estaba asqueada del sabor de su boca.
Salió de coche dando un portazo.
Jacob arrancó haciendo chirriar los neumáticos dejándola a merced del viento helado de la noche.
Se llevó una mano a la boca, y vio asqueada que le había hecho sangre en el labio.
Le maldijo, deseando estar de vuelta cuanto antes en su mundo de cuento de hadas, donde nada malo podía ocurrirle. Maldijo a Rose por haberla despertado de aquel mundo de ensueño, añadió para sí iniciando el camino de regreso a casa. Y maldijo a Edward por su infidelidad y a Tanya por haberlo seducido. Pero, por encima de todos, se maldijo a sí misma.
No tardó mucho en llegar a casa, pero tenía los pies deshechos. Se quitó los zapatos, de tacón alto, nada más entrar.
En el interior de la casa, hacía calor. El reloj del pasillo marcaba la una de la madrugada. Se sentía deprimida y la escena con Jacob no dejaba de darle vueltas en la cabeza. No se molestó en ir a ver a Edward. Por ella podía irse al infierno. De todas formas, no estaba de humor para tener otra discusión.
Pero se equivocó al pensar que él la ignoraría tan fácilmente. Acababa de ponerse el camisón cuando entró en la habitación con sus zapatos en la mano.
-     Te has olvidado de esto -dijo dejándolos detrás de la puerta.
-     No me he olvidado, simplemente me los he quitado al entrar -replicó Bella, que estaba sentada al borde de la cama masajeando sus pies doloridos. La melena ocultaba su rostro a ojos de Edward.
-     ¿Dónde te ha dejado? -dijo Edward con suspicacia. ¿Otra vez espiando tras las cortinas?, se preguntó Bella con amargura.
-     No me ha dejado en ninguna parte.
-     Si hubieras hecho todo el camino andando, habrías tardado más.
«Bastante he andado de todas formas», pensó Bella acariciándose las plantas de los pies.
-     Una pelea entre amantes, ¿no? -añadió Edward con mal gusto.
-     Algo así -dijo Bella, encogiéndose de hombros, y salió de la cama para dirigirse al baño. «¡Que piense lo que quiera!», se dijo.
Edward la agarró por los brazos y la obligó a mirarlo a la cara. Estaba furioso y tenía una mirada penetrante y amada.
-     ¿Y por qué os peleasteis? -le preguntó, apretando los dientes- ¿Porque no querías ir a su casa? ¿Por eso? ¿Qué pasaba, que no estabas de humor?
Bella lo miró con ira. Sentía amargura y asco hacia los hombres por lo que la estaban haciendo pasar aquella noche.
-     ¿Y cómo sabes que no he estado en su casa toda la noche? Podría haberte llamado desde allí. ¿Cómo ibas a saberlo?
Edward se puso pálido y apretó con fuerza los brazos de Bella. La miraba fijamente, como si buscara evidencias de lo que estaba diciendo.
-     ¡Te ha dado una bofetada y te ha roto el labio!
-     Me estás haciendo daño. ¡Suéltame! –exclamó Bella tratando de apartarse pero sin conseguirlo.
-     ¿Cómo has podido? –dijo Edward casi gritando- ¿Cómo has podido hacerlo, Bella? ¿Cómo has podido?
La situación había estallado. Llevaba muchos días amenazando con hacerla, y finalmente, la intensidad de sus sentimientos reprimidos empezaba a aflorar a la superficie.
-     Se me acaba de ocurrir una cosa, Edward. Te propongo un cambio, si me cuentas cómo fue con Tanya, te diré lo que ha pasado con Jacob.
-     ¡Dios, ya basta! -dijo Edward, cerrando los ojos y haciendo una mueca de verdadero dolor.
A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas, y, por segunda vez aquella noche, golpeó a un hombre. Edward la soltó.
-     Me das asco, ¿sabes? -susurró Bella amargamente y se encerró en el cuarto de baño.
Cuando volvió a salir, más tranquila, aunque no del todo, vio a Edward sentado en la cama con la cabeza escondida entre las manos. Le dolía verlo así, pero, aquellos días, todo le dolía. Ya no podía recordar si alguna vez había llegado a reír en aquella casa.
-     Quiero acostarme -le dijo, negándose a ceder a sus deseos de consolar a Edward.
Edward no se movió. Bella permaneció allí de pie durante un interminable minuto, debatiéndose entre el amargo deseo de volver a pegado y la tenue necesidad de acercarse a él y estrecharlo entre sus brazos. Tan sólo eso, estrecharlo entre sus brazos porque estaba sufriendo y ella lo amaba. A pesar de lo que pudiera hacer o decir, lo amaba. Se estremeció y, con un gemido, cayó de rodillas ante él, y le apartó las manos de la cara.
-     ¿De verdad quieres saber lo que ha ocurrido esta noche? -le dijo con voz temblorosa- Quiso besarme, pero yo le rechacé. Él se vengó comparándome Con Tanya -dijo- Con Tanya, la brillante abogada que le conviene a Edward Cullen mucho más que la pobre y patética Bella.
-     Eso no es cierto -murmuró Edward.
