domingo, 22 de marzo de 2015

Vidas secretas Prologo

Vidas secretas



Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de S. Meyer y la historia es de Lucy Monroe yo solo la adapte para su disfrute.
Summary: Cuando el millonario griego Edward Cullen se vio obligado a abandonar a Isabella Dwyer, su hermosa amante, estaba seguro de que ella no sufriría demasiado. A pesar de toda la pasión que habían compartido, Isabella no le había permitido llegar hasta su corazón. Una mujer tan reacia al compromiso nunca podría ser su esposa.
Pero después de la separación, Edward descubrió que Isabella Dwyer no era quien él pensaba... y además estaba embarazada de un hijo suyo. ¡Ahora debía encontrarla y convertir a su antigua amante en su esposa!
Tras dejar a su amante, descubrió que estaba embarazada...


Prólogo

Bella Swan apoyó la frente contra el borde del lavabo rogando que se le pasasen las náuseas matinales que sentía por tercera vez durante tres días consecutivos. Respiró trabajosamente y luego intentó enderezarse. Tuvo una leve sensación de repugnancia en el estómago, pero logró controlarla. Tenía que hacer algo todavía más desagradable que aquello: el test de embarazo.
Edward siempre había insistido en usar preservativos, así que ella no le dio importancia al retraso de su regla hasta que, tres días atrás, se despertó con ganas de vomitar. Al principio pensó que tenía la gripe, segura de que no estaba embarazada, ya que, a pesar de que el preservativo se les había roto hacía un mes, había tenido el período de forma normal una semana más tarde.
Seguía sin comprender cómo podía ser aquello posible, pero tenía todos los síntomas: los pechos doloridos, el constante cansancio, las lágrimas que había derramado cuando Edward le dijo que tenía que ir a Grecia y ausentarse del apartamento de París durante varios días... ella no lloraba nunca.
Siguió las instrucciones del test de embarazo. Diez minutos más tarde sintió que le daba un vahído al ver la línea azul que confirmaba que llevaba en su vientre un vástago de Edward Cullen.
Edward apretó los puños para controlar su frustración.
-Ya es hora, hombre. Tienes treinta años, ¿no? Necesitas una esposa, unos niños, un hogar -el anciano inclinó la cabeza cana con altanería y le lanzó a Edward una mirada que indicaba que se mantendría firme en sus trece…
-Todavía no estoy senil, abuelo -sonrió Edward. No quería discutir con su abuelo, que había sufrido un ataque al corazón hacía cinco días.
-No intentes conquistarme con tu simpatía -resopló el hombre que se había ocupado de criar a Edward y a su hermano desde que éstos perdiesen a su padres-. Ya sabes que no me afecta. Eres mi heredero y quiero irme a la tumba sabiendo que cumplirás con tu obligación con el apellido Cullen.
-No te vas a morir -dijo Edward, con el corazón oprimido.
-¿Qué sabemos nosotros? -se encogió de hombros su abuelo-. Ya estoy viejo, Edward. Mi corazón no es tan fuerte como antes. ¿Sería demasiado pedirte que te casases con Rosalie ahora? ¿Para qué retrasarlo? Es una joven encantadora. Será una perfecta esposa griega. Te dará descendencia Cullen -agitado, cerró los ojos, sin fuerzas tras el corto discurso.
Edward lo miró impotente. Los médicos que atendían a su abuelo querían que se sometiese a una operación de corazón, pero él se había negado en redondo.
-¿Por qué no quieres que te hagan el by-pass que recomienda tu médico?
-¿Por qué no quieres casarte? -replicó el anciano-. Quizá, si tuviese la ilusión de unos nietos, valdría la pena pasar por el dolor de una operación tan seria.
-¿Quieres decir que no te operarás si no me caso con Rosalie Hale? -preguntó Edward, poniéndose pálido.
Los profundos ojos azul oscuro se abrieron para mirar fijamente a Edward con toda la obstinación de la que podía ser capaz un Cullen.
-Exactamente -dijo el abuelo.

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