CAPÍTULO 8
Los días siguientes fueron
horribles. Edward se convirtió en un extraño, hosco y poco comunicativo, que
durante las noches ni siquiera la tocaba. Los niños estaban cada vez más
revoltosos, excitados con las fiestas que se aproximaban y preocupados por la situación.
Bella sabía que las dificultades por las que atravesaba su matrimonio les afectaban
tanto como a Edward o a ella.
El problema era que no sabía qué
hacer. Le habría gustado contarle a Edward lo que había ocurrido entre Jacob y
ella, y pedirle perdón, pero no podía hacerla. Habría sido la prueba de que le
importaba lo que él pudiera pensar o decir, y había decidido no mostrar por él
ningún interés.
Una mañana cayó enferma y se pasó
el día entero dando vueltas por la casa, débil y aburrida. Cuando los mellizos
volvieron del colegio se pusieron a jugar, armaron tanto ruido que le dio un
terrible dolor de cabeza. Se alegró de ver llegar a Edward, porque así podría
dejárselos a él y acostarse.
-
¿Por qué no me has llamado? -le
reprochó Edward-. Si me hubieras dicho que no te encontrabas bien, habría
venido enseguida.
Bella le dio una respuesta
confusa y subió las escaleras para dirigirse a su dormitorio. Ni siquiera se le
había pasado por la cabeza llamarlo. En realidad, pensaba metiéndose en la
cama, nunca lo había llamado al trabajo. Edward llamaba desde el despacho a
menudo, pero ella nunca se había molestado en llamarlo. Una vez más, se asombró
del muro que se alzaba entre el Edward hombre de negocios y el Edward padre de
familia y no pudo recordar que se hubiera atrevido a traspasar ese muro ni una
sola vez.
El caso era que Edward logró que
los niños dejaran de hacer ruido. Al cabo de un rato, se quedó dormida y su
sueño no fue interrumpido por ningún ruido.
Se despertó horas después. Había
amanecido y Edward estaba inclinado sobre la cama con una taza en las manos.
-
Pensé que podría apetecerte esto
-dijo dejando la taza humeante en la mesilla- ¿Cómo estás?
-
Mejor -dijo, aunque al
incorporarse no quiso hacer ningún movimiento brusco con el estómago. Se apartó
el pelo de la cara antes de tomar la taza- Gracias -murmuró.
-
Puedo tomarme el día libre y
quedarme en casa a trabajar, si quieres –dijo Edward, mirándola con
detenimiento.
Bella negó con la cabeza.
-
No es necesario. Me siento un
poco débil, pero puedo arreglármelas.
-
Aun así...
Bella tenía la extraña sensación
de que Edward se debatía para entre decirle algo o no.
-
Creo que será mejor que no vayas
a clase esta noche, con el tiempo que hace…
-
Teníamos pensado salir a celebrar
la Navidad -dijo soplando el humeante té de la taza- Jacob nos va a llevar a un
club. No quiero perdérmelo.
Con el rabillo del ojo, se dio
cuenta de que Edward apretaba la mandíbula. Aunque deseaba hacerle sufrir un
poco, al ver su reacción, lo pasaba muy mal.
-
Ya veremos cómo te encuentras
esta tarde -dijo Edward, y se dio la vuelta para marcharse y de repente, Bella
sintió la necesidad imperiosa de que se quedara.
-
Mis padres, como siempre, vendrán
a pasar las Navidades con nosotros -dijo.
Edward se detuvo bruscamente en
la puerta del baño- Pero este año tenemos un problema…
Edward no la miraba, tan sólo le
daba la espalda esperando a que terminara lo que tenía que decide.
-
El año pasado la habitación de Anthony
estaba libre.
Ahora, no sé cómo van a poder
pasar aquí dos noches. No me imagino a mi padre durmiendo en el sillón de tu
estudio ni a mi madre durmiendo en el sofá -dijo esta última frase con la
intención de hacer gracia, pero Edward se dio la vuelta sin la menor sombra de
una sonrisa en el rostro. Bella sintió un gran vacío en el corazón, aún mayor
que el que tenía aquellos días.
-
¿Y qué quieres que haga? -dijo Edward-.
Ya he perdido la cuenta de las veces que te he dicho que quería mudarme a una
casa más grande. Pero no te has molestado ni siquiera en discutido. Pues mira,
ahora tienes un problema que vas a tener que solucionar tú sola. Yo no quiero
saber nada.
Bella se lo quedó mirando con
asombro mientras salía de la habitación dando un portazo.
Aquella noche asistió a su clase
de dibujo. No porque se sintiera lo bastante bien para ir, que no era así, no
porque tuviera ganas, que no tenía, sino porque estaba tan enfadada con Edward
que no quería darle la satisfacción de estar en casa cuando volviera.
Pero no disfrutó de la clase.
Tenía la mente ocupada en el millón de cosas que tenía que hacer en casa, y su
estómago se negaba a tranquilizarse. Estaba cansada, tensa y pálida. Y además, Jacob
pasó la mayor parte de la clase mirándola.
Era la primera vez que lo veía
con otra cosa que no fueran unos vaqueros, y tenía que reconocer que estaba muy
atractivo con su traje oscuro de seda y una camisa de color crema. Ella llevaba
un vestido negro corto que había comprado en su escapada a Londres. Dejaba los
hombros y las piernas al descubierto, y despertó la admiración de los hombres
de la clase.
Pero se sentía muy incómoda ante
las miradas de Jacob. Sus ojos no dejaban de decirle que recordaba el beso que
se habían dado en su coche, aunque ya habían pasado algunas semanas desde
entonces. A Bella no le había resultado difícil olvidarlo, lo que no lograba
vencer era un sentimiento de culpa.
Al terminar la clase, se
dirigieron a un nightclub que había cerca de allí. Era en realidad un viejo
cine remozado. Tenían una mesa reservada en la zona de los antiguos palcos del
cine, con vistas al viejo patio de butacas convertido en pista de baile. Había un
gran montaje de luces y la música estaba tan alta que era imposible hablar. En cualquier
otra ocasión, habría disfrutado del lugar. Lo sitios a los que la llevaba Edward
eran mucho más refinados. Antes de su crisis matrimonial, había deseado muchas veces
soltarse la melena e ir a bailar toda la noche. Aquella era la ocasión.
Jacob se había sentado a su lado
y quería monopolizar su atención. La música estaba tan alta que se veía
obligada a inclinarse hacia él, con lo que no dejaba de rozar su cuerpo.
Jacob empezó a tocarla
ligeramente en el brazo, en los hombros, en las mejillas o en el pelo. Bella se
sentía incómoda con la situación, pero no sabía qué hacer para librarse de él
sin provocar una escena. Se alegró cuando Jacob la invitó a bailar.
Al menos bailando no tendría por
qué tocarla, no si bailaban del modo en que se bailaba en aquel lugar. Así que
dejó que la condujera hasta la pista de baile. Pero una vez allí, la estrechó
entre sus brazos.
-
No, Jacob -dijo queriendo
apartarse de él.
-
No seas estúpida, Bella. Sólo estamos
bailando. -No estaban sólo bailando y él lo sabía. Después de algunas semanas, Jacob
había decidido dar un paso adelante para conquistarla. Si no lo detenía,
entonces, sí sería culpable de traicionar a Edward.
-
No -repitió Bella con firmeza, se
soltó y se alejó de la pista.
No debía haber ido. Después de
aquel beso, no debía haber ido. Jacob la deseaba, pero ella a él no.
Ella sólo deseaba a Edward.
Aquella certeza le dolía tanto que le daban ganas de llorar.
Jacob fue tras ella hasta el
vestíbulo principal. Ella se daba cuenta de que la seguía y se metió en una
cabina telefónica para llamar a un taxi.
Como era Navidad, no pudo
encontrar ningún taxi libre, todos estaban reservados.
Casi con desesperación llamó a su
casa. Se le hizo un nudo en el estómago al escuchar la profunda e impaciente
voz de Edward.
-
Soy yo -dijo Bella con voz grave.
Se hizo una larga pausa. Sólo
pudo escuchar la respiración de Edward al otro lado de la línea.
-
¿Qué ocurre? -dijo él por fin.
-
No puedo volver a casa. Es
imposible encontrar un taxi… ¿Qué hago?|Qué fácil había sido volver a ser la
misma Bella de antes. La mujer indefensa que recurría a Edward para resolver
cualquier problema. Lo único que tenía que hacer era sentarse y esperar que su
marido encontrara una solución.
El silencio continuó. Bella
agachó la cabeza; levantaba el auricular con fuerza, como si así estuviera más
cerca de Edward.
-
¿No te va a traer tu Romeo? -dijo
Edward por fin.
-
iNo es mi Romeo! ¡Y, además…!
Repentinamente cambió de opinión.
No quería darle a Edward el placer de oír que no quería ver a Jacob Black ni en
pintura.
-
No puedo decirle que se vaya en
lo mejor de la fiesta sólo porque estoy cansada. ¿No puedes venir tú?
-
¿Y los niños? No querrás que los
deje solos.
-
h -exclamó, y volvió a sentirse
como una estúpida No había pensado en ello. Al verse en problemas, lo único que
había pensado era en llamar al hombre que podría solucionarlos.
-
Vaya, ahora ella piensa que
debería haber seguido mi consejo y contratar a alguien que los cuidara -dijo Edward
burlonamente.
-
Le diré a Jacob que me lleve
-replicó Bella.
La cuestión de contratar una
chica para cuidar a sus hijos era un viejo punto de fricción entre ellos. Edward
quería una casa más grande, una asistenta que limpiara y una niñera. Lo que a Bella
le habría gustado saber era qué le quedaría a ella si Edward buscaba a otras
personas para hacerlo todo.
-
Llamaré a mi madre, vendrá
mientras voy a buscarte -dijo Edward, cambiando repentinamente de opinión-.
Supongo que la despertaré, y no creo que le guste, aunque no la culpo, pero…
-
Oh, no -dijo Bella-. No quiero
que te molestes tanto. Jacob me llevará -dijo y colgó sin dar tiempo a que Edward
respondiera.
-
¿No ha habido suerte? -dijo Jacob,
que estaba apoyado en la pared. Bella no podía saber si había oído su
conversación con Edward, aunque, en realidad, le importaba muy poco.
-
No -replicó-. Tendré que esperar
a que haya algún taxi libre -dijo y se encogió de hombros para demostrarle a Jacob
que estaba dispuesta a esperar el tiempo necesario.
-
Yo te llevo -dijo Jacob.
Bella lo miró detenidamente. No
se sentía con fuerzas para pasar media hora más a su lado. Pero tampoco quería
esperar una hora entera a que llegara un taxi, que era el tiempo mínimo de
espera.
Jacob tomó la decisión por ella
al agarrarla por la muñeca.
-
Vamos -dijo con tranquilidad- Yo
te llevo.
La mirada de Jacob no dejaba
lugar a dudas, no tomaba en serio la negativa de Bella. Cansada, harta y un
poco deprimida por la discusión constante que tenía con cuantos la rodeaban,
incluida ella misma, Bella cedió.
Fueron juntos al guardarropa para
recoger su abrigo, luego salieron al aire helado de diciembre para dirigirse al
Porsche rojo de Jacob. Al poco rato, estaban en la carretera, cubierta de sal
para impedir que se formara hielo. Bella se subió las solapas de su abrigo y
observó el camino en silencio.
-
¿Por qué le soportas cuando sólo
es un cerdo egoísta? -dijo Jacob de repente.
-
¿No son así todos los hombres?
-
No tanto como Edward. Todavía me
cuesta creer que esté casado con alguien como tú -dijo Jacob, y miró a Bella-.
Le van más las mujeres como Tanya Denalí.
Fue un comentario tan cruel que Bella
sintió una punzada de dolor en el pecho.
Lo peor era que no podía
contradecirle. Tal vez a Edward le convenía más Tanya Denalí que ella, aunque
no podía juzgarla porque no la conocía y no tenía la menor gana de conocerla.
Tanya Denalí era el nombre del
fantasma sin cara que la visitaba todas las noches. Con eso tenía bastante.
-
Y Rose Hale -añadió Jacob-.
Menuda discusión tuvisteis aquel día en la pista de baile.
-
¿Oíste algo? -preguntó Bella,
dando un respingo.
-
La mitad de la sala lo oyó,
querida. Y fue asombroso. Edward Cullen, el joven tiburón de las finanzas,
tenía mujer y tres hijos y nadie lo sabía. Supongo que esa noticia le dio a Tanya
donde más duele. Quería casarse con él, ¿sabes? Edward era la elección ideal
para una abogada con su futuro.
Así pues, Tanya era abogada, y no
la secretaria de Edward, como ella había creído.
La noticia la sobresaltó.
«Compite con eso si puedes», se dijo con amargura. Una cosa era luchar por el
amor de su marido con una simple secretaria, pero otra muy distinta hacerlo con
una mujer que estaba acostumbrada a vivir en el mismo mundo que él.
Como si estuviera pensando algo
parecido, Jacob dijo: -Si lleváis casados siete años, eso quiere decir que lo
atrapaste antes de que iniciara su carrera meteórica. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo
un desliz de su juventud?
Bella se dijo que, tal vez,
merecía alguno de aquellos insultos. Pero el último comentario era lo que más
le había dolido, probablemente, porque ella empezaba a pensar algo parecido.
-
Creo que será mejor que te calles
y pares el coche antes de que digas algo que me ofenda de verdad -dijo.
Para su consternación, Jacob hizo
exactamente lo que le había pedido, deteniéndose bruscamente en el arcén.
-
Soy yo quien me siento ofendido por
el modo en que has estado jugando conmigo durante todo este tiempo. ¡Dios mío!
No has pensado en mí en serio ni por un momento, ¿verdad?
-
No -respondió Bella sinceramente.
-
Entonces, ¿por qué no me
detuviste antes de que llegáramos tan lejos?
-
¿Tan lejos? ¿Cómo que tan lejos?
-le dijo con una mirada desafiante- ¡Pero si sólo nos hemos dado un beso!
-
No se trataba sólo de eso, Bella,
y tú lo sabes. Pero para ti era sólo un juego, ¿verdad? Te diste cuenta de que
me gustabas y pensaste que podrías jugar un rato conmigo, ¿no es eso? -le
preguntó Jacob amargamente- ¿Qué ocurre? ¿Que tú autoestima estaba en un nivel muy bajo?
¿Tanto te molestaba que prefiriese acostarse con su abogada a acostarse
contigo?
Bella le dio una bofetada al
tiempo que se ponía roja de vergüenza. Luego agarró la manecilla de la puerta
con una mano y se desabrochó el cinturón de seguridad con la otra. Pero Jacob
la agarró por el brazo.
-
Oh no -dijo entre dientes- No
pienses que te vas a escapar tan fácilmente.
Tiró de ella y la besó. Fue un
beso brusco, desagradable. Cuando la soltó, Bella estaba asqueada del sabor de
su boca.
Salió de coche dando un portazo.
Jacob arrancó haciendo chirriar
los neumáticos dejándola a merced del viento helado de la noche.
Se llevó una mano a la boca, y
vio asqueada que le había hecho sangre en el labio.
Le maldijo, deseando estar de
vuelta cuanto antes en su mundo de cuento de hadas, donde nada malo podía
ocurrirle. Maldijo a Rose por haberla despertado de aquel mundo de ensueño,
añadió para sí iniciando el camino de regreso a casa. Y maldijo a Edward por su
infidelidad y a Tanya por haberlo seducido. Pero, por encima de todos, se maldijo
a sí misma.
No tardó mucho en llegar a casa,
pero tenía los pies deshechos. Se quitó los zapatos, de tacón alto, nada más
entrar.
En el interior de la casa, hacía
calor. El reloj del pasillo marcaba la una de la madrugada. Se sentía deprimida
y la escena con Jacob no dejaba de darle vueltas en la cabeza. No se molestó en
ir a ver a Edward. Por ella podía irse al infierno. De todas formas, no estaba
de humor para tener otra discusión.
Pero se equivocó al pensar que él
la ignoraría tan fácilmente. Acababa de ponerse el camisón cuando entró en la
habitación con sus zapatos en la mano.
-
Te has olvidado de esto -dijo
dejándolos detrás de la puerta.
-
No me he olvidado, simplemente me
los he quitado al entrar -replicó Bella, que estaba sentada al borde de la cama
masajeando sus pies doloridos. La melena ocultaba su rostro a ojos de Edward.
-
¿Dónde te ha dejado? -dijo Edward
con suspicacia. ¿Otra vez espiando tras las cortinas?, se preguntó Bella con
amargura.
-
No me ha dejado en ninguna parte.
-
Si hubieras hecho todo el camino
andando, habrías tardado más.
«Bastante he andado de todas
formas», pensó Bella acariciándose las plantas de los pies.
-
Una pelea entre amantes, ¿no?
-añadió Edward con mal gusto.
-
Algo así -dijo Bella,
encogiéndose de hombros, y salió de la cama para dirigirse al baño. «¡Que
piense lo que quiera!», se dijo.
Edward la agarró por los brazos y
la obligó a mirarlo a la cara. Estaba furioso y tenía una mirada penetrante y
amada.
-
¿Y por qué os peleasteis? -le
preguntó, apretando los dientes- ¿Porque no querías ir a su casa? ¿Por eso?
¿Qué pasaba, que no estabas de humor?
Bella lo miró con ira. Sentía
amargura y asco hacia los hombres por lo que la estaban haciendo pasar aquella
noche.
-
¿Y cómo sabes que no he estado en
su casa toda la noche? Podría haberte llamado desde allí. ¿Cómo ibas a saberlo?
Edward se puso pálido y apretó
con fuerza los brazos de Bella. La miraba fijamente, como si buscara evidencias
de lo que estaba diciendo.
-
¡Te ha dado una bofetada y te ha
roto el labio!
-
Me estás haciendo daño.
¡Suéltame! –exclamó Bella tratando de apartarse pero sin conseguirlo.
-
¿Cómo has podido? –dijo Edward
casi gritando- ¿Cómo has podido hacerlo, Bella? ¿Cómo has podido?
La situación había estallado.
Llevaba muchos días amenazando con hacerla, y finalmente, la intensidad de sus
sentimientos reprimidos empezaba a aflorar a la superficie.
-
Se me acaba de ocurrir una cosa, Edward.
Te propongo un cambio, si me cuentas cómo fue con Tanya, te diré lo que ha
pasado con Jacob.
-
¡Dios, ya basta! -dijo Edward,
cerrando los ojos y haciendo una mueca de verdadero dolor.
A Bella se le llenaron los ojos
de lágrimas, y, por segunda vez aquella noche, golpeó a un hombre. Edward la
soltó.
-
Me das asco, ¿sabes? -susurró Bella
amargamente y se encerró en el cuarto de baño.
Cuando volvió a salir, más
tranquila, aunque no del todo, vio a Edward sentado en la cama con la cabeza
escondida entre las manos. Le dolía verlo así, pero, aquellos días, todo le
dolía. Ya no podía recordar si alguna vez había llegado a reír en aquella casa.
-
Quiero acostarme -le dijo,
negándose a ceder a sus deseos de consolar a Edward.
Edward no se movió. Bella
permaneció allí de pie durante un interminable minuto, debatiéndose entre el
amargo deseo de volver a pegado y la tenue necesidad de acercarse a él y
estrecharlo entre sus brazos. Tan sólo eso, estrecharlo entre sus brazos porque
estaba sufriendo y ella lo amaba. A pesar de lo que pudiera hacer o decir, lo
amaba. Se estremeció y, con un gemido, cayó de rodillas ante él, y le apartó las
manos de la cara.
-
¿De verdad quieres saber lo que
ha ocurrido esta noche? -le dijo con voz temblorosa- Quiso besarme, pero yo le
rechacé. Él se vengó comparándome Con Tanya -dijo- Con Tanya, la brillante
abogada que le conviene a Edward Cullen mucho más que la pobre y patética Bella.
-
Eso no es cierto -murmuró Edward.
-
¿No? -dijo Bella con los ojos
llenos de lágrimas- Pues yo creo que sí. Nos hemos alejado, Edward. Tú has
avanzado mientras yo me he quedado estancada. Además, creo que las mujeres como
Tanya Denalí te van más que yo.
Edward se rió, sacudiendo la
cabeza como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.
-
¿Te parece que me he alejado de
ti? ¿Crees que quiero dejarte? ¿No crees que si quisiera dejarte, sería capaz
de hacerlo?
En aquellos momentos, era Edward
quien agarraba a Bella por las muñecas.
-
Tanya -murmuró Bella, cerrando
los ojos-, es…
-
Al infierno con la maldita Tanya
-dijo Edward violentamente- No tiene nada que ver con esto. ¡Se trata sólo de
nosotros y de si podemos seguir soportándonos el uno al otro!
-
Entonces es tu conciencia -dijo Bella
suspirando- Te quedas porque te sientes culpable.
-
La verdad es que sí, sí que me
siento culpable -asintió Edward con amargura- Pero no seas tan tonta como para
pensar que soy un mártir. Si creyera que nuestro matrimonio es una pérdida de
tiempo, me habría marchado hace mucho tiempo. Estamos en los noventa -añadió
cínicamente-, y hay muchos divorcios. Si me quedo, es por esto -dijo
atrayéndola hacia sí para besarla- Te deseo. No me canso de ti. Llevamos siete
años casados, y me excito sólo con verte. ¡Dios mío! ¡Ni siquiera puedo evitar
hacerte el amor incluso sabiendo que no puedo satisfacerte!
Sacudió la cabeza.
-
Pero ésa no es razón para lo que
has hecho. Bella, ¿cómo puedes, sólo porque te he hecho daño, convertir tu vida
en algo miserable? ¿Por qué? Si quieres que me vaya, ¿por qué no me lo has
dicho?
-
Yo…
Bella se negó a proseguir, porque
la respuesta era demasiado dolorosa para su alma humillada.
-
¿Quieres que me vaya? -dijo Edward.
Bella sintió un escalofrío y una
punzada de dolor recorrió su cuerpo.
-
No -susurró, sintiendo que las
lágrimas se agolpaban en su pecho.
-
¿Por qué no? -insistió Edward-.
¿Cómo puedes soportar que viva en la misma casa que tú, que duerma en la misma
cama, que te toque, que te abrace? ¿Cómo puedes soportarlo, Bella? ¿Cómo?
¿Cómo? ¿Cómo?
«Porque te quiero, maldito
bastardo», pensó Bella, y rompió a llorar entre sollozos.
Edward dio un suspiro, que
provenía de lo más profundo de su ser. Luego, estrechó a Bella entre sus brazos
y la tendió sobre la cama, echándose encima de ella. La abrazaba tan fuerte que
Bella apenas podía respirar.
-
¿De verdad te parece que cada vez
estamos más separados? -le preguntó en voz baja.
-
No -respondió Bella, que no
deseaba estar en ningún otro lugar del mundo.
-
Entonces, no vuelvas a decirlo
-dijo Edward con voz ronca y la besó. Fue un beso largo e impulsivo. Bella sólo
pudo dejarse llevar por sus demandas, hasta sumergirse en las cálidas aguas de
su afecto.
-
¿Has dejado que ese cerdo te
toque? -preguntó Edward con voz grave. Bella recuperó sus sentidos, abrió los
ojos y vio la mirada atormentada de Edward. Se negaba a creer que hubiera sido
capaz de preguntarle algo así.
-
Contesta -insistió él- ¡Quiero
saberlo, necesito saberlo! ¡Dios, tengo que saberlo!
Bella lo miró durante un largo
instante, luego apretó los dientes y dijo:
-
¡Vete al infierno!
Edward fue directo al infierno,
pero se aseguró de llevarla con él. Con furiosa pasión, Edward abrió la bata de
Bella y se quitó la ropa. Le hizo el amor con tal crudeza que, cuando todo
terminó, a Bella le dio la impresión de que había contenido el aliento hasta
ese momento.
Rodó hacia su lado de la cama
mientras Edward se encerraba en el baño. Permaneció en él largo rato. El
suficiente para encontrar dormida a Bella cuando salió.
La noche siguiente, el teléfono
empezó a sonar cuando estaba quitando la mesa.
Se dirigió al vestíbulo y levantó
el auricular, frunciendo el ceño porque los niños tenían la televisión
demasiado alta.
-
Dígame -dijo distraídamente
tirando del cable del teléfono para llevado hasta el salón.
Hubo una pausa, luego una voz
femenina preguntó por Edward.
-
Todavía no ha llegado -respondió Bella-.
Si quiere, puedo darle un mensaje cuando venga o decide que la llame.
Hubo otra pausa. Bella miró el
reloj. Tenía un guiso en el horno, si la mujer no se daba prisa…
-
Soy Tanya Denalí -dijo por fin, y
Bella se puso absolutamente rígida.
Hola buenas noches, espero que les haya gustado el capitulo, creo que ahora si van a querer matar a Edward, pero que le vamos a hacer.
Por otro lado, me comentan que no pueden tener hay un ritmo constante de actualización y por eso se pierden de momento en cuanto actualizo, se que es mi culpa y lo siento, pero me gustaría invitarles a que se unan al grupo de Face donde les aviso de las actualización del blog, les dejo el link y con guste les agregare.
Madre mía la que se ha liado
ResponderBorrarPobre bella y Edward