-     ¿No? -dijo Bella con los ojos llenos de lágrimas- Pues yo creo que sí. Nos hemos alejado, Edward. Tú has avanzado mientras yo me he quedado estancada. Además, creo que las mujeres como Tanya Denalí te van más que yo.
Edward se rió, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.
-     ¿Te parece que me he alejado de ti? ¿Crees que quiero dejarte? ¿No crees que si quisiera dejarte, sería capaz de hacerlo?
En aquellos momentos, era Edward quien agarraba a Bella por las muñecas.
-     Tanya -murmuró Bella, cerrando los ojos-, es…
-     Al infierno con la maldita Tanya -dijo Edward violentamente- No tiene nada que ver con esto. ¡Se trata sólo de nosotros y de si podemos seguir soportándonos el uno al otro!
-     Entonces es tu conciencia -dijo Bella suspirando- Te quedas porque te sientes culpable.
-     La verdad es que sí, sí que me siento culpable -asintió Edward con amargura- Pero no seas tan tonta como para pensar que soy un mártir. Si creyera que nuestro matrimonio es una pérdida de tiempo, me habría marchado hace mucho tiempo. Estamos en los noventa -añadió cínicamente-, y hay muchos divorcios. Si me quedo, es por esto -dijo atrayéndola hacia sí para besarla- Te deseo. No me canso de ti. Llevamos siete años casados, y me excito sólo con verte. ¡Dios mío! ¡Ni siquiera puedo evitar hacerte el amor incluso sabiendo que no puedo satisfacerte!
Sacudió la cabeza.
-     Pero ésa no es razón para lo que has hecho. Bella, ¿cómo puedes, sólo porque te he hecho daño, convertir tu vida en algo miserable? ¿Por qué? Si quieres que me vaya, ¿por qué no me lo has dicho?
-     Yo…
Bella se negó a proseguir, porque la respuesta era demasiado dolorosa para su alma humillada.
-     ¿Quieres que me vaya? -dijo Edward.
Bella sintió un escalofrío y una punzada de dolor recorrió su cuerpo.
-     No -susurró, sintiendo que las lágrimas se agolpaban en su pecho.
-     ¿Por qué no? -insistió Edward-. ¿Cómo puedes soportar que viva en la misma casa que tú, que duerma en la misma cama, que te toque, que te abrace? ¿Cómo puedes soportarlo, Bella? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?
«Porque te quiero, maldito bastardo», pensó Bella, y rompió a llorar entre sollozos.
Edward dio un suspiro, que provenía de lo más profundo de su ser. Luego, estrechó a Bella entre sus brazos y la tendió sobre la cama, echándose encima de ella. La abrazaba tan fuerte que Bella apenas podía respirar.
-     ¿De verdad te parece que cada vez estamos más separados? -le preguntó en voz baja.
-     No -respondió Bella, que no deseaba estar en ningún otro lugar del mundo.
-     Entonces, no vuelvas a decirlo -dijo Edward con voz ronca y la besó. Fue un beso largo e impulsivo. Bella sólo pudo dejarse llevar por sus demandas, hasta sumergirse en las cálidas aguas de su afecto.
-     ¿Has dejado que ese cerdo te toque? -preguntó Edward con voz grave. Bella recuperó sus sentidos, abrió los ojos y vio la mirada atormentada de Edward. Se negaba a creer que hubiera sido capaz de preguntarle algo así.
-     Contesta -insistió él- ¡Quiero saberlo, necesito saberlo! ¡Dios, tengo que saberlo!
Bella lo miró durante un largo instante, luego apretó los dientes y dijo:
-     ¡Vete al infierno!
Edward fue directo al infierno, pero se aseguró de llevarla con él. Con furiosa pasión, Edward abrió la bata de Bella y se quitó la ropa. Le hizo el amor con tal crudeza que, cuando todo terminó, a Bella le dio la impresión de que había contenido el aliento hasta ese momento.
Rodó hacia su lado de la cama mientras Edward se encerraba en el baño. Permaneció en él largo rato. El suficiente para encontrar dormida a Bella cuando salió.
La noche siguiente, el teléfono empezó a sonar cuando estaba quitando la mesa.
Se dirigió al vestíbulo y levantó el auricular, frunciendo el ceño porque los niños tenían la televisión demasiado alta.
-     Dígame -dijo distraídamente tirando del cable del teléfono para llevado hasta el salón.
Hubo una pausa, luego una voz femenina preguntó por Edward.
-     Todavía no ha llegado -respondió Bella-. Si quiere, puedo darle un mensaje cuando venga o decide que la llame.
Hubo otra pausa. Bella miró el reloj. Tenía un guiso en el horno, si la mujer no se daba prisa…

-     Soy Tanya Denalí -dijo por fin, y Bella se puso absolutamente rígida.

Hola buenas noches, espero que les haya gustado el capitulo, creo que ahora si van a querer matar a Edward, pero que le vamos a hacer.
Por otro lado, me comentan que no pueden tener hay un ritmo constante de actualización y por eso se pierden de momento en cuanto actualizo, se que es mi culpa y lo siento, pero me gustaría invitarles a que se unan al grupo de Face donde les aviso de las actualización del blog, les dejo el link y con guste les agregare.

1 comentario: